Jerusalén en Compostela ~ Compostela en Jerusalén

Firmas
Carlos Andrés González Paz
La Puerta Santa de la Catedral de Santiago sólo permanece abierta en los años en que el 25 de julio coincide en domingo.

Después de cuatro siglos de dominio musulmán, el 15 de julio de 1099 las tropas cruzadas conquistaron la ciudad santa de Jerusalén. Este hecho de armas trascendió la semántica militar y provocó una intensa agitación en la “Christianitas Occidentalis”, generándose un movimiento social y religioso que magnificó el significado escatológico de los Santos Lugares de Oriente, convertidos en el destino último del complejo “iter Hierosolimitanum”.

Santiago de Compostela no fue una excepción a la explosión de la devoción jerosolimitana. En este sentido, a la geografía sacra del núcleo urbano jacobeo se sumó la iglesia del Santo Sepulcro, edificada en el “Otero de Potros”, que el obispo Diego Gelmírez transformó en el lugar de descanso de las reliquias de Santa Susana, “piadosamente” latrocinadas en la incursión realizada al hínterland de Braga. Asimismo, como aconteció en los diferentes conglomerados político-territoriales de la Hispania cristiana, el reino de Galicia no permaneció ajeno al afloramiento de una corriente palmera en la cual, bajo la señal de la cruz de Cristo, acabaron confluyendo cruzados y peregrinos, misturándose bordones y espadas, escarcelas y escudos.

En la extensa nómina de hombres y mujeres que profesaron el voto de cruzada, que el 13 de abril de 1233 el “miles” lucense Pedro Fernández de Santa Eulalia expresaba con las siguientes palabras “assupto signo crucis Dominice, cupiens Iherosolimam visitare”, destacaría la figura del conde Fernando Pérez [de Traba]. Vástago del conde Pedro Froilaz [de Traba] y de la condesa Urraca Froilaz, cónyuge de la condesa Sancha González y amante de la infanta Teresa de Portugal, acudió en dos ocasiones a “Iherosolimam”, como se testimonia a través de la documentación de las comunidades monásticas cistercienses de Santa María de Sobrado (A Coruña) y Santa María de Meira (Lugo).

Este optimate galaico ~residente en Compostela, concretamente en una vivienda sobradada sita “ante portalem superiorem” de la basílica de Santiago~ falleció alrededor del año 1161 y, si bien inicialmente fue inhumado en el claustro de la catedral jacobea, finalmente su hermano Vermudo Pérez [de Traba] dispuso el traslado de sus restos mortales a la abadía de Sobrado dos Monxes, donde fue soterrado en la iglesia, en un sencillo arcosolio, cuyo único ornamento era una cruz esculpida que, según y conforme un cronista del siglo XVII, “denota aver sido de los que con la cruz pasaron a la conquista de Hierusalem”.

Cuando la materialización del “iter Hierosolimitanum” resultaba inviable, se recurría a diferentes fórmulas destinadas al apoyo y sostenimiento de la comunidad cristiana de Tierra Santa. Así, por ejemplo, el 29 de julio de 1126 el rey Alfonso VII de Castilla, hermano de leche del conde Fernando Pérez [de Traba], entregaba la “villa quam vocat Ataportera” (Atapuerca, Burgos) al “Hospitali Jherosolimitano”, concretándose su localización “inter territorium Burgis et territorium de Auka, in medio camini S. Jacobi”, o el 19 de julio de 1184 el conde Gómez González [de Traba], nieto del conde Fernando Pérez [de Traba], donaba al “Hospitali de Jherusalem” varias heredades ubicadas en los términos de A Terra Chá de Lugo, o el 30 de julio de 1199 Urraca Fernández [de Traba], hija del conde Fernando Pérez [de Traba], concedía cierta cantidad de maravedíes “ad Sanctum Ierusalem”.

Gracias a esta serie de referencias documentales, necesariamente sintética, se alcanza a vislumbrar la intensidad de las relaciones existentes entre la ciudad santa de Compostela, sede de la basílica del apóstol Santiago de Zebedeo, y la ciudad santa de Jerusalén, en donde, según afirmaba la magnate Urraca Fernández [de Traba], “Dominus noster Ihesus Christus fuit crucifixus, mortuus et sepultus et tertia die resurrexit”. Con todo, los vínculos no fueron unidireccionales, es decir, de sentido único, sino bidireccionales, o sea, la comunicación fluyó en ambos sentidos y favoreció la retroalimentación.

En este sentido, a modo de introducción, conviene recordar cuán significativa fue la presencia de los cruzados y palmeros ibéricos en los Santos Lugares de Oriente, fundamentalmente en el núcleo jerosolimitano, en cuya traza urbana se registra el surgimiento de una “ruam Ispanie”. Así, el 25 de abril de 1186 Roger de Molins, maestre de la Orden del Hospital, aforó una casa a Jean Potier que se encontraba “in vico S. Johannis Evangeliste in territorio Hospitalis” y limitaba “ab oriente habet ruam Ispanie, ab occidente ruam S. Johanni Evangeliste, a meridie domum Bernardi de Blanchagarda, ab aquilone domum Ugonis de Romai”.

Este contexto histórico sirvió de escenario a dos acontecimientos con protagonistas incluidos entre la progenie del conde Pedro Froilaz [de Traba]. Por una parte, en el año 1138 se documenta la estancia del conde Rodrigo Pérez [de Traba], hermanastro del conde Fernando Pérez [de Traba], en Tierra Santa. Con motivo de su segunda visita a la iglesia del Santo Sepulcro, “Rodericus Petri, licet indignus, terre, que vicina est ecclesie Beati Iacobi, comes” entregaba la “villam, nomine Passerel, in terminis castelli cuiusdam, quod Trana dicitur, sitam, cum XXXI casalibus” [Pasarela, San Juan de Calo, Vimianzo, A Coruña] al Patriarcado latino de Jerusalén. Entre sus acompañantes, se mencionan “Arissa Varich de Ripa Migno”, “Iohannes Aris de terra Sancti Martini Latronis”, “Rodericus, abbas de terra de Pena Regine”, “Iohannes Tirant, germanus episcopi de Toy”, “Nimuranna de Lunia”, “Helvitu Sanizh de terra Sancti Iacobi” y “Petrus Yspaniensis, frater Templi militum”.

Por otra parte, se encuentra el conde Rodrigo Álvarez, hijo de la condesa Sancha Fernández [de Traba] y nieto del conde Fernando Pérez [de Traba]. Considerado el fundador de la Orden de Santa María de Montegaudio, de filiación cisterciense, se instaló a las afueras de la ciudad santa de Jerusalén y, a cambio de sus servicios militares contra las tropas de fatimíes y ayubíes, recibió significativas recompensas patrimoniales entre los años 1176 y 1178. Tras su fallecimiento, acaecido alrededor de 1188, Santa María de Montegaudio comenzó un largo y tortuoso proceso de disolución, que remató con su unión a la Orden de Calatrava a comienzos del siglo XIII.

Finalmente, surge una cuestión de indudable interés. ¿Los habitantes de Tierra Santa, cuna de la Cristiandad y custodia de los Santos Lugares de Oriente, acudían en peregrinación fuera del territorio palestino? La respuesta es afirmativa y sirvan como ejemplo dos breves apuntes biográficos. Por un lado, entre los años 1100 y 1120, “Petrus Bruneti, cum ad S. Jacobum pergeret” ~es decir, cuando se dirigía en peregrinación al santuario de Santiago en Compostela~ enfermó y falleció en el hospital de Santa María de Jerusalén. Por otro lado, en el año 1169 “Hugo, dominus Hibelini” confirmaba la donación de una heredad sita “in territorio Ramatensi” realizada antaño en favor de los “fratribus leprosis Sancti Lazari de Hierusalem”, señalando que se encontraba “pro via Sancti Jacobi quam voveram”. Se trataba de Hugh of Ibelin, hijo de Barisan of Ibelin, condestable de Jaffa y señor de Gath, que en el año 1163 contrajo matrimonio con Agnes of Courtenay, condesa de Jaffa y Ascalón, es decir, formaba parte de la flor y nata de la aristocracia del “regnum Hierosolymitanum”.

La conquista de Jerusalén a manos del ejército de Saladino, ocurrida el 2 de octubre de 1187, consternó a la “Christianitas Occidentalis”. En este sentido, la noticia de la caída jerosolimitana alcanzó pronto el noroeste de la Península Ibérica, indicándose en la datación de una donación de bienes realizada a favor del monasterio de Santa María de Meira que “in ipso anno capta est Iherusalem a paganis”. ¡Ultreia et Suseia!