Reseña Musical

Juan Durán: “Dona nobis pacem, elexía ás víctimas do Covid 19”

Ramón García Balado

Concierto de la “OSG”, dirigida por su titular Dima Slododeniuok, en el Coliseum de A Coruña- 20´30 h.-, para un programa que contará con el estreno de la obra de Juan Durán, “Dona nobis pacem, elexía ás víctimas do Covid 19”, que escucharemos con la “Sinfonía nº 4, en Mi m. Op 98”, de Johannes Brahms. Es la obra de Durán una composición en forma de “Adagio” , de unos diez minutos de duración, pensada para orquesta de cuerdas y arpa, que se anuncia como una idea dentro de esos parámetros líricos, revestida de una intención evocadora, próxima a una plegaria con aspectos de una profunda concentración que se distancia de cualquier tremendismo subido de efímeras pasiones, para evocar un estado de ánimo a la altura de las circunstancias. Una óptica serena en su transcurso, en la búsqueda de consuelo para quienes hayan padecido las consecuencias de la amarga pandemia. Todos, y en especial, dentro del mundo de la música, tenemos en mente a personas a las que perdimos recientemente, por lo que se ruega, como respuesta, un respetuoso silencio, sin aplausos, cubierto con una actitud de un sencillo minuto de silencio. Juan Durán, participó en el otoño pasado, en uno de los conciertos de temporada, enmarcados dentro de los homenajes dedicados a Andrés Gaos, inaugurado con la exposición: “O universo musical de Andrés Gaos (1874/ 1959), en la sede de “Afundación”, de A Coruña

Durán, aportó entonces su obra “Cervantina. Suite sinfónica sobre temas españoles”, por primera vez con la “OSG”, obra en nueve tiempos, desde “Folías de España”, el tiempo final con el mismo título, que seguía a “Ay, triste que vengo”. Dos obras de Andrés Gaos, tuvieron el necesario protagonismo: “Impresión nocturna” y la “Sinfonía nº 2 (Nas montañas de Galicia”, en tres tiempos (Festas de aldea, Cantos celtas y Danza campestre). Quisieron los avatares del destino, que el firmante de las notas, fuese Julio Andrade Malde, al que perdimos cuando la pandemia anunciaba sus colmillos. Dirigió entonces el programa Víctor Pablo Pérez. Sobre la obra de Durán, diría Andrade Malde: Esta pieza, definida como suite sinfónica, fue estrenada en 2016 por la “Orquesta de la Comunidad de Madrid”, bajo la batuta de quien la dirigió aquí de nuevo, Víctor Pablo Pérez.

Consta de nueve números (aunque hay un décimo, continuidad del anterior), en que se va alternando hasta cinco veces el tema de la “Folía de España”, con algunas piezas españolas compuestas en torno al siglo XVI. En conjunto, la obra responde a las características que definen la creación musical del autor: predominio de la melodía, rica orquestación, tratamiento variativo (En la “Cervantina”, el tema de la folía se varía en cada una de sus apariciones). Pero en este caso, además, hay que destacar la habilidad con que se maneja la estructura, combinando las piezas de distintos autores, con el motivo de la folía.

Brahms y la “”Sinfonía nº 4, en Mi m. Op.98”, cuyos dos primeros movimientos fueron compuestos en el verano de 1884, y los otros dos al año siguiente. Una obra más severa y densa que las tres precedentes, y cuyo planteamiento expresivo, estuvo orientado hacia el pasado, apoyándose de alguna manera en la tradición preclásica. Un primer tiempo ampliamente representativo del conjunto de la obra, a tenor de las querencias del autor, que parte de un diseño ondulante tomado de solo dos notas. El tema tendrá imitación en las maderas. La clara y apacible serenidad, ajena a un estado claudicante, refleja el mundo de las vivencias del momento. El “Andante moderato”, con el manifiesto que supone los cuatro compases monumentales que avanza, repartidos entre trompas y maderas, utiliza a conciencia el modo medieval frigio, camino del necesario ”Mi Mayor”, en su calidez y fragancia, presentado por los chelos y sobre el que pesa la llamada del destino.

El “Allegro giocoso”, perfecto en su ubicación, merecerá para Karl Geiringer la comparación con un pintura de Brueghel, mientras que el resto de los movimientos, motivará comparaciones con el espíritu de las tragedias de Sófocles, que el músico había leído en traducción de su amigo el profesor Wendt- una posibilidad por encontrar puntos de aproximación, en el resto de las artes-, resumiendo una orquestación precisa para la alegría que transmite. La apoteosis claramente esperada, se consuma en el cuarto tiempo, el “Finale”, que supone la despedida del sinfonismo para el hamburgués. Vale en su criterio por otra apuesta que domina a la perfección, el uso de las variaciones, con reminiscencias de la antigua forma de la chacona. Un sencillo tema de solo ocho compases, se repite treinta y una veces, en las voces graves, medias y agudas, sin una simple modulación o pasaje de transición, proporcionando al movimiento, la sublime manera de desplegar su ingenio, dentro de esa forma estricta. Una destreza con la que evita perjudicar la unidad de la obra, que se manifiesta en el último entrelazado de las sucesivas variaciones.