La campaña insospechada

Firmas
Alfonso Villagómez

ENTRE las muchas novedades que se anuncian para la próxima cita con las urnas en Euskadi y Galicia, se ha hablado de limitar la duración de la campaña cuyo tiempo está legalmente establecido.

En efecto, el artículo 51 de la Ley de Régimen Electoral General señala de manera taxativa que la campaña electoral durará 15 días.

Se me puede replicar, como precedente, que en las últimas elecciones generales, la campaña duró solo una semana. Pero se trataba no solo de un supuesto muy diferente al actual en estas dos autonomías, sino, lo que es más importante, tal limitación está expresamente prevista en la ley electoral. La reforma de 2016 introdujo esta reducción de la campaña, llegado el momento en que se tuvieran que repetir unas elecciones, por no haber sido posible elegir a un presidente del Gobierno. Y, así fue el caso del pasado noviembre, como digo muy distinto al de estas elecciones regionales con la pandemia en vigor de la covid-19.

Esta campaña electoral insospechada para todos cuando se dio por concluida la legislatura, perderá el elemento esencial de cualquier llamamiento al voto: el encuentro personal con los electores. No habrá mítines ni paseos por las calles de los candidatos. Los medios de comunicación se verán fortalecidos con los debates que tienen que tener lugar, más necesarios en esta insospechada campaña.

En 1936, el Estatuto aprobado por los municipios gallegos, se presentó a las Cortes el 15 de julio, perdiéndose en sus oficinas –Castelao se ofreció ir a buscarlo a Madrid– hasta que apareció en Barcelona en 1938, sin que nunca pudiera ser aprobado por las Cortes, como establecía el artículo 12 de la Constitución de la República. Ojalá que el comienzo de esta campaña electoral no se vea también frustrada por un enemigo tan letal como los golpistas de julio de hace ochenta y cuatro años.