La espada de Bolívar

Firmas
Fernando Lussón

ESPAÑA no tiene ningún problema con la figura de Simón Bolívar, ni con la del general San Martín, ni con la de José Martí, ni con la de José Rizal, los héroes libertadores de los países suramericanos, de Cuba, de Filipinas. Todos ellos tienen estatuas en Madrid y en otros lugares de España, en algunos casos levantadas durante el franquismo y, en otros, donadas por los países de sus héroes nacionales. España ya ha pasado el duelo por el pasado colonial cuando perdió los últimos enclaves de ultramar en 1898, y desde entonces la relación con los países hispanoamericanos han atravesado muchas vicisitudes, desde la visión propagandística de la Madre Patria, a la segunda colonización más reciente con las multinacionales españolas de las que también han tratado de independizarse, y algún episodio lamentable ha ocurrido, porque los tiempos son distintos y la globalización afecta a todos y, por el momento, es inexorable.

La mezcla de revisionismo histórico como pretende el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador y su insistencia en que España pida disculpas por el proceso de colonización, con la mitología bolivariana puesta en circulación por Hugo Chávez y su intento de volver a reunir a los países suramericanos en una sola nación, y un florecimiento del indigenismo después de décadas de sometimiento de los pueblos autóctonos, han hecho que España siga ocupando un lugar esencial en la política exterior de esos países en los que las relaciones políticas económicas y socioculturales son en términos generales buenas, con contenciosos normales, y con España como meca de llegada de muchos de sus nacionales que se ven obligados a emigrar. Y en el caso de Colombia, no se puede negar la colaboración, el compromiso y el acompañamiento de España con el proceso de paz que, culminarlo, es precisamente el principal reto del nuevo presidente, Gustavo Petro.

La importancia de la decisión del rey Felipe VI de no levantarse al paso de la urna con el sable de Simón Bolivar, durante la toma de posesión de Petro, tiene la que el gobierno colombiano quiera darle, después del golpe de efecto, perfectamente preparado, que no estaba previsto en el acto protocolario.