La huella de Benedicto XVI

Firmas
Marcelino Agís Villaverde

LA noticia de la muerte del papa Benedicto XVI, no por esperada tras el anuncio de su estado de salud por el papa Francisco, fue menos dolorosa y triste, al conocerse el último día del año 2022.

A diferencia de otros papas que son desconocidos cuando acceden al pontificado, el cardenal Joseph Ratzinger era una referencia por haber sido nombrado prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe por Juan Pablo II.

Muchos consideraban que era poco menos que el guardián de las esencias del ca-
tolicismo y le añadían, además, una fama de teólogo conservador, fruto del des-
conocimiento de su figura
y su obra.

Tras acceder al papado en 2015, esos tópicos fueron cayendo al conocer mejor a la persona y su labor como cabeza de la Iglesia. A través de sus encíclicas pudimos comprobar la sólida formación teológica y filosófica, estudios que había finalizado a comienzos de los años 50 en la Academia de Frisinga y en la Universidad de Múnich.

Sus ensayos de teología sobre aspectos centrales del cristianismo son obras de
referencia en las principales facultades de teología y universidades del mundo. Y sus tres libros sobre la vida de Jesús, una demostración de cómo un gran sabio supo
llegar también al público
en general.

Benedicto XVI fue consciente de su delicada misión. En Caritas in Veritate escribió: “La crisis nos obliga a revisar nuestro camino, a darnos nuevas reglas y a encontrar nuevas formas de compromiso, a apoyarnos en las experiencias positivas y a rechazar las negativas”. Luchó por este ideal hasta donde las fuerzas le permitieron.

Recordaremos siempre su visita a Santiago en el Año Santo Compostelano de 2010, reiterando la vocación europeísta del Camino de Santiago. Su huella y su legado serán difíciles de olvidar.