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La música de los dardos

Firmas
Jesús Prieto
Peter Wright con uno de sus singulares ‘looks’. Foto: RS

Denise Riley habla en El tiempo vivido, sin su fluir de las distintas fases del duelo. Según la autora, cuando perdemos a alguien súbitamente, nos sumimos en un no-tiempo. El flujo temporal se detiene y tan solo podemos reconocer si un acontecimiento tuvo lugar antes o después de la fatídica fecha. Para explicar este proceso recurre al idealismo hegeliano. El sonido es capaz de sostenernos gracias a su secuencia. En el momento en que el sonido cesa, la continuidad se rompe y el ser cambia. Y eso es lo que ocurre tras la pérdida. El fin de las notas, de la rima, de la música. El fin del amor.

La banda sonora del Campeonato Mundial de Dardos de la PDC es el Chase the sun de Planet Funk. Peter Wright lo dejó de escuchar en 1995. Lo hizo tras perder en primera ronda del Campeonato Mundial de la BDO (anterior al de la PDC) contra Richie Burnett, a la postre campeón. El dolor de la derrota alejó a Wright de los dardos. El duelo lo introdujo en un no-tiempo de una década en que solo jugaba en las ligas locales de Inglaterra. Había dejado de bailar, de “correr como el viento persiguiendo el sol”. Había perdido la pasión.

Fue el otro amor de su vida, su mujer, quien consiguió que volviese a guiñar el ojo. Su cambio fue total, tanto por dentro como por fuera. Su ruptura con los dardos lo había convertido en alguien distinto que volvía más fuerte, más sabio y con un ritual místico.

Antes de cada partida, su esposa Joanne invierte dos horas en teñir y peinar su cabello. Lo hace con un estilo mohawk de vistosos colores a través del que Wright torna guerrero. Para los indios, pintarse es un acto transformador. Para los mohicanos, sus peinados muestran fuerza, espiritualidad y poder.

Wright cambió de orientación. Un giro de 180º para acumular tiradas perfectas de 180 puntos. Tres dardos al triple 20. Y así su regreso fue sobresaliente. Fue conquistando torneos, campeonatos y abiertos. En 2017 le ganó una final a Van Gerwen, hoy triple campeón mundial y digno sucesor de la leyenda de Phil Taylor (16 campeonatos mundiales), a quien Wright también venció. Hasta ese año había perdido diez finales seguidas contra números uno. El summum llegó en 2020. Se coronó campeón mundial. Y todo por volver.

Wright y Riley nos enseñan que volver no significa retomar lo viejo, lo que ya no vale o ya no está. Como dice Sabina, “al lugar donde fuiste feliz no deberías tratar de volver”. Volver significa seguir. Romper la parálisis del no-tiempo. La paradoja es que no podemos seguir hacia adelante negando lo de atrás. La mochila viaja con nosotros. Steven Hayes lo explica a la perfección: no tenemos un botón de borrar. Nuestra mente está operada por una calculadora que solo contiene sumas y multiplicaciones. Todo queda, nada se va.

Tardaremos tanto en avanzar como el tiempo que tardemos en asumir que el camino continúa. Eventualmente aparecerá algo o alguien con nuevas emociones. ¿Nos volverán a destrozar? Puede. ¿Estaremos mejor preparados? Seguro. Y eso es estar vivos. Y eso es el amor.

Lo dice Gardel en castellano: “Tengo miedo del encuentro con el pasado que vuelve a enfrentarse con mi vida”. Lo dice Curtis en inglés: “Love will tear us apart, again”.