Madre a los cuarenta

Mario Clavell

LAS madres del día paren cerca de los cuarenta años por primera vez; algunas por única y bastantes con fecundidad/maternidad asistida. Siete de cada diez parturientas en el CHUS pasan de los treinta y siete años; paralelamente los nacimientos en Galicia han bajado un 25 % (de 2.700 a 2.000) desde 2015.

Muchas han acudido a reproducción asistida. Pero esta es estresante, a veces falla y comporta a menudo aspectos éticos censurables: fetos –seres humanos concebidos– son abortados a lo largo del tratamiento.

La novedad buena es que en febrero el Parlamento aprobó la Ley de Impulso Demográfico de Galicia. En 109 artículos toca algunos palos que pueden quitar miedos a matrimonios a la hora de aportar vidas: impulso al medio rural, ayuda a familias, medidas para vejez activa, recuperación de talentos emigrados.

Se pensó durante un tiempo que el regalo de una canastilla con polvos talco, unos eurillos durante los primeros años, o un permiso de paternidad más largo favorecerían la natalidad. Poco lo logró. Deseo mucho que la nueva ley lo logre.

Procrear es una acción fisiológica y es una decisión moral. Alimentar, educar, vigilar, sanar un pequeño comporta generosidad, abnegación; damos gracias a nuestros padres. La procreación es ordinaria cuando cohabitan un hombre y una mujer. Y la tendencia hacia la paternidad es espontánea entre esposos.

Pero los padres necesitan un trabajo remunerado con el que alimentar a los cachorros, y eso no es seguro en España. Me gustará ser profeta fallido, pero la falta de trabajo retrae la procreación: en España cargamos con cuatro millones de parados (3.900.000); parado es el ciudadano en edad activa que busca explícitamente un empleo.

¡Ánimo a los matrimonios jóvenes! Tengan hijos, que tengan otros a su vez y que siga la vida pirulera. Mi madre me parió a los cuarenta años, cuando ya lo había hecho antes otras cuatro veces. Y yo salí más tonto que mis hermanos, pero no mucho más.