No era para eso

Firmas
Jaime Barreiro Gil

EL Estado de las Autonomías acabó incluyendo a todas las que se quisieron crear, algunas con una indiscutible base regional y otras ni siquiera, para que fuese posible dar viabilidad al reconocimiento de las prerrogativas que podían corresponderle a las que si tuviesen esa base, por haber dispuesto ya de una cierta institucionalización en el pasado, basada en el reconocimiento de una identidad singular, con historia y lenguas diferenciadas, que la propia Constitución quiso señalar como nacionalidades.

Creo que no hubiese sido posible articular el reconocimiento de los hechos singulares que representan las nacionalidades digamos que tradicionales, como lo son, por ejemplo, Cataluña, Euskadi y Galicia, sin hacerlo con el conjunto del Estado, aceptando incluso el nombramiento como tales de otras regiones. El reconocimiento de las nacionalidades en el seno de un Estado que no se configurase a sí mismo como uno descentralizado del todo, como lo es indiscutiblemente el español, haría imposible cualquier reconocimiento parcial de eso que se dieron en llamar hechos diferenciales.

Galicia, Cataluña y Euskadi, por ser concreto, nunca podrían haber logrado su reconocimiento como nacionalidades históricas sino en el seno de una España democrática y descentralizada, yendo con la propia descentralización hasta su totalidad territorial.

Lo que algunos propusieron en su momento, como una especie de federación entre Cataluña, Galicia y Euskadi por un lado y todo lo demás por el otro, con la denominación genérica de España para el resto, pero no para todos, además de ser imposible era una estupidez. Así, España, toda o lo que quedase de ella, nunca habría podido llegar a ser considerada como una realidad democrática.

La creación del Estado de las Autonomías es, por eso y al menos para mí, y sean cuales sea sus formas concretas, un acierto. Y por lo que digo, también sigue siendo una parte principal del carácter democrático del Estado Español.

Es decir: va en serio. Por eso me repugna su degradación en simple plataforma partidista, en favor de una simple disputa entre el Gobierno y la oposición estatales. Así sí que se configuran dos Españas, según se movilicen con ese mero criterio partidista las comunidades que están gobernadas por un partido y las que lo están por el otro. Ahí no hay ninguna singularidad.

Para eso no se creó el Estado de las Autonomías, sino para que en cada región se constituyese un Gobierno autónomo, es decir, para atender lo que le es propio y singular, no una simple correa de transmisión partidista. Esto es su perversión.