Nueva estrella vieja

Firmas
Mario Clavell

EL telescopio Hubble recibe luz de Earendel, esa estrellota que está a doce mil novecientos millones de años luz respecto de la Tierra. Necesitó ese disparate de distancia-tiempo para que la detecte Bubble. Sabremos algo más de lo que exhibe y oculta el cielo sideral. Es tan vieja que con seguridad la fuente de esa luz está extinguida; muerta, después de haber consumido sus componentes de helio, hidrógeno y litio.

También se mueren las estrellas. Mi bisabuela, la baba, tenía noventa años en 1950 cuando la conocí en Mataró y era lo más viejo que yo podía imaginar. Se murió la baba y explosionó Earendel. Una con noventa años, la otra con doce mil millones.

Nuestra época altamente tecnificada nos hace conocedores de montón de cosas cada poco, pero no nos hace más sabios por ello. La paz, la equidad, el amor, la trascendencia debe aprenderlas cada generación, cada persona. Y asimilarlas y ejercitarlas, tarea costosa.

El Hubble lleva treinta años haciendo fotos de estrellas y galaxias cada vez más distantes. Y el James Web, telescopio todavía mayor, emitirá desde junio información más profunda de Earendel y de otras bagatelas galácticas.

Simultáneamente debo salir a por el pan y atender antes los mensajes diarios de whatsapp: están la recuperación del sobrino Pepe y la de mi chaqueta extraviada. Zelenski defendiendo el mundo y la mitad de este atento a la bofetada de Will Smith. Lo patético y la sobresaturación informativa.

Somos minúsculos en ese mínimo astro parte de un pequeño sistema solar dentro de una galaxia no grande. Dice aquel ocurrente: “Si pudiéramos conocerlas, lloraríamos por las estrellas”. Dios es más grande y más cercano.