Reseña Musical

“Ópera, destino verismo”, por la Banda Municipal, en el Auditorio de Galicia

Ramón García Balado

Galas líricas para la Banda Municipal, dirigida por su titular David Fiuza Souto, en el Auditorio de Galicia-12´00 h.-, con la mirada puesta en las corrientes veristas, a excepción de “La forza del destino”, que no queda precisamente muy distanciada, para esta sesión integrada en el apartado “Sonarte”. El Verdi de “La forza del destino”, adulado entonces por los cargos ostentados, como artista de referencia en los años de la fundación del reino de Italia en 1861 y en los que había sido miembro del nuevo parlamento. Un Verdi que tendrá tiempo de arrastrar decepciones que condicionarán los tiempos venideros. En medio, el compromiso adquirido con la corte de San Petersburgo, que traerá como consecuencia esta ópera en 1862, marcando un lapsus que durará hasta los nuevos experimentalismos en el formato de la Grand Opéra francesa, cuyo resultado será el “Don Carlo”. El autor estuvo presente en el estreno de “La forza del destino” en el Teatro Imperial, una ópera que, a mayores, se ofrecerá un año después en el Teatro Real madrileño. Sus reticencias tendría con respecto a ella, por su insatisfacción con el libreto de su apreciado Francesco Mª Piave, encargando su revisión inmediata a Antonio Ghislanzoni, para una nueva puesta escénica en el Teatro alla Scala, de Milán. Partíamos en principio, de las aportaciones inverosímiles del drama “Don Álvaro o la fuerza del destino”, destilado del romanticismo español de Ángel de Saavedra, el duque de Rivas. Tendremos la “obertura”, según la instrumentación de Franco Cesarini.

Esa obertura que se convirtió en la página más popular de la obra, desgajada de la misma, para incorporarse como pieza independiente en los programas de orquestas. Esta ópera que se ofreció recientemente en las actividades de Amigos de la Ópera, de A Coruña, en versión de concierto, con la ”OSG” dirigida por Giuseppe Finzi, y la participación del “Coro de la OSG”, dirigido por su nuevo responsable, el contratenor Carlos Mena. Entre los roles fundamentales, destacaron la soprano Angela Meade- “Leonora di Vargas”-; el barítono Borja Quiza- “Carlo di Varga”-; el bajo Luiz Ottavio Faria- “Padre Guardiano”-; la mezzo Ginger Costa Jakson- “Preziosilla”-; el tenor Alejandro Roy- “Don Álvaro-; el barítono Luis Cansino-“Fra Melitone” o las aportaciones en otros papeles de Mónica Redondo, Alejando Baliñas, Moisés Marín y Gabriel Alonso. Queda pendiente en la programación, el barroco de gran altura por “Ariodante”, de G.F.Händel, que ofrecerán “Il Pommo d´Oro”, el día 9 de noviembre, en versión semiescenificada.

Una suite sinfónica en arreglo de Christiaan Janssen, de “La Bohème” de Puccini, universal paradigma del verismo, a partir de libreto de Luigi Illica y Giuseppe Giacosa, elaborado desde el relato de Henri de Murger “Scénes de la fie de bohème”, una garantía de éxito, recibido con gran alborozo en el Teatro Regio de Turín, en febrero de 1896. Para el autor, evocaciones de sus años de estudiante en Milán, plasmados con una vaga nostalgia. Para mayor abundamiento, dentro de estas corrientes veristas, la sombra estimulante de Leoncavallo, quien también andaba a vueltas con una temática parecida. Puccini sabrá dotarla de elementos esclarecedores, como el tramado elaborado a partir de típicos “Leit-motive” , que contribuían un encadenado de la secuencia de los números musicales, pero en su conjunto, esas virtudes lograrán apuntalarse gracias a páginas como las arias de “Rodolfo”- “Che gélida manina!”- o “Mimi”- “Si, mi chiamano Mimi” y el dúo de ambos “Oh! soave fanciulla”. El coro “Arancim daterri!”, el vals-aria “Quando men vo soletta per la via”, de ”Musetta”, asistida poe “Alcindoro”, “Marcello” y demás colegas. El dúo de los protagonistas “Dunque è propio finito”, que se convertirá en cuarteto; otro notable dúo mantenido por “Marcello” y “Rodolfo” “In un coupé”. Hacia el final “Dormi, riposa”, en un concertante de conclusión, gracias a un trabajo de orquestación que confirmará las luces veristas.

Amilcare Ponchelli, con su única ópera que consiguió mantenerse en cartel, es decir “La Gioconda” y de la que se toma la muy popular “Danza delle ore”, en transcripción de Victorino Echevarría:”Le ore dell´aurora”; “Le ore del giorno”; “Le ore della será” y “Le ore della notte”, una ópera destinada a Milán y con un personaje que articula este drama lírico como es “La Gioconda”, una portentosa soprano dramática, a partir de un libreto poco agradecido, con el agravante de pertenecer a Arrigo Boito, sobrado de excesos melodramáticos que no consiguen cuajar. Curiosamente, la ópera consiguió sobrevivir, a pesar de una clara influencia de Verdi que no logrará asimilar en la medida de lo esperado. Ponchielli, pues, en un ejercicio voluntarioso, que anticipa un verismo a las puertas de consolidarse. Estamos en el cuadro segundo del tercer acto, ubicados en el Gran salón del palacio, en el que “Alvise” recibe a los invitados, acompañándoles a contemplar el festejo y mientras se desarrolla el ballet que nos afecta, “Danza delle ore”, esperando la entrada de “Barnaba”, arrastrando a la “Cieca”, la madre ciega de “La Gioconda”.

Nuevo Puccini, con la suite sinfónica de “La Fanciulla del West”,en arreglo de un habitual en los programas de la Banda Municipal, Johan de Meij, el viejo Oeste que en definitiva no satisfará al compositor, a pesar de las primeras excelentes impresiones recibidas tras asistir a una puesta escénica de la obra de teatro “The Girl of the Golden West”, de David Belasco, un motivo que le animaría su trabajo operístico, que tendría su estreno en el Met neoyorquino, en 1910. De nuevo un argumento difícilmente sostenible, que arrojará sus permanentes dudas. El estreno con Arturo Toscanini, el mítico maestro, vino a desmentir las sospechas, tras un período insatisfecho de continuas revisiones, en medio de acontecimientos personales puramente biográficos, entre los que figuraron enfrentamientos con su compañera, con el editor Ricordi y el autor del drama, David Belasco. Una partitura ciertamente compleja, forzada por una dudosa inspiración melódica y un reparto excesivo, en cuanto al número de personajes