Pero cuánto autobús...!

Firmas
Luis Caramés

SOMOS un país de muchas parroquias, desvaída circunscripción que ha dejado el protagonismo a municipios y entidades singulares de población, interpretando sobre el terreno la dispersión, y aún la diseminación, de una Galicia muy envejecida. Pero aquí y allá, en una especie de lenta consunción, subsisten personas que necesitan ir de un lado a otro, planteando problemas para los sistemas públicos de transportes.

Galicia, con sus miles de caminos, cientos de carreteras y no pocas autopistas y autovías, amén del ferrocarril, es un complejo campo de operaciones para los diseñadores de los modos de movilidad. En especial, del dedicado al de viajeros, hoy confundido –en el sentido de mezclado– con el escolar, a su vez derivado, en su capilaridad, de una manera de entender la oferta educativa, que ha creado, como casi todo en la vida, beneficios, desventajas, intereses y perplejidades.

El asunto es que, si uno hiciese caso a lo que se oye por parte de la gente que usa con frecuencia el transporte por carretera, se alarmaría. Porque hoy no sólo hay equipos técnicos competentes, dotados de medios de última generación, que no pueden rediseñar líneas que surquen el mar, por más que la ingeniería pudiera conseguirlo, pero no estamos en tierra de palafitos, o que alguna empresa que presta servicios exclusivamente en una provincia, se encuentre con que ciertas líneas concluyan en otra.

O que quienes conducen, compartan con los viajeros su perplejidad ante modificaciones que juzgan absurdas, o que desconozcan las paradas, sumándose a la de sus clientes, al observar que no se han puesto indicadores ni en las antiguas ni en las nuevas, por no hablar de los pecados que sueltan los empleados cuando les mentan subrogaciones y otros derechos.

Pero repito que es lo que escucho a usuarios, que seguramente exageran, pues no hay cambios profundos sin incomodidades transitorias. Y por encima se le ocurre nevar, con lo que algún que otro autobús tiene que circular con mucho retraso, sin que nadie avise a los potenciales usuarios que se congelan en las paradas o en las estaciones, como si no estuviesen inventados los teléfonos móviles. Y la gente sin valorar adecuadamente la oportunidad de disfrutar durante horas de fantásticos paisajes.

Lo que sí sé, es que hay muchos más autobuses por las carreteras, aunque también se critica que algunas líneas sólo existan en el papel, porque no están funcionando. Pero veo autocares modernos, que parecen cumplir con todas las exigencias, entre las que se incluyen las adecuadas condiciones de seguridad, higiene y salubridad.

En poco tiempo, ya no habrá ninguno que suelte bocanadas de humo negruzco por su tubo de escape, tanto, que incluso dejan en la más densa niebla artificial a algún que otro agente de la autoridad. No mucha, la verdad.