RESEÑA MUSICAL

Plácido Domingo en el “Xacobeo 99”

Ramón García Balado

El tenor madrileño tuvo el honor de clausurar el “Xacobeo 99” en una gala desde A Praza do Obradoiro, cerrando la convocatoria del “Xacobeo 99”, en la que se hizo acompañar por la soprano Ana María Martínez, una de las ganadoras del concurso que el artista promueve, “Operalia” y que supondría la consolidación de actividades mano a mano, una confirmación de la confianza que mantendría con ella, en especial en conciertos en esta línea, como el dedicado a un programa genuinamente español desde el Teatro Real. Les acompañaba entonces el Coro de la Comunidad de Madrid, dirigido por Miguel Groba y la Orquesta de la Ópera Nacional de Sofía con Eugene Kohn. Por el “Xacobeo 99”, habían pasado profesionales de la tierra, en obligado compromiso. El “Orfeón Terra a Nosa”, de Miro Moreira, ofrecieron “Ante las ruinas de Oradour-sur-Glane”, de José García Román, con la “O.F. de Brno, dirigida por Oliver von Dohnányi, en una sesión anunciada como “Homenaxe á Esperanza”. La “RFG”, en A Quintana y la tutela de Andreas S. Weiser, estuvo al servicio de Mstislav Rostropovich, para el “Concierto en Do M.”, de F.J.Haydn, para repetir cuatro días después con Maximino Zumalave, en una sesión que elegía “Pedro y el lobo”, de Sergei Prokofiev, teniendo como narrador a Alberto Comesaña, en una atención al púbico infantil. Una tercera presencia de la ”RFG”, llevaría a Lugo y Ourense el oratorio “La Creación de F.J.Haydn, con el maestro Helmuth Rilling y sus “Gachinger Kantorei Stuttgart”, destacando como solistas la soprano Christiane Olze, el tenor Rulf Ramei y el bajo Gerald Finley.

Una soprano de confianza y en promoción, en especial para esta cita estival que cubriría un ciclo de varias temporadas, antes de preparar el espacio para el “Festival Via Stellae”, con planteamientos claramente distintos. Plácido Domingo, una autoridad mediática indiscutible, llegaba a cartel completo, elaborado sobre un programa versátil cara a un público presto a entregarse. Daniel Snowman, autor de obras enciclopédicas como “The Gilded Stage. A Social History of Opera”, afortunadamente publicada en nuestro país por la editorial “Siruela”, le había dedicado una aceptable monografía, “The World of Plácido Domingo”, que tuvo edición española de “Versal” y en la que analiza al personaje en una perspectiva detallada, tanto en lo vocal como en lo personal. Diría de él, por tomar un detalle en un par de lineas: “El timbre es más opaco, más rico y pastoso que el tono melifluo de Pavarotti; quizás más nasal, pero menos ”stretto” que el de su famoso rival, Mientras que Pavarotti se impone sobre el conjunto de la masa orquestal con un timbre tenso, vibrante y nítido, al modo de una flauta o un oboe, Domingo se combina y armoniza como lo haría la trompa, a menos que la partitura requiera la independencia de la trompeta, en cuyo caso, Plácido Domingo dispone de recursos para ello. Si queremos comparar su voz con un instrumento musical, diríamos que se asemeja al sonido del violonchelo, muy abombado, vibrante, denso y pastoso”.

La gala en O Obradoiro”, había resultado un ramillete de páginas previsibles: para el tenor, “Ch´ella mi creda libero e lontano”, de “La fanciula del West”; “Prasti nyébésnoye”, de “La Dama de Picas” (Pique Dame), de Piort I. Tchaikovski; “Sento avampar nell´anima”, de “Simon Boccanegra” de Giuseppe Verdi, al que seguiría la frecuente obertura de “La forza del destino”, confiada a la “Orquesta de la Ópera Nacional de Sofía”. Entrelazadas con las voces siguiendo la norma del necesario relajamiento, otras piezas elegidas, obraron en beneficio de la formación que dirigía Eugene Kohn, y así pudieron escucharse la obertura de “Candide”, de Leonard Bernstein, con los apuntes jazzísticos que caracterizan al autor y renovador del musical por excelencia, plasmado en su manifiesto musical por antonomasia que es “West Side Story”. Quedaba para el tenor, el punto zarzuelístico con “No puede ser!”, de “La tabernera del puerto”, de Pablo Sorozábal.

La soprano acaparó sus apetencias partiendo de Gioacchino Rossini en una de sus ópera preciosistas, siempre mimada en recitales, hablamos de “Il barbiere di Siviglia” y el aria embriagadora “Una voce poco fa”. El verismo pucciniano, para cambiar de talante, en concreto por “La Bohème”, tomando “Donde lieta usci”. Aire de zarzuela con la romanza “De España vengo”, de ”El niño judío”, del maestro Pablo Luna. Ambos a la par, tenor y soprano, “Già nella notte densa”, tensa y profundamente dramática del Verdi de “Otello”, también y del “Faust” de Charles Gounod, “Il se fait tard, adieu!”, con el florón de Moreno Torroba, en “Luisa Fernanda”, con “De mi tierra extremeña”, al que había precedido el Bernstein de “Tonight”, precisamente del musical “West Side Story”. El tenor, acompañado del “Coro de la Comunidad de Madrid”, aportaron “O Souverain...”, de “Le Cid”, de Jules Massenet, reservándose el propio coro, como no podía ser menos, el “Va pensiero”, del “Nabucco”, de Verdi.