Quinta entrega del ‘Manuscrito Guerra’

Firmas
Ramón García Balado
Manuel Vilas, arpista y director del ensamble Ars Atlántica. Foto: ECG

manuel vila nos deja con Ars Atlántica un nuevo eslabón del Manuscrito Guerra, compendio de música vocal profana que puede relacionarse con otras piezas que han hecho las delicias de las tonadas extraídas de obras de zarzuela barroca como Los celos hacen estrellas, de J. Hidalgo y Vélez de Guevara; El templo de Palas, de Hidalgo y Avellaneda; Lides de amor y desdén, de Cristóbal Galán y Diamante; o Vendado es amor, no es ciego, de José de Nebra, que el 20 de septiembre se ofrecerá en la programación de Amigos de la Ópera, de A Coruña.

Manuel Vilas, valiéndose de un arpa de dos órdenes, se había incorporado al Primer Festival de Música de Compostela e os seus Camiños Vía Stellae 2006, con un programa, Luz e Norte. Música española para arpa de dúas ordes, a repartir entre la Igrexa de San Miguel de Agros y la Capela da Madalena, en Arzúa (Camino Francés), con piezas de Lucas de Ribayaz, A. Brocarte, J. Jiménez, Diego Fernández de Huete, Antonio Martín y Coll, Bernardo de Zala y un anónimo de la Catedral de Tui, adaptación de una Pastorela de Arcangelo Corelli.

Penúltima de la serie de las cantatas profanas del Manuscrito Guerra, un trabajo llevado a cabo por el grupo Ars Atlántica, que dirige el arpista Manuel Vilas, cuyas primeras entregas se habían realizado con la soprano Isabel Monar y el tenor Juan Sancho, contando para esta oportunidad con el barítono José Antonio López, cantante conocedor y dominador de los medios vocales expresivos idóneos por el conocimiento de las formas musicales del período a tratar. Ars Atlántica, en esta ocasión, está integrado, junto al barítono, por el director y arpista Manuel Vilas y el clavecinista Bruno Forst, organista también, y al que seguimos con fortuna dentro de los ciclos dedicados al órgano.

El Manuscrito Guerra, con signatura 265, se halla en la Biblioteca Xeral de la Universidade de Santiago, recibiendo precisamente el nombre por su recopilador José Miguel Guerra (1646-1722), miembro de la Capilla Real desde 1677 hasta 1680. En resumen, una recopilación de música vocal profana española de mediados del XVII, serie de tonadas descubiertas hace no muchos años por Álvaro Torrente y Pablo Rodríguez, dos musicólogos que publicarían en 1998 un trabajo especializado en la Journal of the Musical Association. 111 folios que reúnen 100 piezas anónimas para voz y continuo, excepto dos en los que el copista omite el nombre de los autores, aunque, en realidad, algunas de las piezas aparecerán en otros manuscritos y que pueden atribuirse a piezas de músicos conocidos: Juan Hidalgo, José Marín, Juan de Navas, Cristóbal Galán, Juan Del Vado y Matías Ruiz. Carece de fecha y dedicatoria, lo que complica su datación. Es en el primer folio donde se puede leer: ”Joseph Myguel de Gerr, Escriptor de la R. Capill, de su majestad escribió este libro”, lo cual invita a pensar que fue copiado en los dos años en los que J. M. de Guerra ejerció su oficio como copista musical de la Capilla Real.

si durante la primera mitad del siglo XVII abundaban los tonos polifónicos, en la segunda tendrán mayor protagonismo los tonos para voz solista y acompañamiento continuo- como en este caso-, mayormente para guitarra o arpa, los predominantes, aunque no se excluyan otros , como los de tecla, uno de los cuales aparece en esta entrega. La intención de la grabación de la integral de los tonos del manuscrito viene a ser la muestra del espectro interpretativo, dentro de las propuestas las amplias, ateniéndose a su valor histórico. Es de suma importancia la presencia del arpa de dos órdenes, elemento fundamental de la elaboración en curso, junto a instrumentos como un clavecín flamenco, un facsímil de principios del XVII, conservado en la Catedral de Segovia, reafirmando la relación con el mundo sonoro hispánico, además de tiorbas, laúdes, etc... El arpa de dos órdenes, imprescindible para este barroco español, dispone de varias fuentes constatables: manuscritos musicales, iconografías, referencias literarias, especialmente en poemas y crónicas de la época. El manuscrito, en esta quinta entrega, nos deja dentro de la serie de tonos, cuatro de Juan Hidalgo, tres de José Marín, diez anónimos y una única obra que supuestamente se asimila de Matías Ruiz.

Temática profana, de ahí el nombre de ”tonos humanos”, se atiene a la inspiración de amores no correspondido, entre sufrimientos y gozos no correspondido; recurrencia al ámbito mitológico, con evidente aproximación a las Metamorfosis de Ovidio, y otras provenientes de las grandes mitologías. Textos y música entreverados con una proverbial personalidad y con arraigo hispano, distanciado de dependencias foráneas. La estructura común presenta un estribillo con un cierto número de coplas, apoyándose en la aplicación de los textos, dentro de un juego de ritmos, retóricas, acentuaciones, tempos, texturas y colores. Beneficiado sale el cantante, además de exigido por las precisas cualidades de cada tono, como observamos en las entregas anteriores, e igualmente los instrumentistas, atentos a las demandas de cada piezas, un total de 18 en este registro y que, a modo de vista fiable, nos quedaremos con algunos de esos “tonos humanos”.

el segundo, ‘recelos cuidadados’, de Juan Hidalgo, un tono teatral procedente de la representación de dos jornadas de Juan Vélez de Guevara Los celos hacen estrellas. Se encuentra en el primer acto y es cantando por el personaje Amor, que nos advierte de los peligros de caer en sus redes y de las ventajas de rendirle adoración. El cuarto, ¿Qué quiere el Sol en el monte?, centrado en el astro Sol, rey de la naturaleza como representación del fuego de la pasión que hace derretir la nieve, equivalente de la frialdad del amante. El sexto, Por no merecer, un anónimo, que comienza con unos pasacalles del arpista Diego Fernández de Huete, autor clave de la música instrumental española del XVII, especialmente en el repertorio de arpa barroca. Era habitual en las interpretación de los tonos utilizar como introducción algún pasacalle o pieza instrumental.

El séptimo, Aquella sierra nevada, una joya de José Marín, tono que debió de ser enormemente popular en su tiempo ya que aparece en otras fuentes coetáneas. Encontramos una descripción de varios elementos de la naturaleza: ríos, sierras, montes, como ejemplo de la condición mudable del mundo; solo los males del amante permanecer constantes. A las peñas las penas, anónimo, comienza con una introducción al clave, reflejo de la práctica histórica de introducir pasacalles e intervenciones instrumentales en los tonos. Pues de la beldad que adoro es una de las grandes joyas inéditas del manuscrito. Un texto y una música de gran belleza logran una perfecta conjunción entre ambas, para expresar el eterno tema del amante que solo encuentra gozo y dicha en el sufrir de amor. Al aire se entregue, Juan Hidalgo, el autor con mayor presencia en el Manuscrito Guerra, con 28 piezas. Este tono pertenece también a Los celos hace estrellas, siendo Isis, hija del rey de Argos, quien lo canta en el segundo acto, cargado de figuras retórico-musicales. Un anónimo, Ya, madre del ciego dios, completa la serie, tono que hace referencia al episodio mitológico centrado en el triángulo amoroso formado por Venus, Adonis y Marte. Como complemento instrumental, Manuel Vilas emplea un bajo de chacona.

Manuel Vilas, como integrante de La Galanía, formación compartida con Pierre Pitzl (guitarra barroca), Jesús Fernández Baena (tiorba), Pablo Prieto (violín), David Mayoral (percusión) y la soprano Raquel Andueza, probaron las mieles de los bailes cantados en el trabajo El baile perdido, según asesoramiento de Lisa Paglin y Marianna Brilla, del New Voice Studio. Curioso ejercicio de combinación de música, poesía y contorsiones, con acompañamiento de palabras obscenas, actitudes provocativas por sus gestos, propios de las bailarinas en actitud descarada, con un vocabulario a la altura de las pretensiones.