Señorías, tenemos que comportarnos

Javier Guerra

UNA de las grandes bondades de la democracia es que escucha a todos, incluidos sus enemigos. Pero una sociedad que opta mayoritariamente por un sistema democrático sostenido en un texto constitucional, como es el caso de España, tiene que defender y exigir el cumplimiento y respeto a los contenidos de ese texto fundamental.

Y es este texto el que define cómo deben funcionar formalmente los poderes públicos y, sobre todo, las cámaras en las que tenemos el honor de representar a la ciudadanía. La pérdida de las formas en este ámbito no es sólo un desafío a la democracia, sino también una falta de respeto a la ciudadanía.

Y he de confesar que, en los últimos tiempos, el comportamiento de algunos de estos representantes públicos me ha provocado desilusión, vergüenza y también una cierta sensación de fracaso. El otro día, una señoría , con funciones ejecutivas en el Gobierno de Sánchez y con funciones de representación en el Congreso de los Diputados, se ha atrevido a decir públicamente y en alta voz que, desde el principal partido de la oposición, sostenido por millones de españoles, se defiende “la cultura de la violación”. Lo han escuchado nuestras diputadas y senadoras, pero también nuestras hijas, nuestras madres, nuestras amigas... Y ella lo ha podido decir amparada en el muy minoritario apoyo en el que se sostiene. Porque ese modelo al que se opone, se lo permite.

Incluso aceptando el matiz ( injustificable) con el que quieren justificar tal exabrupto, no es el significado último de la frase lo que ofende, porque es sencillamente una mentira, como todo el mundo sabe ver, sino su intención, que no es otra que la de desestabilizar y alimentar la crispación que sostiene a los extremos. No es un mensaje bienintencionado para el progreso de la sociedad, sino un artefacto explosivo con la intención de debilitar un modelo en el que no creen.

Y lo hizo esta señora apenas unos días después de haber sido blanco de otro comentario inaceptable sobre su vida personal. Porque los extremos, los que no son demócratas, están cómodos en la barbarie del ojo por ojo.

Y en ese contexto , la Presidencia de las Cámaras debería de ejercer su papel de “neutralidad activa” con eficacia , equilibrio e independencia sin tomar parte de una forma injustificada y partidaria

En todo caso, los diputados y senadores de bien no debemos caer en esas provocaciones. Ese no es nuestro lenguaje ni la noble vocación con la que asumimos la responsabilidad de representar a la ciudadanía. Esa forma de obrar en las cámaras que representan al pueblo español es querer convertir al pueblo español en eso. Y el pueblo español no se merece ser reflejado en ese espejo.

Señorías, compórtense.