Sí, pero no

Jaime Barreiro Gil

QUE se reúnan varios presidentes regionales, que comparten algunos de los problemas que hoy muestra el Sistema de Financiación de las Comunidades Autónomas, en lo que tiene que ver con las circunstancias demográficas –especialmente los vaciamientos interiores y, algunas, como Galicia, también la dispersión espacial de los núcleos habitados–, no debería extrañar a nadie. Incluso diré que no sólo es bueno que lo hagan, sino que lo es menos que no sea más a menudo.

Pero estas reuniones hay que hacerlas como es debido. En primer lugar, el asunto de que se trata es uno de los más centrales del mentado Sistema de Financiación de las Comunidades Autónomas, que, al menos en cuanto a la solución que pueda tener, sino también a su propio planteamiento, demandará, de manera totalmente inexcusable, un consenso pleno de la Conferencia de Presidentes, que es como se llama hasta ahora el único órgano conjunto en el que están representadas todas las comunidades.

Luego, claro, sería igualmente necesario el acuerdo del Gobierno central, aunque sólo sea, ya no por formar parte principal de la misma representación, sino también porque es al que se le piden decisiones financieras determinantes. Se trataría, pues, de algo más que mera cortesía.

Siendo así, quizá hubiese sido más correcto que estos que se han reunido en Compostela hubiesen intentado, primero, que estuviesen presentes también los presidentes que no han venido. Todos, vamos, los diecisiete.

Y luego, la adecuada representación del Gobierno, además de por lo ya dicho, porque sería algo más que difícil de explicar una reunión de la trascendencia de esta de que hablamos en su ausencia, que hasta podría ser dicho, para empeorar las cosas, a sus espaldas. No sé si ello rondaría la deslealtad institucional, pero sí desde luego que sería tontería.

Por último, y aunque pueda parecer que no tiene tanta trascendencia, también parecería más acertado que una reunión como esta no se hubiese celebrado ni en Compostela ni en ningún otro sitio, sino en el Senado de España, que, aunque aún no lo sea, debe seguir avanzando –con su profunda reforma, claro– hacia su condición constitucional de Cámara de Representación Territorial. Si no está para acoger reuniones como estas, ¿para qué lo queremos?

Al haberlo hecho como se hizo, pues, le doy yo un sí, pero no. Semeja que no estamos a la altura de nuestros propios proyectos compartidos, como creo que lo es el del desarrollo y fortalecimiento del Estado de las Autonomías, que es casi tanto como decir de la propia España democrática. Sin atajos ni desvíos.