Signo de contradicción

Firmas
José Fernández Lago

es bastante común que las personas diverjamos en nuestras apreciaciones. Cierto que quienes detentan el poder, intentan que las voces de los que disienten de ellos no se lleguen a oír. Surge, sin embargo, de vez en cuando una especie de profeta, que, sin miedo a las represalias, les echa en cara su proceder. De ordinario los medios que tienen a mano los que mandan, tratan de hacer ver que quienes disienten han provocado la división en su misma familia.

Pero esa apreciación no suele ser la más justa. La 1ª lectura de la Misa de esta tarde y de mañana por la mañana (por la tarde se celebrará la Vigilia de la Asunción de la Virgen) presenta a los príncipes de Judá aprovechándose de la dejadez del rey Sedecías para terminar con Jeremías en un aljibe, donde, sin alimentos, le esperaría la muerte. Al fin un siervo del rey acude a este y consigue el permiso para sacarlo de allí.

El Evangelio presenta a Jesús manifestando que ha venido a “traer fuego a la tierra”: el Reino de Dios, que es como una semilla, pero que debe alcanzar su plenitud. Al presentar la Biblia el entorno divino como “de fuego”, para afirmar que traslada el Reino de Dios a la tierra dice Jesús que trae fuego. Como acontece tantas veces a los profetas, Jesús es “signo de contradicción”, pues la fe no es, ni mucho menos, cosa de todos... La Carta a los Hebreos nos mueve a despojarnos de lo que nos estorba, para correr la carrera que debemos llevar a cabo, fijos los ojos en Jesús.

Él renunció a las inmediateces alegres y soportó la cruz, sin miedo a la maldición que esa muerte significaba, y fue resucitado por el Padre y sentado a su derecha. Nosotros debemos fijar nuestros ojos en el que inició y completa nuestra fe: en Jesús, el Señor.