Y Nerón tocando la lira

Firmas
Juan Salgado

CON la que está cayendo en la economía y sus letales consecuencias en el incremento de situaciones de pobreza en tantos domicilios gallegos, con una cada vez más asfixiante Administración autonómica que todo lo eterniza e imposibilita desde el ominoso reglamentarismo emanado del casón del Hórreo, junto a la parálisis del Gobierno central tanto en la facilitación de desarrollo de los fondos europeos Next Generation como en la aplazada actualización del plan de financiación de las autonomías, que Bloque Nacional Galego y el Partido dos Socialista de Galicia-PSOE saquen a pasear el trampantojo de la reforma del Estatuto sonaría a cuchufleta sino fuera porque pone en evidencia, una vez más, la abismal diferencia que existe entre las preocupaciones ciudadanas y los divertimentos políticos. Es decir, los mundos de Babia en los que se mueve el discurso oficialista.

Como cada año repite efemérides, la conmemoración del 86 aniversario de la aprobación por plebiscito del Estatuto de Autonomía de Galicia del año 1936 reavivó el debate político sobre la actualización y reforma del actual, en vigor desde 1981. En 2023 será lo mismo, sólo que en su 87 aniversario.... y así cada año, en cadencia interminable.

Se constata, es cierto, como denuncia la oposición, la persistente inhibición de la Xunta –trece años– a la hora de negociar hasta el máximo legal posible la transferencia de competencias que el Estatuto contempla. Una necesidad, y por tanto también urgencia, que no se considera tal en San Caetano, quizá porque tristemente la mies competencial ya transferida es demasiada carga para una plena optimización desde el poder autonómico.

Nadie en su sano juicio aconseja desestimar las oportunidades que en favor del autogobierno de una comunidad autónoma posibilita la Constitución. Hacerlo cuando las urgencias económicas tensionan la convivencia social hasta límites de difícil control y que por ello mismo precisan de todas las inteligencias y voluntades puestas en la resolución del problema es un intolerable ejercicio de distracción que la ciudadanía no se puede permitir.

Sobre todo, cuando los pretendidos remedios de ayudas y subvenciones habilitados no son más que un engañabobos dada la limitación en el número final de supuestos beneficiados y la aleatoria distribución de los mismos que desvirtúan su otorgamiento. Ocurre con las ayudas a los jóvenes para alquiler, las subvenciones rehabilitadoras o de mejora energética de las viviendas, los bonos turísticos... y hasta con las entradas a conciertos. Por absoluta desidia de una hipersaturada Administración se otorgan a los primeros que lo solicitan –a veces en pocas horas y con serias sospechas de intolerable privilegio– en vez de hacerlo en relación directa con las mayores necesidades de quienes los demandan. Una aborrecible práctica administrativa que lejos de atenuarse crece exponencialmente. Y la oposición..., en sus pasatiempos.

Como testimonio de la desidia en el ejercicio de las responsabilidades políticas la tradición nos legó la imagen –más ejemplarizante que fidedigna– de un Nerón tocando la lira mientras Roma ardía por los cuatro costados. Pero, lo dice el proverbio, toda comparación es odiosa ¿no?