Desplazados. Tras años de litigios, Varsovia expropió un complejo de edificios soviéticos que estaba abandonado desde hacía décadas y que ahora se entregará a la comunidad ucraniana que escapa del terror del Kremlin TEXTO Miguel Ángel Gayo Macías

Esperanza para refugiados de Ucrania en un ‘nido de espías’

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Miguel Ángel Gayo
Nueva vida. Una niña ucraniana en un autobús en el cruce fronterizo de Medyka (Polonia). Foto: C. Soeder

Tras muchos años de litigios, la ciudad de Varsovia ha expropiado un complejo de edificios rusos bautizado como “el nido de espías” soviético, que permanecía abandonado desde hacía décadas y que ahora se entregará a la comunidad ucrania que huye del terror del Kremlin.

Protegido por muros y alambradas, vigilancia privada y sobre todo por un aura de misterio y temor cultivada durante décadas, este grupo de torres de diez plantas de granito situado en el distrito diplomático de Varsovia fue, desde su construcción en la década de 1970, peculiar.

Además de contar con un sistema autónomo de calefacción, electricidad e incluso su propia purificadora de agua, el “nido de espías”, que sirvió como hotel y residencia para diplomáticos soviéticos y personal enviado por el Kremlin, como arquitectos, comisarios políticos y, probablemente, espías, albergaba una red de túneles subterráneos sobre los que circulan multitud de leyendas. Ahora una decisión judicial motivada por unas deudas que ascienden a varios millones ha permitido que su propiedad pase de la Federación Rusa al ayuntamiento de Varsovia.

Su alcalde, Rafal Trzaskowski, tomó posesión del lugar el pasado lunes en un acto simbólico al que asistió el embajador ucranio en Polonia, Andrii Deshchitsa, pues, según se anunció recientemente, el complejo residencial se destinará a viviendas para refugiados y posiblemente a un centro cultural ucraniano.

Según cuenta a Efe por teléfono, Zofia, que vivió sus “casi cien años” muy cerca del “nido de espías”, fue una de las pocas personas no soviéticas que pudo visitar habitualmente la urbanización, gracias al padre de un amigo que conocía al corresponsal del antiguo diario “Pravda”.

“Era excitante entrar allí, para una fiesta, una tertulia o simplemente para pasear por un lugar que imponía mucho”, manifiesta, recordando que “una veía a gente con trajes o uniformes militares por los pasillos y no sabía quiénes eran, pero daba un poco de miedo... la atmósfera no era acogedora, más bien fría”.

“Casi siempre volvía con algún regalo: arenques ahumados, chocolate, vodka ruso, café, halva (pasta de frutos secos), y yo no podía evitar ver ese lugar como una isla de abundancia y exotismo”, agrega asimismo.

El uso de la peluquería, el gimnasio, el cine o las saunas que había en el recinto estaba dedicado exclusivamente a los residentes del “Club 100”, llamado así por la dirección, calle Sobieskiego 100, donde se encuentra este histórico lugar.

Algunos curiosos se aventuraron a penetrar en el “nido de espías años después de que fuese abandonado, sin aviso previo por parte de Rusia, en algún momento de los años 90.

En vídeos y fotografías hechos públicos se pueden ver periódicos rusos de hace décadas, calendarios amarillentos colgados de las paredes, algunos muebles de oficina cubiertos de polvo y, en una habitación subterránea, lo que parece ser una centralita telefónica que bien pudo servir para hacer llamadas a Moscú y, según rumores, para espiar a los propios inquilinos del complejo.

Las autoridades rusas han denunciado la expropiación del “nido de espías”, cuyo valor en el mercado inmobiliario podría alcanzar varios millones, como una “flagrante violación del derecho internacional” destinada a “alimentar la rusofobia”.

Por su parte, el embajador ucraniano en Varsovia se mostró deseoso de “entrar y colocar una bandera ucraniana” en la azotea del edificio central de la urbanización, “pero”, como indicó, esperará “a que se arregle el papeleo porque yo no soy como los rusos, yo respeto la ley”.

El caso del “nido de espías” no es único: en la capital polaca hay otros 21 edificios cuya propiedad desempeña aún Rusia, como heredera de la antigua Unión Soviética, y cuya existencia es la materialización de un pasado que la mayoría de los varsovianos quieren finiquitar, tanto simbólica como literalmente.

Entre los inmuebles hay una antigua escuela secundaria en una de las mejores calles de la ciudad y que funcionó hasta hace pocos meses, un edificio de oficinas, un palacete cercano al palacio Belwedere, residencia oficial del presidente Andrzej Duda, un parque de cuatro hectáreas e incluso un complejo vacacional a unos kilómetros de Varsovia.

La situación más complicada, sin embargo, es la del edificio que actualmente alberga a la embajada ucraniana, en la calle Szucha, que fue adquirido por Moscú justo al acabar la Segunda Guerra Mundial y poco después cedido al Gobierno comunista polaco. Actualmente el Kremlin reclama su propiedad.

En medio de esta polémica, exacerbada por la guerra de Ucrania, el ayuntamiento de Varsovia ha presentado una instalación artística que autoriza a un grupo de artistas a pintar 60 metros de acera -entre ellos los situados frente a la embajada rusa- con murales.

Entre las obras ya acabadas destacan las palabras “Slava Ukraini”, o “gloria a Ucrania”, el lema con que cierra todas sus intervenciones públicas el presidente de ese país, Volodímir Zelenski, pintadas con los colores de la bandera ucrania por los más de 20 metros de calzada.