Monstruos gallegos que mataron a los hijos para vengarse de sus exparejas

Nuestra comunidad no es ajena a sucesos como el ocurrido en Tenerife // En lo que va de siglo se vivieron sucesos espeluznantes rotagonizados por hombres que actuaron con violencia extrema // Querían hacer el mayor daño posible a las madres
Antonio P. Fidalgo
Ana Sandamil Novo en una celebración familiar Foto: EP

“No vas a volver a ver a las niñas jamás. Ni a ellas ni a mí”, fue uno de los amenazantes mensajes que el canario Tomás Gimeno envió a su exmujer justo cuando debía entregarle a las hijas que tenían en común, Anna, de 6 años, y Olivia, un bebé de solo uno. El hombre desapareció y se llevó con él a las pequeñas. Un caso de manual. Venganza contra la madre a través de lo que más quiere: sus hijas. Es la forma de proceder de demasiados padres cuando se produce la ruptura entre una pareja.

Tenerife, toda España, estuvo en vilo desde el 27 de abril, más de cuarenta días, con la esperanza de que se produjera un milagro pero al final, como suele ocurrir en la mayoría de estos casos, se hicieron realidad los peores temores de los investigadores y de los expertos. “No existe un crimen de comprensión más compleja que aquel en el cual los padres asesinan a su propio hijo”, decía el forense estadounidense, Phillip Resnick, autor del estudio más completo sobre el filicidio en el mundo en el que señala que son los hombres quienes emplean una mayor agresividad a la hora de acabar con la vida de los pequeños, síntoma de que los deseos de venganza, de ajustar cuentas, de ensañarse con las madres, están mucho más arraigados en su interior.

Galicia no es ajena a esta lacra y en nuestra comunidad se vivieron, en lo que llevamos de siglo, algunos de los episodios más horripilantes que se recuerdan, por más que sea el caso de José Bretón, que mató a sus dos hijos y luego quemó sus cadáveres cuando tenía que entregarlos a su madre, salga a la luz cada vez que ocurre un suceso de naturaleza similar.

La extrema frialdad con la que se cometen estos actos es una característica general, como lo es también en el caso de los gallegos que ninguno de ellos optara por el suicidio, como parece que fue el caso de David Gimeno.

Quizás no haya filicidia más sádico que David Oubel Renedo quién decidió castigar a su expareja decapitando a sus dos hijas con una sierra radial en su casa de Moraña. Fue el colmo de la maldad aunque no le quedaron atrás individuos como José Luis Deus Lage, que quemó vivo dentro de un coche a su pequeño de 14 meses en Paderne, o Marcos Javier Miras, que lo hizo lo propio con su vástago de 11 años en un monte de Oza de los Ríos golpeándolo con una pala hasta que no le quedaba ni un soplo de vida “para causar el mayor sufrimiento psíquico a su exmujer” o Javier Estrada que la emprendió a golpes con los dos hijos gemelos de su compañera sentimental. A los dos primeros, Oubel y Miras, se les aplicó la pena permanente revisable, de la que selibraron los otros dos por no estar en vigor cuando fueron juzgados. Un común denominador de los cuatro fue la extrema frialdad con la que se comportaron durante las vistas judiciales, sin demostrar signo alguno de dolor

Por contra el primero de los acaecidos en Galicia desde el cambio de milenio fue más un accidente ue un hecho violento aunque el resultado final era el mismo: llevarse a las niñas para castigar a su madre: Víctor Bouza no las mató pero su acción les provocó la muerte.

Y el último es el de la única mujer, Ana Sandamil, que está a la espera de ser juzgada por la muerte de su hija. Son ejemplos, junto a otros, de la mayor crueldad que puede concebir el ser humano por venganza: acabar con la vida de niños .