Martínez

El ‘afortunado’ indiano, robado y asesinado en el Paseo de la Herradura

Crónica negra
Susana Martínez

Todo lo que fue directamente vivido en una tranquila población compostelana, alertada por un atroz crimen, se aleja hoy en una representación de lo que fue una historia sangrienta que aún mancha, desde el silencio, los caminos de una recurrida zona de la Alameda de Santiago.

Era la noche, bastante lejana ya, de un 25 de julio de 1901, y los habitantes de la capital histórica y de sus alrededores, disfrutaban alegres de lo que sigue siendo uno de los eventos más celebrados de la ciudad: las fiestas del Apóstol. “Hace muchos años que en nuestra ciudad, no se registró un crimen como el que vamos a dar cuenta” comenzaba así la redacción de los hechos de un ya extinto Eco de Santiago.

Este es el caso de Ángel María Lorenzo Ozores de 54 años, nacido en Padrón en 1847, y que no llegó a celebrar sus 55 años.

El hombre se trasladó a Santiago durante su juventud para estudiar en el seminario diocesano, quien sin vocación, decidió abandonar sus estudios para embarcarse hacia las Américas en busca de fortuna. Y fue así, como por suerte o por desgracia, los frutos de su trabajo al otro lado del Atlántico, acabaron en tragedia.

Don Ángel, como lo llamaban los diarios compostelanos de la época, y que nos puede resultar lejano el tratamiento, no tardó en comenzar a reunir dinero en Uruguay, sin olvidar su tierra natal a la que viajaba dos o tres veces al año. Ángel Lorenzo, permaneció soltero durante toda su vida, a pesar de una aparente y bastante hablada debilidad por las mujeres.

Fue en Mercedes (Uruguay) donde también había conocido al que sería como un hermano para él, a otro indiano D. Ramón Sánchez, natural de Calo, y con el que compartía sus viajes a su tierra natal: Galicia.

Ambos compañeros, decidieron realizar compartir el viaje llegando a Barcelona el 25 de abril de 1901 y citándose para acudir juntos a las fiestas del Apóstol en Santiago.

Era ya miércoles cuando el señor Lorenzo acudió acompañado de un sobrino y un hermano al Restaurant Oriental de la ciudad, donde se encontraba ya el señor Sánchez con sus sobrinos. Era 24 de julio, de noche, cuando fueron a la Alameda. Allí, y viendo la multitud de personas que disfrutaban de los puestos de bebida y comida, y tras un largo paseo que duró hasta la ocho de la tarde, Don Ángel decidió irse porque al parecer tenía frío. Su compañero y los sobrinos de este esperaban en el Restaurant a que su amigo volviese, pero viendo que no aparecía decidieron marcharse al hotel alrededor de las 11 de la noche. Les resultó extraño que el padronés se retirase tan tarde, pensaron que llegaría contra la madrugada, pero nunca volvió. A la mañana siguiente, la noticia de que un hombre había sido asesinado en Santa Susana, corrió por la ciudad.

Según informan los diarios compostelanos que cubrieron el caso, elhombre debió de fallecer sobre las diez u once de la noche, justo en el momento en que su compañero y sus sobrinos iniciaban retirada hacia su hotel, cansado ya de esperar por el señor Lorenzo.

El cadáver fue descubierto a las cuatro de la madrugada por varias personas que pasaban por el paseo de la Herradura. Fue en ese momento cuando la noticia de que un muerto había aparecido corrió por cada una de las calles compostelanas. Ante esta escena, el juez se personó en el lugar para comenzar a instruir las primeras diligencias.

Una vez reconocido, Don Ángel presentaba cuatro puñaladas con un arma blanca, de lo que posteriormente se verificaría como una navaja. Contaba con dos de estas punciones en el costado, y otras dos en el pecho.

Según expuso La Correspondencia Gallega, dada la falta de pertenencias encontradas en el cuerpo, y dando constancia, su compañero el señor Sánchez, de que contaba con un giro de 2.800 pesetas y una carta de crédito de 5.000, no se dudó de que el móvil del crimen fue el robo. Además, el cuerpo del fallecido también había sido despojado de un reloj de oro y una cadena del mismo material, dejándole únicamente, un puro en uno de los bolsillos.

Escena del crimen. Las hipótesis que se manejaban en un principio y dada la presencia de la víctima a esas horas en la Herradura, podían estar relacionadas con encuentros con prostitutas de la zona, ya que según relataban “no debe olvidarse que transitan aprovechándose de las sombras de la noche, bastantes desgraciadas que andan a la pesca de incautos”.

“Sin vicios de juego, ni embriaguez pues era muy sobrio, y odiaba los azares de ‘tapete verde’ su defecto sería agradarlo las mujeres” decía el especial del 26 de julio de 1901 de La Gaceta de Galicia. Fueron así llamadas al juzgado bastantes mujeres “de vida sospechosa y de conducta equívoca” es decir, prostitutas de la zona que ejercían en los alrededores.

El cadáver de Ángel Lorenzo fue encontrado en posición decúbito supino, esto es, el cuerpo boca arriba en paralelo al suelo. El hombre vestía un traje negro y un sombrero ancho; llevaba unos botines nuevos que aparecieron destrozados por el talón, lo que indica que la víctima fue arrastrada por el suelo. Los bolsillos del traje, por otra parte, aparecieron con el forro hacia afuera y el pantalón completamente desabotonado. Además, algo lejos del cadáver pero en la misma zona, apareció una chaqueta de punto fina de mujer con la puntilla rota y manchada de sangre. La cara de la víctima estaba amoratada, debido a un intento de asfixia.

Al día siguiente, se le practicó la autopsia en Fonseca donde el cuerpo de Ángel Lorenzo yacía en la mesa de la morgue, un cuerpo descrito como “bien conformado y robusto” aunque ofrecía “un doloroso aspecto”.

“Estaba acribillado a puñaladas, casi todas ellas mortales. Las del corazón son terribles y todas de navaja. La hemorragia y la asfixia fueron las principales causas de la muerte. Los criminales se ensañaron bien con la víctima” describía un reportero de la Gaceta de Galicia, que acudió presencialmente a la autopsia del cuerpo.

Se preguntaba el Eco de Santiago “¿Quién ha matado a este hombre y como se lo ha llevado al campo de Santa Susana?” a lo que, tras las búsquedas salieron los nombres de Manuela Carreira, y Celestino Rodríguez, marido de esta.

Al abrir las primeras diligencias el Juez Ramón María Mazaira y durante los interrogatorios, un confidente aporta dos nombres como posibles sospechosos al estar rondando esa noche las inmediaciones del paseo de la Herradura: la Peizoca (Manuela Carreira) y el Correo (Celestino Rodríguez). El Eco de Santiago publica sus nombres como principales sospechosos, y son detenidos. Durante las investigaciones sobre el caso, encuentran “en un departamento oscuro de la casa en la que habitaban los procesados, unas botas manchadas de sangre” afirmaba el diario El áncora.

Tras todas las sesiones previas y las declaraciones de 60 testigos de los sucedido, en la quinta sesión que dio comienzo el viernes 24 de abril con el informe del fiscal, se dice que se ha demostrado la culpabilidad de los procesados, aún con la presentada por la defensa, de la cual resultaron cargos contra ellos.

En este caso, las pruebas testificales fueron determinantes para establecer la pena capital para la pareja, no sin antes hacer una recontrucción del proceso del robo y del homicidio en la Herradura de Santiago.

La pareja fue condenada a pena de muerte por la Audiencia Provincial de A Coruña en abril de 1902.