Fernando Quiroga y Pardo, militar que en 1855 expuso su vida para salvaguardar la salud de los ciudadanos

Firmas
José Carro Otero
Diploma de reconocimiento al militar Fernando Quiroga y Pardo. Foto: Archivo JCO

ARTÍCULO PÓSTUMO del doctor José Carro Otero, que hizo llegar a la Redacción de EL CORREO el pasado miércoles, dos días antes de su fallecimiento, para publicar mañana.

ASÍ LO PROCLAMA el diploma que le expidió el entonces alcalde de Betanzos, D. Manuel Benito de Castro, reconociéndole su actuación. Dice así: “Al Sr. D. Fernando Quiroga y Pardo, Capitán graduado en situación de retiro, que, aunque simple particular, se lanzó con heroica abnegación y noble generosidad, en días de angustia y peligro, a la asistencia y curación de los invadidos por el cólera morbo asiático logrando salvarles con la más notable fortuna de una muerte inminente”.

Este texto, de finales de 1855, es una actuación oficial, así reconocida, del Ayuntamiento de Betanzos, cuyo alcalde constitucional, D. Manuel Benito de Castro, la subscribe.

Curiosamente el mismo Benito de Castro forma parte de un grupo de numerosas personalidades que en esa época y situación destacaron por su entrega a los ciudadanos que sufrieron tal epidemia en las zonas limítrofes de Betanzos y A Coruña, entre los que vamos a mencionar a D. Estanislao Pan, Rosendo Fontela, José Vilar, Juan Piédrago, Sebastián Carrillo, Hipólito Otero, Juan Matías Hernando, Manuel Pérez Boullosa y, sobre todos ellos Dª Juana de Vega, que por sus muchos merecimientos fue agraciada por la Reina Doña Isabel II con el título bien expresivo de Duquesa de la Caridad.

Importa recordar que la epidemia a que nos referimos comenzó en Galicia el año 1853 y concluyó en 1855 con una tasa de mortalidad particularmente intensa en el área de A Coruña, que llegó a los 500 fallecidos por +/- cada 10.000 habitantes. En total, se computaron 1.215 fallecidos con diagnóstico médico de cólera morbo.

El protagonista del Diploma referido fue un ejemplo más de la heroicidad a la que se exponen nuestros militares al servicio de los ciudadanos, tanto en tiempo de paz como en tiempo de guerra. En estos últimos tiempos bien lo han demostrado haciendo bueno lo que dice el Evangelista San Juan: “No hay mayor amor que el de aquel que está dispuesto a dar su vida por sus amigos”.