Una víctima de violencia de género narra el calvario personal y judicial que sigue padeciendo por parte de su expareja // Tiene tres procesos legales abiertos desde que inició su batalla en 2016 // El viernes se celebrará la vista por una denuncia de 2017 TEXTO Julia Escobar

Juicio tras cinco años de maltrato inaguantable

Julia Escobar
VIOLENCIA DE GÉNERO. La joven de 28 años que lucha por superar la relación que marcó su vida en un sin vivir. Foto: Julia Escobar

Suena el teléfono y al otro lado de la línea se escucha un hilo de voz casi imperceptible que, con gran esfuerzo, consigo entender: “Hola, soy víctima de violencia de género y estoy desesperada”. Me recoloco en la silla y le pido que me cuente su caso. La voz desconocida empieza de forma atropellada a contar la lucha en la que está inmersa desde 2016. Tras unos minutos hablando, acordamos otra llamada para poder hablar con calma.

Cae la noche en Santiago, llego al lugar acordado y mi sorpresa es encontrarme con una chica joven, con el pelo recogido en un moño y con cara de mucho cansancio. Nos sentamos delante de una mesa, en la que hay montones de papeles con diferentes fechas, pero antes de empezar a leer documentos judiciales hablamos un rato.

Para proteger la identidad de esta persona, nos referiremos a ella por sus iniciales, I. H. Tiene 28 años y nació en Santiago. Ahora mismo está haciendo lo único que le queda, dar un grito de auxilio entre el silencio de la batalla judicial que vive durante años, y que parece no acabar.

Ella es una de las muchas mujeres que aparecen en esas estadísticas como mujeres víctimas de violencia de género. Pero antes de todo esto, empecemos por el principio: inició una relación idílica, a los 22 años, con un chico con el que tenía gustos en común, como la hípica y la música flamenca. Pero lo que parecía ser un amor de ensueño se convirtió en una pesadilla.

Tras una relación de un año y medio, I. H. decidió poner punto y final a la violencia física, psicológica y sexual que, según su testimonio, su expareja ejercía sobre ella. La joven cuenta que “empezó con celos, no podía saludarme nadie por la calle, ningún conocido, ni nada, ni siquiera un hola, porque si no cuando llegábamos al coche me daba una leche, me gritaba y me llamaba de todo. Al rato, me mandaba un mensaje arrepentido donde solía poner: “Mi amor, te quiero mucho, perdona”. Además, se aprovechaba de la situación, “pues en aquel momento yo no tenía ninguna relación con mi familia, pero ahora sí”.

A I. H. le cuesta respirar mientras relata lo que vivió hace años. Intento calmarla y le digo que podemos parar y retomarlo más tarde. Sin embargo, coge aire y dice “no, no, es que esto me genera mucha ansiedad, pero seguimos”.

Proseguimos con la conversación: “Yo vivía en un piso, que no es el mismo en el que vivo ahora, y él me vigilaba hasta de madrugada. Incluso cuando encendía la luz para ir al baño, me llamaba y me preguntaba qué estaba haciendo, que le dejara subir, que con quién estaba, y le tenía que dejar subir para comprobar que no había nadie dentro. Y cuando veía que no pasaba nada, decía: ah bueno, nada, perdona mi amor”, relata.

Entre lágrimas, dice que “esto no se lo conté nunca a la Policía, nunca lo denuncié, pero me obligaba a tener relaciones sexuales con él cuando íbamos a la finca” (su expareja tenía un terreno al que iban para disfrutar de su hobby en común, donde él tenía una yegua que I. H. adora, que con el tiempo fue emotivo de chantaje y manipulación). “La finca estaba muy alejada y yo no tenía cómo volver. Me decía que hasta que no tuviéramos relaciones sexuales no me llevaba a casa”. La joven de 28 años reitera que “esta parte nunca la denuncié, porque yo no quería que entrara en prisión, realmente me daba miedo quedarme sola y le tenía cariño. Ahora lo pienso, y me digo: que idiota eres”.

Denuncias. Esta joven puso tres denuncias, de las cuales solo una está cerrada. La primera fue por lesiones en noviembre de 2016, ya que su expareja le propinó un golpe en la cabeza y le derramó el contenido de una botella de limpiahogar, precisando una curación de tres días.

Cuando I. H. estaba prestando declaración en la oficina de denuncias, relató que había recibido 50 llamadas, las cuales no respondió. También había recibido un centenar de mensajes de texto SMS en los que su expareja le pedía disculpas y le pedía que retirase la denuncia, y que de no ser así la golpearía con la mano en la cara, le tiraría del pelo u otro acto similar. En mensajes previos, su exnovio le llegó a ofrecer 150 euros para que retirase la denuncia.

Finalmente, en este caso el juez dictaminó que la expareja de I. H. debía ingresar en prisión seis meses, con la privación del derecho a la tenencia y porte de armas durante 16 meses. Asimismo, se le prohibía acercarse a I. H. a una distancia inferior a 500 metros, cualquiera que sea el lugar en el que se encuentre, así como la prohibición de comunicarse con ella por cualquier medio. La duración de estas dos últimas prohibiciones sería de dos años, aunque esto nunca ocurrió. Además, en concepto de responsabilidad civil, debía abonar a la perjudicada la cantidad de 90 euros, por las lesiones causadas.

I. H. confiesa que “en ese momento le tenía cariño, incluso cuando me dijeron que iba a entrar en prisión, yo lo pasé muy mal, y eso a pesar que se saltaba la condena todos los días (la orden de alejamiento). Pero un día me amenazó de muerte y volví a denunciarlo por segunda vez”.

Con ojos tristes, la joven me mira y me dice que el día antes de que su expareja entrara a la cárcel la llamó y le dijo que en cuanto saliera iban a volver a estar juntos. No entendía cómo era posible que su agresor no la olvidase.

La expareja de I. H. cumplió el castigo, pero esto no hizo que la situación cambiara. Él volvió a las andadas, ya que realizó un quebrantamiento de condena y la protagonista de esta historia relata que “mi salud, mi ansiedad cada vez estaba aumentando más, y no me dejaba dormir, de hecho ahora padezco de insomnio, tengo que tomar pastillas para dormir, y aun así me cuesta y tengo pesadillas”.

La segunda denuncia se interpuso por quebrantamiento de condena en 2017, tanto por ponerse en contacto con I. H. como por personarse en lugares donde ella se encontraba. En este caso, la denuncia la puso la Policía Autonómica.

El juicio se celebrará mañana, tras un intento constante de la parte contraria en suspenderlo varias veces. EL CORREO GALLEGO ha tenido acceso a todos los documentos del proceso judicial de este caso y a los mensajes que esta persona mandaba a I. H.

Asimismo, asegura la defensora de la víctima que “este juicio se suspende siempre por solicitud del abogado de la parte contraria, que lo pide el día antes del juicio por cuestiones médicas, que en teoría está en todo su derecho, lo que pasa que yo entiendo que es para alargar el proceso, además que por otra parte el juzgado señala de un año a otro año. Nosotras recurrimos el último señalamiento, porque fue en diciembre del año pasado, para que se intentara acelerar el proceso, pero no había fechas disponibles. Entendemos que se debe celebrar antes, teniendo en cuenta los antecedentes de este asunto. Esto es de 2017 y estamos a 2021 para juzgar un quebrantamiento de condena, que no tiene justificación”.

Además, I. H. puso una tercera denuncia por otro quebrantamiento, que se archivó. Sin embargo, se volvió a abrir ahora.

Esta se presentó en el año 2020, por los mensajes que su expareja le mandaba de forma continuada en el 2017. Este periódico ha podido comprobar, en más de una veintena de capturas, cómo el exnovio de I. H. le pide insistentemente que le coja el teléfono, también cómo le pide “perdón”, cómo le recrimina cuando apaga el móvil, cómo la insulta, y cuando la joven no responde la vuelve a humillar y a reírse de ella y cómo la culpabiliza de que es ella quien lo hace enfadar, entre otras muchas vejaciones.

I. H. afirma que también fue agredida por el hermano de su expareja, al cual denunció, pero confiesa que al final retiró la denuncia por miedo. ¿El motivo de la agresión? Porque se supone que ella era la culpable de que su hermano entrará en prisión.

A día de hoy, I. H. vive con miedo, tiene depresión y apenas sale a la calle. Confiesa que le cuesta confiar en las personas, que no es capaz de mantener una relación sentimental con un hombre y le cuesta tener relaciones sexuales, tiene pesadillas y que incluso en ocasiones le genera rechazo conocer a gente nueva.

¿Se arrepiente de denunciar? Sin pensarlo dos veces, dice: “Sí, porque si llegó a saber que iba a ser el proceso así...”, pero a su vez comenta que “a lo mejor, si no hubiera denunciado, seguiría con él o peor, estaría muerta”.

I. H. solo quiere que todo esto acabe, “para poder intentar ser feliz”. Espera un rayo de esperanza dentro del túnel más oscuro de su vida.

En lo que llevamos de año ya han sido asesinadas 37 mujeres por sus parejas o exparejas. En 2020 fueron 45. Desde la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, desde 2003, que fue cuando empezaron a elaborarse los registros, ya se contabilizan 1.118 las víctimas mortales por machismo.

Desde hace más de 18 años se decidió contabilizar esta realidad, que supone la muerte de una mujer cada 6,2 días de media.