Marcos Marín, cirujano del Hospital Real de Santiago, colaboró con Balmis, seleccionando cinco niños de la inclusa de aquel hospital para su famosa expedición

Firmas
José Carro Otero
Otorgamiento de la plaza de cirujano del Hospital Real de Santiago. Foto: ECG

EL ARZOBISPO DE SANTIAGO, MEDIADOR VALIOSO

El 22 de octubre de 1803 Francisco Xavier Balmis, director de la expedición financiada por el rey Carlos IV, que se disponía a llevar la vacuna antivariólica, por primera vez y de forma gratuita a los territorios españoles de América y Filipinas, escribió al referido prelado, D. Rafael de Muzquiz, solicitando su valiosa influencia ante el Administrador del Hospital Real de Santiago, D. Bernardo Velarde, quien era, además, canónigo dignidad de cardenal en la catedral de Santiago. Necesitaban niños de la potente “Inclusa” que tenía dicho hospital para completar, con otros aportados por similares instituciones de Madrid y A Coruña, los que servirían para llevar, brazo a brazo, la “linfa vacunal” hasta aquellos territorios.

Al día siguiente, el Administrador ordenó que se elaborase una lista de los “expósitos” varones que la Inclusa había distribuido, para su lactación y crianza, en familias de parroquias de la archidiócesis compostelana. Acto seguido se perfilaron dos “rutas” para que otros tantos equipos de “comisarios” los visitasen y dieran instrucciones para que sus cuidadores los trajeran al hospital, donde excluidos los de edades muy prematuras y/o que hubieran padecido viruelas, fueran examinados y seleccionados por el propio Balmis para garantizar que tenían las condiciones físicas adecuadas para afrontar el largo viaje transatlántico al que habían de enfrentarse. Inicialmente programado dicho examen para el 25 de octubre, fue necesario posponerlo para el 29, momento en el que también se marcó una tercera “ruta”. Fueron controladas por los Sres. Rodríguez de Fraga, Fernando Juan Mariñas y Pedro de Otero.

En carta del ocho de noviembre y para evitar su desplazamiento desde A Coruña a Santiago, pues estaba atareadísimo ultimando todos los detalles organizativos de la expedición, Balmis delegó por escrito en Marcos Marín, “cirujano más antiguo del Hospital Real”, la revisión médica que pensaba hacer él, indicándole que sólo necesitaba cinco expósitos, los que él viera más convenientes al efecto pretendido. Faltaban 25 días para el tres de diciembre en que iniciarían el viaje marítimo.

MARCOS MARÍN

Este interesante personaje, desvinculado hasta ahora de la “Expedición Filantrópica de la Vacuna”, nació en la villa de Coruña del Conde, provincia de Burgos; hijo del matrimonio formado por Narciso y Catherina Aguilera; fue bautizado el 25 de abril de 1745 en la parroquia de San Martín, de aquella localidad; cursó estudios de “Cirujano” en Madrid, cuyo título le fue expedido por el Protomedicato de aquella ciudad, el 25 de Julio de 1770. Tenía 25 años.

Vacante la plaza de Cirujano del prestigioso Hospital Real de Santiago por fallecimiento de su predecesor D. Juan Antonio González de Estrada, opositó a la misma y previa “aprobación” de su “fe de vida y buenas costumbres”, en que se testimoniaron su “aplicación y bondad en la asistencia y curación a los pobres, obligándose a todo lo exigido por el preceptivo juramento profesional”, tomó posesión de dicha plaza el 14 de marzo de 1781, que desempeñará hasta su fallecimiento en 1809, acaecido en Sevilla, cuando tenía 64 años.

Sabemos que, paralelamente con el cargo hospitalario fue, desde 1792, “catedrático de Cirugía de la Universidad compostelana”, fecha en la que tal disciplina se escindió de la asignatura anteriormente llamada de “Anatomía y Cirugía”, pasando entonces la de Anatomía a ser ejercida por D. Domingo Caamiña. Desempeña también, en Santiago, los cargos de “Cirujano del Cabildo Catedralicio” y del “Hospital de San Roque” especializado en el tratamiento de la sífilis.

Se conservan noticias documentales de que sostuvo diversos pleitos, algunos banales, con personas e instituciones: por la entrega de una “silla”; destrozos en una ventana; petición de subida de sueldo que no se le concedió; solicitud de dispensa para usar el obligado “traje académico”en las clases, etc.

Importa recordar que durante unos años, a caballo de los siglos XVIII y XIX, tuvo acumulado a su cargo de “Cirujano Mayor” del Gran Hospital el de “marcador de expósitos”, lo que suponía grabar a fuego con unos “sellos o macetas”; en un lugar visible de la piel, el distintivo del hospital, al que pertenecía la inclusa y el número del “expósito”, lo que era imprescindible para su inequívoca identificación, vistas las trampas que se hacían en este sector y lo mucho que le disgustaba a los marcadores titulares tener que hacer las “marcas o tarjas”, por razones obvias, aunque cobraban un sustantivo plus económico de 4.000 reales. Muchas veces le endosaban ese trabajo a sus colaboradores; las hacían de la forma menos agresiva, que apenas se veían; etc. El cuatro de julio de 1793 el “Administrador del Hospital” reconvino a D. Marcos por sus evasiones en dicha función, que deja de hacerse, por el rechazo general, a partir de 1804.

El cuatro de junio de 1793 nuestro biografiado obtuvo permiso oficial para desplazarse a su pueblo de nacimiento, Coruña del Conde, donde iba a “tomar aires”, pues, según certificado de su colega médico en el Hospital D. Pablo San Martín, padecía “indisposición o afecto de pecho”. ¿Sería tuberculosis?.

Casado con Margarita Sala, de la que tuvo hijos, esta, cuando viuda, manifestó, en varias ocasiones y durante 14 años, necesidades económicas. En 1811 pide al Hospital que se le abone el sueldo que cobraba su marido, lo que se le concede. En 1816 vendió a la Facultad de Medicina, por 3.000 reales, dos esqueletos que se colocaron en sendas vitrinas formando parte de las “Colecciones Anatómicas” de dicha institución. En 1825 solicitó de la Junta de Gobierno del Hospital, por sus “méritos y los contraídos por sus hijos en la Guerra de la Independencia”, la “ración alimenticia” que se asignaba a su difunto esposo cuando estaba en activo, que le denegaron por no tener el Hospital “costumbre de conceder viudedades y por la situación de pobreza que amagaba a la institución”.

EXPÓSITOS SELECCIONADOS

En el “expediente formado para la colectación de los niños destinados a la expedición marítima de la vacuna” se conserva una lista con 310 nombres de los “expósitos” pertenecientes a la inclusa del Hospital Real que los encomendó, para su lactación y demás cuidados a otras tantas familias rurales en parroquias de la Archidiócesis compostelana. Tales niños y cuidadores, de dicha lista, en los que consta lugar de residencia, el nombre de los cuidadores, el nombre y edad del niño y si estos pasaron o no “viruelas”, así como algunas notas de interés al efecto selectivo que se pretendía, fueron convocados para presentarse en el Hospital de Santiago.

Figuran también referencias económicas por el gasto generado en tales desplazamientos y otras que se refieren a los “comisionados” que les llevaron la convocatoria para acudir al Hospital. Sirva, a título de ejemplo, que uno de tales “comisionados”, Pedro Rodríguez de Fraga, invirtió 16 días en visitar las parroquias y familias que le fueron asignadas, por cuyo trabajo le pagaron 240 reales.

Marcos Marín seleccionó cinco expósitos, de los 310 presentados, siguiendo las instrucciones cuantitativas de Balmis, que fueron: Juan Antonio; Jacinto; Jerónimo María; Florencio y Juan Francisco, residentes en las parroquias de San Mamed de Rivadulla; Santiago de Pardesoa; San Isidro de Montes; San Tomé de Salto y San Esteban de Cos, lo que consta, como decisión firme, el ocho de noviembre de 1803. D. Xavier Gandara, Secretario Interino del Gran Hspital Real, se lo comunica directamente a Balmis, quien está preparando toda la logística.