Más de 25.000 euros ‘tirados’ en limpiar las pintadas en los muros de Santiago

Luis Álvarez

Se dice muy pronto, pero durante el año 2019 el Ayuntamiento de Santiago, a través de la Concejalía de Servicios Básicos, que dirige la concejala Mila Castro, se tuvo que gastar más de 25.000 euros en las labores de limpieza de las pintadas registradas en la ciudad y que fue preciso eliminar, una labor en la que se emplearon más de dos mil horas de trabajo por parte de la concesionaria.

Tiempo y dinero excesivos que se podrían haber empleado muy bien en otros fines más productivos, pero que hubo que destinar a solucionar los problemas creados por toda una serie de mensajes, muchos de ellos de carácter reivindicativo, pero otros ni siquiera eso, sino simplemente garabatos que además se imitan unos a otros.

Pero a estas cantidades de recursos públicos y horarios laborales que podrían tener otra utilidad más práctica, hay que sumar también los fondos y tiempo que destinan los particulares, porque cuando la pintada se realiza sobre la pared de una propiedad privada es ésta quien tiene que asumir los correspondientes costes, según marca la ordenanza municipal.

Lo triste es que este tipo de agresiones ya han dejado de ser noticia, salvo cuando suponen actuaciones graves contra el patrimonio histórico, como el caso de las dos que sufrió la Catedral de Santiago en dos ocasiones, y que obligaron a un considerable desembolso por parte de las administraciones públicas para retirar la pintura sin dañar las piezas históricas, unas cantidades que no están contabilizadas en los registros municipales.

Se trata de la que se realizó en una de las esculturas románicas de la fachada de Platerías, y la realizada junto a la cripta de la Plaza do Obradoiro. Ambos casos, por lo menos, sirvieron para que se incrementara la vigilancia a través de cámaras en estos puntos, para impedir nuevas agresiones o, por lo menos, identificar a los responsables, y hoy en día la vigilancia es mayor y no se han vuelto a repetir los problemas. .

DIFICULTADES. Porque esa es otra. Salvo que se los pille infraganti y con el spray en la mano, no es posible identificar y sancionar a los autores, aunque algunos ayuntamientos llegaron a recurrir a un perito calígrafo para que identificara a los artífices de la escritura, la cosa no llegó a calar. De hecho, según explicaba el concejal de Seguridade, Gonzalo Muíños, solo en una ocasión se pudo atrapar con las manos en la masa a los pintores e imponerles la correspondiente sanción.

De esta forma, aunque se incrementen de forma exponencial las multas, la realidad es que en pocas ocasiones es posible hacerlas efectivas, ya que primero es necesario demostrar ante la Ley que los detenidos eran los que estaban manejando la pintura.

Y no es que hayan actuado pocas veces, ya que en los registros municipales, señala Mila Castro, figuran en el ejercicio de 2019 más de mil doscientas pintadas, de las que, afortunadamente, solo 79 fueron realizadas sobre piedras de la zona monumental, mientras que el resto, más de mil, se llevaron a cabo sobre muros normales.

No se trata solo de la agresión al patrimonio, sino que el coste de limpiar las realizadas sobre los sillares es mucho más elevado y las labores muchísimo más complejas, porque hay que procurar en todo momento la protección de la piedra. Por ejemplo, no se pueden utilizar chorros de agua o arena a presión, porque se acabaría desgastando y finalmente destruyendo.

Mucho más si se trata de elementos de alto valor patrimonial, como esculturas, relieves u otros elementos ornamentales, donde es preciso adoptar las máximas precauciones y recurrir a especialistas ante la imposibilidad de reemplazar estas piezas y las dificultades para llevar a cabo una restauración.

De nada ha servido que se hayan instalado paneles para “comunicación social” en los que se puedan dejar los mensajes, ni que existan otros cauces para plantear las reivindicaciones. El hecho es que el deterioro de imagen que provoca la pintada, y muchas veces del repintado por encima, y el gasto económico que conlleva son cada vez más elevados.

De hecho, son ya muchos los locales y edificios de viviendas que optan por encargar la realización de un mural en sus paredes, portalones o persianas, dado que existe una especie de código entre estos artistas, y suelen respetar el trabajo de otros.

Esta es, por el momento, la única fórmula efectiva para evitar que las paredes de las calles se conviertan en un sucedáneo de lo que eran antes las de los cuartos de baño públicos, en los que se podían encontrar todo tipo de mensajes e incluso anuncios de cualquier clase de servicios, dentro de la legalidad o incluso fuera de ella.