Monseñor Barrio celebra el 28 aniversario de su ordenación episcopal

Ofició una misa en la Catedral // El próximo día 25 cumple un cuarto de siglo como arzobispo
Redacción ECG
El arzobispo, ayer celebrando una misa en la Catedral

Santiago. Monseñor Julián Barrio celebró ayer una misa en la Catedral coincidiendo con el 28 aniversario de su ordenación episcopal. Y es que su llegada a Santiago fue con motivo de su nombramiento de obispo auxiliar en 1992, siendo ordenado el 7 de febrero de 1993, convirtiéndose en obispo administrador diocesano de la Archidiócesis de Santiago un año después.

A esta celebración se unirá otra pronto, ya que el próximo día 25 de este mes cumplirá un cuarto de siglo como arzobispo de Santiago.

Nacido hace 75 años en Manganeses de la Polvorosa (Zamora), monseñor Julián Barrio preside la Iglesia compostelana desde el 25 de febrero de 1996, fecha en que tomó posesión de la sede para la que había sido nombrado por el papa Juan Pablo II el 5 de enero del mismo año.

Cuando este evento se produjo, llevaba ya dos años vinculado a la capital de Galicia. Había llegado desde la Iglesia hermana de Astorga el día 7 de febrero de 1993 en pleno Año Jubilar, siendo consagrado en la Catedral de Santiago como obispo titular de Sasabe y auxiliar de su antecesor, Rouco Varela. Desde octubre de 1994 hasta su nombramiento gobernó la archidiócesis como administrador diocesano.

Al conocer su nombramiento, según informó la web infovaticana.com, dijo a los medios de comunicación que trataría de no interferir en asuntos políticos y se alejaría del integrismo, también se comprometió a emprender una labor pastoral “dinámica y abierta, que tratará de responder al signo de los tiempos. No se trata de innovar, sino de revitalizar”.

Monseñor Barrio, nombrado Gallego del Año por este periódico, habló en una entrevista concedida recientemente a EL CORREO del 25 aniversario de su nombramiento como arzobispo, destacando que “lo importante de todos estos años es el haber podido acompañar a los diocesanos y sentirme acompañado por ellos. Es decir, por los sacerdotes, religiosos y laicos cristianos. Pero no solo por ellos, sino también por otras muchas personas de buena voluntad que no comparten la fe cristiana pero que yo entiendo que deben ser escuchadas porque tienen también el deseo de escucharme a mí. Y eso es importante, porque es sumamente enriquecedor”. REDACCión