Nula rentabilidad del taxi: caídas de un 50 % desde marzo debido al covid-19

Sin turismo, congresos, fiesta nocturna ni otros grandes eventos // Solo una o dos carreras por hora en lugar de cada 15 minutos
ECG Redacción
Parada de taxis en Plaza de Galicia, una de las principales de la ciudad, que no se libra de las caídas. Foto: Paula Amati

Las seis de la mañana en Santiago. El teléfono de Radio Taxi suena con la petición de un cliente que tiene que desplazarse al aeropuerto de Lavacolla tras pasar unos días de vacaciones. Al dejar al cliente, el conductor lleva hasta su hotel a un grupo de personas que llegan a la ciudad para participar en un congreso. Después, unos jóvenes cogen un taxi para volver a casa tras salir de fiesta.

Esta podría ser la descripción de una noche de jueves o viernes en Santiago antes de que la pandemia sanitaria lo cambiase todo. Ahora, las carreras de los taxistas se cuentan como las horas: una cada sesenta minutos. A primera hora de la mañana, hay más trabajo. Por las tardes, la espera para salir aumenta media hora. “Antes había carreras cada 15 o 20 minutos. A horas punta llegabas a la parada y ya te ponías de segundo”, según explica el presidente de Radio Taxi Compostela, Suso García.

Ahora, la actividad se concentra en las primeras horas del día, con traslados de pasajeros hacia el Hospital de Conxo o al Clínico. Por las tardes la actividad se paraliza y, por las noches, sin las recogidas a las puertas de los establecimientos de ocio, el panorama es desolador. Muchos de los empleados que hacían turnos de noche han tenido que dejar de trabajar en ese turno, según explica el taxista Jesús Moure.

“Lo noto en el turismo esencialmente, porque los hoteles no abren o están a la mitad. Ahora trabajamos con la gente de a pie que va a los hospitales. El aeropuerto influye muchísimo aquí en Santiago”, explica Moure. A él la actividad actual le da para cubrir gastos, como los más de cien euros mensuales del seguro de su coche. De hecho, ahora descansan dos días a la semana porque no hay trabajo. “De los empleados que había antes, ahora están trabajando la mitad”, añade Jesús. Uno de sus compañeros confesaba que era su primer día de faena tras dos meses parado por la pandemia.

Sobre los trabajadores que han tenido que acogerse a un ERTE habla también el taxista Manuel Ferreiro. Él es uno de los veteranos pues lleva casi treinta años sujetando el volante de su taxi. “Nunca houbo tan pouca demanda. Algún día fago catorce ou quince carreiras pero son todas moi pequenas”, añade. “Vés para a parada ás cinco da mañá e non tes nada. Sen aeroporto e sen xente que sae de noite, non traballas ata as sete ou as oito. E este verán non houbo nin congresos nin tampouco festas”, se lamenta. A la pregunta de si es rentable, Manuel Ferreiro niega con la cabeza y repregunta “e que imos facer? Non vou cambiar de choio. Non queda outra, hai que aguantar”.

Parar no es la solución. Tal y como explica el presidente de Radio Taxi, tienen que cubrir un servicio público como marca su concesión con el Concello. “No podemos parar aunque nadie realmente nos apoya económicamente”, explica Jesús García. De momento, lo que les queda es esa frase tan manida de aguantar el tirón. Este año ya lo dan por perdido, por lo que todas sus esperanzas están puestas en 2021. Será cuando llegue un acontecimiento fundamental para el turismo: el Xacobeo. Esto, si la pandemia lo permite, supondrá un revulsivo y permitirá recuperar parte de la actividad habitual relacionada con los traslados al aeropuerto o a hoteles.

“Estamos aguantando poniendo dinero mes a mes. Normalmente, octubre es una época mala pero es que este año es todavía peor. Todas las esperanzas están puestas en el año que viene”, concluye Jesús. La situación que reflejan él y sus otros compañeros apuntan reiteradamente a una cifra: una caída del cincuenta por ciento en la actividad y, por consiguiente, en la facturación que ingresan cada mes.

De su sustento dependen muchas familias que tienen en las paradas de Plaza Galicia, Plaza Roja, Área Central o San Caetano su modo de vida. Algunos llevan toda una vida entre los asientos y la pintura blanca de su coche. Otros son asalariados que conducen el coche como empleados. Pero todos conocen al dedillo, sin Google Maps, el callejero completo de la capital gallega.