Sobre el centro comercial Área Central

Firmas
Fernando Martínez Cienfuegos
Iluminación navideña en el centro comercial Área Central, durante la campaña de 2017. Foto: F. Blanco

Tuve la fortuna y satisfacción de ser gerente de Área Central desde el año 1995 hasta el 1999. Eran otros tiempos; superada la crisis económica del 93, sin el comercio electrónico, sin otro centro comercial en la ciudad, y a Dios gracias sin pandemia alguna, la cosa no iba mal del todo. Con sus altibajos, el centro funcionaba correctamente, pero ya entonces se establecían planes de márquetin de contingencia ante el aumento excesivo de equipamientos comerciales para la demanda en Santiago y su área de influencia. Este aumento masivo de oferta (con la apertura de un nuevo centro comercial), sumado a factores estructurales destructivos que afectan a todo el comercio detallista, rematado por la pandemia, es lo que ha llevado a Área Central a lanzar un SOS que anuncia una situación extrema, muy cerca de la terminal.

Ahora, el asunto se eleva a debate público desde el momento que surge la noticia de que Área Central pide al Ayuntamiento que se haga cargo de las tareas de limpieza, seguridad y mantenimiento, es decir, que considere la calle comercial (en sus dos plantas y sótano) como una calle cualquiera de la ciudad, es decir, una calle pública, ya que no se entiende de qué otro modo podría el Ayuntamiento asumir tales costes en una comunidad de propietarios privada, sin caer en agravios comparativos con todo el comercio de la ciudad y el resto de empresas en crisis. Advierte además el centro comercial al Ayuntamiento, que si no lo hace, se dejarán de prestar estos servicios fundamentales por falta de recursos económicos para afrontarlos.

El Concello de Santiago ha tomado el acuerdo formal de ayudar, de forma aún indeterminada, a Área Central, como se supone ayudará en la medida de lo posible a todo el tejido comercial e industrial de la ciudad, porque la situación actual y la que se precipitará después del verano no augura nada bueno.

El modelo de propiedad de Área Central es bastante atípico en el mundo de los centros comerciales. Los locales tienen diferentes propietarios, sean estos los propios comerciantes o bien inversores que los gestionan bajo un reglamento de uso de régimen interno. La multipropiedad complica la toma de muchas decisiones. La unanimidad de propietarios, requerida legalmente para algunas acciones vitales o en situaciones extremas –como la actual–, es muy difícil de conseguir y la aplicación del reglamento de régimen interno choca, a veces, con los derechos legales de la propiedad.

Lo “semipúblico”, como alguien ha calificado los espacios comunes de Área Central, no existe, ni aquí ni en ningún otro lado, o es público o es privado. Ya resulta bastante difícil asimilar la figura “privado de uso público”, que sí existe en el planeamiento municipal y se aplica a otros espacios en la ciudad, englobando en este caso la Plaza de Europa y sus accesos así como los accesos situados en las plantas comerciales a las comunidades de oficinas, hotel e IGVS. Pero el resto de zonas comunes, es decir, la galería comercial de la planta baja y gran parte de la primera son privadas de uso privado, de titularidad de la Comunidad de Propietarios del Centro Comercial.

El mantenimiento, limpieza y seguridad de estas zonas comunes en Área Central es costoso, más que en un centro comercial convencional, debido a las condiciones especiales a que obliga la convivencia abierta –fuera de lo común en centros comerciales– con otras comunidades como son las de viviendas particulares y oficinas.

A la situación comercial del centro a finales de los años 90 me temo que no será posible volver; otros han ocupado ya gran parte de la oferta comercial para la ciudad. Llenar toda o gran parte la superficie alquilable del centro comercial con nuevos comercios es impensable, teniendo en cuenta la demanda y oferta que existe en Santiago, así como el cambio de modelo general que se ha conformado y se continúa produciendo en el comercio, la devastadora situación sistémica del comercio a día de hoy y la imprevisibilidad de la etapa pospandemia. Sería un error, a mi juicio, tratar de reconducir la situación a lugares de antaño. El modelo debe cambiar, hibridarse lo comercial con otros usos –siempre con la aquiescencia del Ayuntamiento, claro–, quizá recomponer la oferta comercial con una dimensión más reducida y muy estudiada para ser acorde con la demanda general actual y la existente en Santiago y comarca. Creo que buscar otros usos para los locales, de modo que puedan aportar fondos a la gestión comunitaria y clientes para los comercios, es parte del camino por andar. Recomponer en lo posible el espacio de ocio perdido es una tarea muy compleja, pero esencial. Pero todo esto –y más– requiere escrutar y conocer a fondo la legislación aplicable y la voluntad y posibilidades de la propiedad (múltiple y por tanto compleja) para adoptar soluciones de salvamento, que pueden requerir sacrificios importantes.

Cualquier camino es complicado. La modificación de usos de locales tampoco será un camino de rosas porque también requiere tocar normativas –nunca fácil o simplemente imposible dentro de la ley– y mucha sintonía entre propietarios. Todo suficientemente complejo como para tratar de buscar otras vías.

Además, siendo claros, perder las zonas comunes ¿en qué deja al centro comercial? ¿una serie de tiendas con una gestión común de promoción? Es decir, una asociación de comerciantes como las demás que hay en la ciudad. Se reducirían los gastos eso sí, pero a costa de eliminar el centro comercial como tal. Triste y pírrica victoria.

Parece que hace falta tomar decisiones urgentes ante una situación de falta de recursos para atender servicios esenciales. Eso me temo que solo se arregla con una cosa: dinero. Lo demás no sirve a corto plazo. Dinero y negociación con proveedores, si es que aún hay modo.

Buenas son las ideas rápidas, pero con improvisaciones y algunas ocurrencias que no se apoyan en base técnica alguna, no se resolverá el problema, incluso puede agravarse.

Cualquier propuesta a medio plazo debe basarse en un conocimiento y análisis contextualizado preciso, técnico y desapasionado de la situación. Lo que pase en Área Central debe necesariamente estar contextualizado con lo que ocurre en su área de mercado, en Santiago y comarca donde el comercio ya sufre demasiado, y lo que aún queda por venir que no será un camino de rosas.

Ahora, el Ayuntamiento anuncia una serie de actividades de apoyo. Conviene tener cuidado y estudiar con detenimiento lo que se va a hacer. Las urgencias no son de ayer, vienen de mucho tiempo atrás, cuando Área Central perdió los motores principales de comercio y ocio, se agravó la situación por la pérdida de vigor del comercio detallista a favor del e-commerce, y trágicamente se fulminaron los restos del naufragio por los efectos de la pandemia. Por tanto, se podrán esperar algunos días para que los que vayan a aportar ayudas o soluciones lo hagan de forma tranquila y meditada porque ahora los errores ya serán, me temo, fatales e irreversibles. Y para Santiago (no solo para Fontiñas) perder el centro comercial sería perder un importante emblema del emprendimiento y ganar un problema de muy difícil resolución.