Entre los hallazgos del esqueleto del peregrino del siglo X se encontró la típica concha “que se compraba al llegar a Compostela al concluir el viaje como verdadera insignia peregrinorum. Se la ponían en un lugar visible de su ropa para llevarla a su lugar de procedencia, donde era guardada con veneración”, relata el profesor Carro Otero, quien recuerda que en algunas ocasiones la citada concha era usada como elemento curativo de enfermedades. Así lo testimonia el Milagro nº XII de los 23 que se relatan en el Libro II del Codex Calixtinus (s. XII), “donde se cuenta que con un toque de concha se resolvió una enfermedad en el cuello que los médicos no podían curar de un caballero de la Apulia (Italia)”.