Una agonía que no da mucho más de sí: se hunde la flota de urbanos

Cada jornada se registran nuevas averías en unos buses que, en algunos casos, superan los quince años, al límite de su antigüedad máxima // Raxoi insiste en que pasan la ITV y se revisan a diario
Autobuses Urbanos de Santiago
Brais Fernández
DOS PERSONAS ATROPELLADAS POR UN BUS urbano. Ocurrió a última hora de la tarde de ayer a la altura de la curva de San Roque, donde dos personas resultaron heridas tras ser atropelladas por un autobús urbano. Según informaron a EL CORREO fuentes oficiales de la Policía Local, ambas víctimas tuvieron que ser trasladadas al hospital Clínico para recibir asistencia médica, aunque a la hora de cierre de esta edición no se temía por su vida. La Policía Local ha abierto una investigación para esclarecer lo que ha ocurrido. Foto: R. Castro

Primero fueron fallos puntuales, luego aumentaron su frecuencia aunque sin afectar apenas al servicio, a continuación los problemas fueron ya semanales y ahora, de un mes a esta parte, diariamente se registran averías en los autobuses urbanos de Santiago. La flota se hunde sin cesar, agonizando por su dilatada trayectoria e historial. Si este servicio, por las características de la capital gallega, ya nunca fue puntero, ahora aparecen carencias por todas partes, provocando el malestar y la preocupación tanto de los usuarios como de la propia administración.

Parece ser que los errores en los autocares compostelanos se ha convertido en un mal endémico, por lo que algunos compostelanos ya empiezan a estar hartos de soportar esta situación. En todo caso, lo más plausible, se debe al envejecido grupo de vehículos municipales, puesto que algunos ya superan los quince años, al límite de su jubilación. En todo caso, ya existen voces que indican que algunos llegan a los veinte, aunque estarían operando al margen de la ley, que estipula una vigencia máxima, desde su puesta en servicio, de dieciséis años.

En este sentido, en la mañana de ayer, Ramón Castro compartía en su perfil de Compostela en la Onda una nueva imagen familiar: un bus estropeado, en su caso, en el barrio de Santa Marta. Atendiendo a la matrícula, este ejemplar data de comienzos de 2007, por lo que estamos ante otro que ya supera los quince años y medio, por lo que se debería encontrar en las últimas jornadas de funcionamiento.

Desde Raxoi, tal y como ha apuntado el concejal de Movilidad, Gonzalo Muíños, se insiste en qué todo el parque móvil supera los controles de la ITV, que se deben realizar anualmente en los cinco primeros años y cada seis meses a partir de ese momento. Asimismo, también recalcado por José Ramón Mosquera, gerente de Tussa, adjudicataria del contrato, al final de cada día se revisa la mecánica del vehículo para comprobar que todo está correcto.

En todo caso, más allá de esos apuntes, lo cierto es que cualquier persona puede comprobar los infinitos problemas que se registran, con buena parte de los buses en los que, por ejemplo, no funcionan las rampas para personas con movilidad reducida; o los humos que desprenden, puesto que la emisión de gases, tras cada arrancada, en ciertos modelos antiguos deja el aire impregnado por un halo negro que cuesta respirar.

Por ello, fruto de la dejadez administrativa y de las consecuencias de la pandemia (obligó a retrasar el pliego y se entraron en plazos en los que rigen nuevas normativas medioambientales), se ha llegado a un punto de no retorno que requiere medidas urgentes. La empresa se queda sin autobuses y algunas rutas ya las están realizando incluso autocares propios de líneas interurbanas o escolares, con la consiguiente dificultad para el acceso.

De esta manera, se están apurando los trámites para sacar la licitación cuanto antes, presumiéndose para enero de 2023, siempre y cuando desde Madrid aprueben los documentos enviados desde Raxoi. La naturaleza del nuevo contrato, con la inclusión de doce unidades a mayores y la obligación de que todos sean de bajas emisiones, ha generado un quebradero de cabeza en las arcas municipales que sólo ha sido posible superar con un encaje de bolillos.

En esta línea, según declaraciones del propio alcalde de Santiago, Xosé A. Sánchez Bugallo, cada autobús verde multiplicará su coste por dos respecto a los anteriores. Así, un modelo tradicional tiene un coste de 280.000 euros, un híbrido de 330.000 y un eléctrico de más de 500.000 euros. Por este motivo, teniendo en cuenta que la idea inicial era adquirir una flota híbrida, se fueron demorando los trámites, buscando cumplir con el marco europeo en materia medioambiental.

Sea más caro o más difícil de encajar, lo que se debe tener presente, en una visión global, es que dentro del planteamiento de una Compostela libre de emisiones, en la que se pretende marcar una amplia zona verde prohibida para coches viejos, que todos los urbanos sean respetuosos con el medio ayudará a crear un mejor clima. Por ello, lo que ahora es un problema, en el futuro será un alivio.