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¿Belén Esteban o Jason Statham?

Periodismo de autor
Ángel Orgaz
Dos parejas, sin duda enamoradas, ante los andamios de obras del palacio del arzobispo Xelmírez, en la plaza do Obradoiro. Foto: Antonio Hernández

En qué país vivimos para que que apenas arrancado el año ya se considere como una de las noticias más importantes la bronca en el barro que han reiniciado Belén Esteban y María José Campanario, expareja y cónyuge de Jesulín de Ubrique, respectivamente, por si alguien aún no lo sabía.

Les cuento. Estaba terminando de cenar el pasado sábado y harto de ver a Jason Statham repartiendo leña en la enésima reposición de The Transporter, empecé a zapear por lo poco que hay que ver en la televisión generalista a esas horas. No vean qué panorama, qué triste, qué lamentable.

Es que ni en La 2 había nada decente, al menos para mí, porque al fin y al cabo los domingos devoro con avidez y deleite sus Imprescindibles, que por cierto, el último estuvo dedicado al gran periodista Manu Leguineche.

Pero los sábados, ¡qué pena! Y lo peor es que no hay a dónde ir con esto de la pandemia, el toque de queda y con todos los bares cerrados. Así que mientras disfrutaba de una onza de chocolate, unos pistachos y terminaba mi segunda copa de vino –algún vicio hay que tener– empecé a cambiar de una a otra cadena. Créanme, me deprimió pasar por los amargos debates de La Sexta Noche, me entristeció la Anna Karenina de La 1, y no tenía ganas de escuchar las pachangas de Bamboleo en la Gallega.

En esto que de pronto casi me atraganto con un pistacho al ver la enorme cara de la Esteban ocupando toda la pantalla en el Sálvame Deluxe de Telecinco o cómo quiera que se llame el programa.

¡Qué susto! Pero lo peor estaba todavía por llegar. Decidí dejar la tele ahí unos minutos por eso de escuchar algunos cotilleos y echarme unas cuantas risas.

Pero qué va. Qué es lo que me encuentro. Pues una amenaza en toda regla de la Princesa del Pueblo contra la actual mujer del ya retirado torero de Ubrique, que al parecer la puso de vuelta y media en una carta publicada, cómo no, en redes sociales.

“Que si yo por mi niña, mato”, frase recurrente donde las haya; que si “fuiste al Hormiguero a decir que te tirabas peditos de princesa”, “eres como los bebés, por el día duermes y por la noche jodes”, espetaba a la Campa desde un primerísimo y espeluznante primer plano. Y continuaba con el “si quieres guerra, tenemos guerra”, o la más lapidaria de todas: “No he sido un polvo de una noche”.

Ahí quedan, sírvanse ustedes mismos y elijan; creo que hay para todos los gustos.

En definitiva, menos mal que en ese momento estaba solo en la cocina. Qué vergüenza, hasta me ruboricé viendo a los adláteres del Deluxe aplaudiendo y jaleando tamaño despropósito.

Sinceramente, me da mucha pena que los Sálvame en sus distintas versiones sean los espacios más vistos, seguido y con más fidelidad por los telespectadores españoles.

Porque no se crean que el lodo vertido por ambas famosillas en redes y la pequeña pantalla quedó ahí, en la noche sabatina. Al día siguiente, el domingo, siguieron con la gresca, según me cuentan y, ya puestos, seguro que estarán toda la semana sacándole jugo a tan sucio asunto.

Y no me vale eso de que la tele es muy mala, que no hay más que ver. Efectivamente, a lo mejor no hay más que ver, pero sí que hay mucho que leer o compartir en familia, jugando a las cartas, al parchís, al Trivial o al Monopoly con los niños; hablen con su pareja, dialoguen sobre esto o aquello; no sé.

Pues anda que no hay cosas que hacer que no sea ver la puñetera televisión; es que a veces parece que no sabemos hacer otra cosa.

Y si no le apetece ninguna de esas opciones, váyase a la cama, madrugue al día siguiente y disfrute de una larga caminata, del relajante domingo, de la lluvia o del sol.

¡Viva!, coño. No se me amuerme esperando otro enfrentamiento de tan insignificantes personajes, de individuos de tan baja ralea.

Porque miren que hay programas malos, o contrarios a nuestro gusto, si prefieren, pero como este, no sé yo.

Por ejemplo, La isla de las tentaciones no creo que sirva para nada, pero ver cómo se ponen los cuernos unos a otros y luego lloran después de ir a este concurso ideado para tal fin es entretenido y, hasta divertido si me apuran.

Eso sí, no hagan como yo, que me puse a ver El Desafío en Antena 3 y no tardé ni cinco minutos en quedar anestesiado por el aburrimiento. Cuando me desperté eran ya las tres de la madrugada.

En fin, parafraseando a Joaquín Sabina, “que no disfruté, que no vuelvo más”.

Y ustedes tampoco deberían repetir semejante bazofia, que todo lo malo provoca úlcera de estómago, y Jorge Javier Vázquez y María Patiño, ni les digo.

A ver si nos abren pronto los bares, las puertas del campo y nos echamos a corretear como cabritillos.