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Caño Roto, el alma de las rumbas, los gitanos y el flamenco

Ángel Orgaz
Maraña de cables del tendido eléctrico y telefónico en Enxo. Foto: Ángel Orgaz

No se crean, pero esta semana me costó más de lo habitual encontrar un tema para mi página dominical.

Es que el Gobierno de coalición nos lo pone muy difícil a los periodistas, sobre todo a la hora de opinar o en mi caso elucubrar y fantasear. Porque cuando se busca, redacta o edita una información no hay mucho margen para mentir, acaso para personalizar ideológicamente noticias de carácter político, algo absolutamente natural.

Con lo que me gusta divagar, que se me vaya la pinza y la olla, dejar que las ideas corran como un torrente, arrasando con todo lo que encuentran a su paso. No sé si calificarlo de periodismo, de narrativa, literatura o desquicie, pero sepan que para mí ese ejercicio de creatividad, o lo que sea, es lo mejor de esta denostada y poco considerada profesión.

No me digan que no. Eso es así, nos ha perdido el respeto hasta el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. El vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, es otro asunto y ya dejó claro hace mucho tiempo que únicamente le gusta la prensa cuando le dejan en buen lugar, sea esa opinión acorde con la verdad o no.

Menos mal que aún hay ministros como Margarita Robles, con los conocimientos, sensatez y sensibilidad suficientes para advertir a sus compañeros de Gabinete de lo peligroso e inadmisible que es coartar la libertad de expresión y la libertad de prensa, acciones más propias del franquismo que del siglo XXI.

Así que después de darle muchas vueltas al contenido que iba a exponerles, me decidí por el costumbrismo. Sí, me vengo acordando mucho últimamente de mi Caño Roto querido.

No, no es coña.

A muchos de ustedes ni les sonará. Esta zona forma parte de Carabanchel Bajo y en tiempos fue uno de los lugares, digamos, más complicados de Madrid.

Yo vivía a unas manzanas de allí, pero lo atravesaba todos los días para ir al colegio de Los Cármenes, centro en el que al inicio de la década de los 70 regía la ley de la selva.

No exagero ni un ápice, en esto ni el paso de casi 50 años ha nublado mis recuerdos.

Pues como les iba diciendo, mi memoria regresa a Caño Roto gracias a Los Gypsy Kings, un programa sobre familias gitanas enormemente divertido que emite Cuatro los viernes por la noche después del First Dates.

“¿Pero qué ve este hombre? Menudo gusto televisivo que se gasta el Orgaz”, se estarán preguntando muchos de ustedes ahora mismo.

Les respondo: Muy sencillo, mi objetivo televisivo no es otro que relajarme, echarme unas desestresantes risas y pasar un buen rato.

Y eso me lo da tanto el programa de citas a ciegas como el de las cuatro familias gitanas protagonistas de la noche de los viernes.

Ahí entran en juego los García Losada, una familia de artistas y vecinos de ese añorado Caño Roto que destilan arte por los cuatro costados.

Tienen tanto ritmo como aquellos gitanos a los que escuchaba tocar sus guitarras y las palmas, cantar con sus voces roncas y rasgadas mañanas y tardes, todas, cada vez que iba y venía del colegio.

Y seguro que entre ellos estaban Los Chorbos, que con sus rumbas y flamenco pusieron el Sonido Caño Roto en el panorama musical de los setenta con Las Grecas como precursoras y Los Chichos y Los Chunguitos como máximos exponentes.

Sí, era un barrio chungo, difícil, complicado, donde faltaba mucho de unas cosas y sobra demasiado de otras; donde el dolor y el sufrimiento iba por dentro, y la alegría y las ganas de vivir salían por los poros de los cuatro costados.

“Gitanitos y morenos son los ases del compás/ Y en la sangre de sus venas late un pulso ancestral./ Ahora viene este cantante, forastero del sabor,/ Que se mira en el espejo del sentir multicolor”.

Estos versos de la popular rumba de Gato Pérez explica a la perfección y en cuatro líneas, como quien dice, todo lo que les cuento.

¿Ven? Esta semana me libro de la censura del Ministerio de la Verdad, un proyecto que espero que quedó en un mal sueño, una peor pesadilla, pero que al despertar desaparece como por arte de magia.

Claro, que los populistas siempre pueden encontrar la vuelta para mediatizar, someter y censurar cualquier opinión. Aunque se hable de rumba, flamenco y gitanos.