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“Carol Anne, corre hacia la luz, lo más deprisa que puedas”

Ángel Orgaz
Túnel bajo la autovía AG56 a su paso por la localidad de Brión. Foto: Ángel Orgaz

Ya saben que soy muy de fijaciones, y cuando cojo una idea la exprimo hasta el aburrimiento. Como ya estoy harto de la política y no quiero aburrirles con los desaguisados de nuestros gobernantes y parlamentarios varios, tomé la semana pasada la senda de la época dorada -para mí-, del cine de ciencia ficción, el de la década de los 70, 80 y 90.

Claro que antes y después hubo excelentes producciones, auténticas obras maestras en este género: qué decirles de aquel maravilloso Viaje a la Luna, de Georges Méliès, con el que se abría la puerta al séptimo arte, o la increíble distopía surrealista de Metrópolis, una genialidad de Fritz Lang.

Y si pasamos la primera mitad del siglo XX encontramos títulos como El increíble hombre menguante, La invasión de los ultracuerpos o Barbarella, con una esplendorosa Jane Fonda mostrándo- nos sin tapujos toda su belleza terrenal.

Y así nos dirigimos hacia aquellas películas que de niños nos dejaron boquiabiertos y abrieron nuestra imaginación más allá de lo soñado y nos convirtieron en esos románticos fantásticos y fantasiosos que hoy somos.

Sí, ahí estaba Charlton Heston intentando sobrevivir en ese mundo futuro que fue El planeta de los simios, y Keir Dullea en el papel del astronauta David Bowman recorriendo el espacio y el tiempo más allá del infinito, el principio y el fin de todo en 2001, una odisea del espacio.

Y así podemos seguir y seguir hasta escribir un montón de libros sobre el cine y la ciencia ficción y, si me lo permiten, pararme un poquito en Poltergeist, dirigida en 1982 por Tobe Hooper, sí, el mismo de La matanza de Texas, y producida por Steven Spielberg.

Verán es que en estos días me siento muy identificado con esa película, sobre todo con la escena cuando Steven y Diane (Craig T. Nelson y JoBeth Williams) le dicen a su hija Carol Anne (Heather O’Rourke) aquella famosa ya frase cinematográfica “Carol Anne, corre hacia la luz” en presencia de la médium (Tangina Barrons) a la niña cuando se encuentra atrapada en esa dimensión desconocida y aterradora dentro de su propia televisión.

Pues así estoy yo, com Carol Anne, intentando ir hacia la luz, que veo al final de este túnel en el que estamos todos metidos y del que intentamos salir con mejor o peor suerte.

Veo la luz, sé dónde está, pero no me dejan alcanzarla. Parece que alguien, muy cabrón él, se empeña e impedirme llegar a ella. Y eso que me di cuenta de que me iba a ver inmerso en esta penumbra, esta tiniebla suave, pero cansina y ya aburrida.

Yo, como Carol Anne, dije aquello de “Ya están aquííí...” cuando vi que la tele chisporroteaba y se llenaba de niebla, como decíamos antes cuando se marchaba la emisión, y que después de un rato mirando para esa nieve deslumbrante parecía como si te enganchara, te hipnotizara y te llevara hacia esa falsa luz que luego se convierte en oscuridad.

Me siento como si me tuvieran agarrado por el faldón de la camisa impidiéndome avanzar hacia la normalidad e intentando retenerme para luego empujarme hacia la estúpida nueva normalidad.

¡Qué no!, que me niego, que voy a ir a dónde me dé la realísima gana.

Esto ya se lo dije, ¿verdad?

Miren, ahí está la luz y no les quepa la menor duda de que voy a llegar a ella y nada ni nadie me lo va a impedir, se lo garantizo.

Quiero la luz, quiero claridad, quiero normalidad, quiero salir de este mal sueño que algunos han logrado convertir en pesadilla y otros han intentado alargar.

Todos podemos correr hacia la luz como Carol Anne, sobrevivir como el coronel George Taylor en este planeta de pseudosimios, volver del más allá de los agujeros negros tras descubir el enigmático monolito ideado por Arthur C. Clarke en su novela El centinela, en la que se basó Stanley Kubrick para su 2001 y después encontrarnos con la bellísima Barbarella, todo tras regresar una y otra vez del futuro con Marty McFly o, cómo no, ver rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser como hizo el replicante Roy Batty en Blade Runner.

Bueno, pues eso, que voy hacia la luz en medio de este maravilloso mundo de la ciencia ficción. ¡Qué chulo!