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Cómo cabrear a todo el mundo

Periodismo de autor
Ángel Orgaz
Fotografía de los aficionados del Obradoiro que, aunque en espíritu, acompañaron al equipo en todos sus partidos. Foto: Antonio Hernández

Les juro que no era mi intención hablarles de política esta semana, ni la siguiente, y las menos posibles también.

Quería volver a la línea de los temas sociales, científicos, del corazón, televisivos y divagaciones personales. La verdad, me encuentro más a gusto hablándoles de la Voyager 1, como la semana pasada, que de nuestra impresentable clase política.

Pero no hay manera, no me dejan. Sobre todo nuestro cada vez menos amado presidente, que contra viento y marea se ha propuesto indultar sí o sí a los condenados por el acto de sedición (o no) que supuso el referéndum de independencia del 1 de octubre de 2017 en Cataluña, también conocido como el procés.

Pues bien, a pesar de las claras y contundentes sentencias del Tribunal Supremo, la ratificación de las condenas por el mismo órgano, el aval del Tribunal Constitucional y el sentido común, Pedro Sánchez nos anuncia sin sonrojarse que va a aplicar la medida de gracia a Oriol Junqueras, Raül Romeva, Jordi Turull, Carme Forcadell y el resto de autores del levantamiento contra el Estado de derecho en nuestro país.

Lo que molesta sobre todo no es el estar de acuerdo o no con la culpabilidad de los condenados, de la conveniencia o no de la aplicación de la pena de sedición a los impulsores del procés, de si ese delito está ya obsoleto o tiene vigencia en nuestro Código Penal.

A mí y a millones de españoles lo que nos irrita es la desfachatez del Gobierno al intentar hacernos ver la bondad del indulto, lo justo del mismo, la idoneidad de su aplicación.

Y lo que cabrea a no pocos cargos, diputados y militantes socialistas es el daño que la idea de librar de la cárcel a esos caraduras le va a provocar al partido.

El que debería ser el presidente de todos los españoles, no de solo de aquellos a los que representan los socios que le mantienen en la Moncloa, dijo el martes que para otorgar ese perdón tendrá en cuenta valores constitucionales como los de “la concordia, el diálogo y el entendimiento”, pero no “la venganza ni la revancha”, que “es muy importante mirar hacia el futuro y aprender de los errores”.

Es decir, que los que los magistrados del Supremo y el Constitucional se equivocaron en todo, que es un error y que hay que corregirlo.

Es más, a la vista de que el Supremo, la Fiscalía y los acusadores contra los acusados del 1-O se oponen a esa conmutación, Sánchez querrá decir que todos ellos son unos tercos, tozudos, ignorantes. E interpretando sus opiniones, que son unos vengativos y revanchistas que se encuentran lejos de la concordia, el diálogo y el entendimiento.

¿Ustedes lo entienden así o es que estoy en un error?

La ley es la ley. Claro que hay que saber interpretarla y sería de zotes aplicarla tal cual. Sería torticero y manipulador.

Pero si se utilizara el mismo baremo con todos los reclusos españoles, habría que dar una amnistía general. No se crean, es lo que vienen a pedir muchos partidos radicales y no tan radicales de la izquierda.

El Gobierno está llevando tan mal este asunto que está logrando enfrentar a los españoles, y está sacando, además, lo peor y menos profesional de algunos tertulianos y periodistas.

Por ejemplo, el martes en el programa Al rojo vivo de La Sexta oí decir a uno de los colaboradores que era inadmisible que una persona estuviera en la cárcel por subirse a un coche, en referencia a Jordi Sánchez y Jordi Cui-xart. Otro de los participantes intentó disuadirle de tan falaz interpretación, pero apenas le dejaron replicar que los Jordis están condenados no por subirse a un coche, sino por arengar a las masas a levantarse contra el Estado, las instituciones y el Estado de derecho.

En definitiva: acto de sedición se mire por donde se mire, o se llame como se llame.

Así es cómo estamos: mal.

Puedo llegar a comprender la utilización política de ciertos instrumentos, prácticas y convenios para mantenerse en el poder, pero siempre dentro de la ley, la ética política y una cierta moral, además de ser consecuente con uno mismo.

Sánchez se lo ha saltado todo por continuar durmiendo en La Moncloa, por seguir siendo presidente del Gobierno, por cierto, malo, malo.

Yo volvería a parafrasear al expresidente José María Aznar y diría: “Váyase, señor Sánchez, váyase”.

Pero en este zoco en que se ha convertido la política española lo veo muy complicado.

Tenemos Sánchez para rato, Carmen Calvo, José Luis Ábalos y Fernando Grande-Marlaska para rato, ya que están dispuesto incluso a vender su alma a batasunos, independentistas y otras tribus con tal de permanecer aferrados a sus poltronas.

Y esperen a que empiecen a llegar las subidas de impuestos que nos anuncian.