Darío Villanueva y González Herrán reeditan la narrativa de Pardo Bazán

La Biblioteca Castro de Madrid publica la colección de doce tomos para honrar el centenario de la muerte de la autora que “fue una figura intelectualmente poderosa”
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Fernando Pajares
Retrato de la escritora Emilia Pardo Bazán

De la escritora Emilia Pardo Bazán, que falleció hace cien años, sabemos que manejó con libertad las paradojas de su vida. Fue conservadora y libertaria; tradicional y feminista; “fue una figura intelectualmente poderosa” a caballo entre los siglos XIX y XX.

Así la define Darío Villanueva, el exdirector de la RAE, a cuyo cargo –junto al experto pardobazaniano José Manuel González Herrán– ha quedado la reedición de los dos primeros tomos (la colección son doce) que componen las obras narrativas completas de la escritora gallega, una colección de la Biblioteca Castro de Madrid para honrar el centenario de su muerte.

Mujer de alta cuna, la condesa de Pardo Bazán (A Coruña, 16 de septiembre de 1851 - Madrid, 12 de mayo de 1921) hizo de todo: gran escritora, periodista, catedrática, conferenciante y pionera de los derechos de la mujer; toda una feminista en un mundo de hombres de los que –según Villanueva– “sólo dos estuvieron a su altura: Benito Pérez Galdós y Leopoldo Alas, Clarín”.

Su obra maestra, Los pazos de Ulloa (1886) es, a juicio del académico, “una de las novelas más redondas, más relevantes de la literatura española”.

Estas dos obras, sumamente conocidas, figuran en el segundo tomo de los dos que ha reeditado la Biblioteca Castro junto a Insolación y Morriña, dos “historias amorosas” que, a juicio de Villanueva y González Herrán, son “trabajos de encargo” que le piden a la autora tras su éxito con Los pazos de Ulloa y La madre naturaleza. “Si las anteriores son novelas de personajes –dicen sus estudiosos–, ahora coinciden ambas en aludir a afecciones –del cuerpo (la insolación) o del alma (la morriña)– que reflejan conflictos morales y sociales”.

El emparejamiento de estas dos novelas es tal que Pardo Bazán las reuniría en uno de los volúmenes de sus Obras Completas. Son, en todo caso, historias de dos mujeres gallegas en Madrid que pertenecen a dos escalas sociales completamente diferentes.

En el primer tomo aparecen lo que sus dos introductores llaman “novelas de aprendizaje”: Pascual López. Autobiografía de un estudiante de medicina, un relato propio de campus universitario anglosajón pero situado en Santiago de Compostela, y Un viaje de novios, en la que “contrasta el provincianismo de León, de donde procede la protagonista, y el cosmopolitismo de la Francia de Biarritz, el balneario de Vichy y, finalmente, París”.

En las dos restantes obras del primer volumen, La Tribuna y El cisne de Vilamorta, la autora “comienza a erigir, nombrándolo, el territorio de su espacio literario”, según consideran los críticos.

“Es un territorio autónomo, en cuanto a literario, pero transparentemente identificable con los enclaves de la Galicia con la que siempre mantuvo intensos lazos”.

Parece como si la coruñesa quisiera fijar un vínculo regional al estilo de Varela en Andalucía; del canario Galdós en Madrid; de Clarín en Asturias; de Pereda en Santander, o de Blasco Ibáñez en Valencia, según interpretan ambos profesores. La Tribuna aparece como el trasunto de A Coruña natal, a la que Pardo Bazán llama Marineda, a modo de hipocorístico. En la novela aparecen dos ambientes sociales definidos: el barrio de arriba, la Ciudad Vieja, y el barrio de abajo, la Pescadería del pueblo.

El último trabajo del primer tomo, El Cisne de Vilamorta, también está marcado por los espacios de la condesa. “Este será el topónimo de Carballino, por el que su padre había sido elegido diputado”.