Disparatario español

Firmas
Luis Alonso Girgado
Cosme Damián Churruca (1761-1805), el ilustre marino vasco, héroe de Trafalgar, uno de los “expulsados” del callejero de la ciudad de Mallorca.

El disparatado y bochornoso episodio de la “revisión” (más bien poda malintencionada) del nomenclátor callejero emprendida por el Excelentísimo Ayuntamiento de Palma de Mallorca, ha traído a mi ya decaída capacidad imaginativa un proyecto que –timorato y modesto como soy– solo ahora me atrevo a esbozar. A ello voy.

El sonado incidente ha sido ampliamente aireado por la prensa, que lo convirtió en polémica (que llueve por cierto muy sobre mojado), pues viene precedido por una serie de sucesos del mismo jaez, que ponen en evidencia a todo el país con insistencia digna de mejor causa. La gravedad del hecho aumenta porque el Ayuntamiento ha encargado un previo análisis por parte de un historiador que ha puesto en solfa y ridículo la verdad histórica de algunos heroicos brigadieres de la marina española en la batalla de Gibraltar (1805) –Gravina, Churruca y otros– que sucumbieron en combate, lo mismo que el heroico almirante Nelson, víctima de las heridas recibidas. A todo ello se sumó, para más confusión, el nombre de algunos barcos, puesto más de un siglo después como homenaje a los héroes españoles. Barcos inmediatamente incorporados a la marina franquista y, por tanto, fascista, términos que riman muy claramente... cuando lo cierto es que buena parte de los navíos combatieron por el bando de la República.

El señor alcalde, que no movió un dedo cuando algunos grupos independentistas protestaban ostensiblemente contra la presencia de turistas, se enfrentaba a la prensa al parecer muy contento. ¿De qué se reía? ¿Tal vez por la fuga de los incómodos turistas que molestaban a los grupos nacionalistas de la Comunidad Balear? Vaya usted a saber. Acaso le daría un repente de risa floja. Además se disculpaba “¡No voy a saber de todo!” Efectivamente, con lo que hizo –el más cerril ridículo– no necesita saber de nada, y eso quedó contundentemente demostrado.

A propósito de lo ocurrido, lo primero y muy grave es la elevada frecuencia con que se producen estos deplorables episodios. Lo segundo, la rapidez con la que se borran de la memoria colectiva. Lo tercero, la constatación de su frecuente origen en la clase política, pese a que esta dispone (mientras paga Juan Pueblo) de una legión de asesores. Lo cuarto, la irresponsabilidad más absoluta de quien comete el disparate. Quinto y último, la desvergüenza y el descaro. A todo lo cual hay que añadir que el disparate es fruto de aquello de lo que tanto se habla, pero que no se corrige: la ignorancia espesa y siempre atrevida, de la que aquí tenemos toneladas y la lucimos sin rubor y sin que se nos abra la tierra para tragarnos. Del franquismo/fascismo solo diré que es el condimento inevitable de esta “mallorquinada”.

Propongo, pues, como creación provechosa, para elevar nuestra alicaída salud física y psicológica estragada por la pandemia, un Disparatario español, publicación anual que recoja las más exquisitas perlas cultivadas de nuestra disparatada ignorancia. Aprovechemos el ocaso y defunción del humor nacional (La Codorniz, El Jueves, El Papus, Hermano lobo, etc); un clamoroso vacío que nuestro futuro Disparatario puede y debe ocupar. Serían páginas de humor inteligente, de módico precio, variopinta opinión, feminismo ab libitum y, por supuesto, dotadas de la correspondiente y sustanciosa subvención (bueno, esto no lo tengo tan seguro). ¿Qué les parece? ¿Algún editor audaz se anima? Si ello es así cuente con mi colaboración. Dicho queda.