Fernando Álvarez: el escritor y sus personajes

Firmas
Luis Alonso Girgado
Portada del libro ‘El escritor asintótico y otros cuentos’

el ferrolano Fernando Álvarez Bouza desempeñó profesionalmente actividades de carácter científico en las que ocupó importantes puestos, pero no descuidó –con esfuerzo autodidacta– su formación en Humanidades impulsada sobre todo por su temprana afición literaria que solo con el paso de los años está dando a conocer. Así, en 2014 su novela El viejo faro llegaba a finalista del Premio Nadal. Hombre culturalmente activo, fundó más de un cineclub en Ferrol y colaboró en el Ateneo de la ciudad. Su condición de hombre de vocación literaria que hubo de encauzarse sin embargo por las Ciencias se advierte en sus novelas y cuentos donde elementos como la música clásica, el gusto por las tertulias, la sensibilidad frente al paisaje de raíz gallega, el interés por los viajes y la captación de anécdotas y escenarios y, en suma, la fusión –en el recuento de sus historias– de vida y literatura son claves de su personal microcosmos de ficción.

Tal microcosmos acaba de concretarse en la suma de una treintena de narraciones, breves casi todas ellas, reunidas en el volumen titulado El escritor asintótico y otros cuentos (Ed. El viejo faro, 2014. Ed. No venal) y en las que tanto en el nivel textual como en el extratextual es ostensible y plural su presencia. Esto se refiere a la cuestión del estatuto del narrador y a su particular relación con los personajes e incluso con el escritor: un triángulo que en estos cuentos tiene intensa vigencia y confirma la validez de aquel postulado barojiano de que no había, a su entender, ficción narrativa ajena a su condición de proyección de su autor, lo que es una defensa de la autoficción o autobiografía característica de la modalidad de autoformación o aprendizaje, hoy en alza.

Las historias aquí recreadas poseen, pues, profundo origen en la personalidad y persona de su creador: su sensibilidad, su imaginación, su temple y cuidado expresivo, su cosmovisión equilibrada y la conexión con sus personajes. En sus historias la vida, en su dimensión externa, circunstancial, puramente superficial, cede protagonismo frente a su contemplación, su observación y su análisis. Los personajes son seres pasivos que no la dirigen, dominados por el absurdo, la frustración, la obsesión y la pérdida; ajenos. La serenidad y cotidianeidad de lo contado tiene un fuerte contrapunto habitualmente violento, destructivo, rotundamente climático con el resto de lo narrado, lo que es técnica intensificadora de efectos sentimentales e imaginativos que se adentran en lo fantástico, el misterio, etc., que nos adentra en el onirismo e irracionalismo. La complejidad del pensamiento sobre la relación entre el escritor y la realidad se expresa en lo asintótico del cuento que da título al libro.

Técnicamente se emplea aquí la iniciación in medias res de la historia y algunos efectos temporales de ruptura de tipo retrospectivo. Los finales, como ocurre frecuentemente en la lírica, son expresivamente cortantes y mínimos: truncan lo psicológicamente esperado y funcionan como resortes destructivos, insólitos (así, en la “maleta-bomba”, en “el libro perfecto” o en “una despedida”), pero otros son grotescos, humorísticos (“El devoto”, “El caso de los proyectiles”, “La vaca”), distendidos.

El escritor asintótico y otros cuentos recrea toda una galería de personajes disparatados con frecuencia de estirpe gallega y elabora un variado conjunto de anécdotas cotidianas, amorosas, trágicas que tratan puntuales y concretos motivos narrativos. Sus registros intencionales van desde los filtros de la amenidad a los límites de lo inquietante. Toda una gama que satisface la curiosidad del escritor y confirma la versatilidad (pero también las constantes) del autor. Fernando Álvarez Bouza cultiva la expresión con esmero y cuidado. Ignora el espectáculo, el ruido, las modas y los excesos. No es poco; no señor.