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¡Hasta nunca, Donald Trump!

Ángel Orgaz
Dos gaviotas levantan el vuelo en Porta do Camiño después de haber logrado hacerse con algunos restos de comida. Foto: Antonio Hernández

En cualquier país normal del mundo Joe Biden habría sido designado el jueves como nuevo presidente de los Estados Unidos tras vencer por un corto pero claro margen a Donal Trump.

Pero no, los EE. UU. no son normales, allí nada es normal, todo es extraordinario, hasta su democracia es insólita, dicen que especial, más democracia si cabe.

Quizás por eso los estadounidenses tuvieron que lidiar durante cuatro años con un presidente como el extravagante y bocazas millonario neyorquino.

Claro que sobre elecciones estúpidas e inexplicables de presidentes, está el mundo repleto y el Estado que esté libre de pecado que tire la primera piedra. O las que pueda.

Vamos por partes. ¿A ustedes les parece normal que un candidato se proclame vencedor cuando faltan millones y millones de votos por escrutar? ¿Les parece de persona sensata anunciar recurso ante el Tribunal Supremo porque dice que hay fraude, justo después de otorgarse una victoria que no tenía?

A ver , ¿quién es el tramposo, el estafador?

Así es Donald Trump, un autócrata de facto, un dictador, un pendenciero y un...

Lo voy a dejar ahí, porque el resto de adjetivos podrían herir la sensibilidad de algunos de ustedes, aunque seguramente compartirán conmigo este análisis.

Puedo llegar a entender, a causa de su mesianismo desmedido, que los valientes presidentes USA lleven a cabo alguna guerra o invasión.

Pero no lo que no soy capaz de asimilar es que este individuo que los gobernó durante cuatro años esté dispuesto a llevar a su país a un enfrentamiento civil con tal de no dar a torcer su brazo y reconocer que ha sido derrotado.

Así se explican las declaraciones que Trump hizo durante los últimos días, enfrentando a ciudadanos de distinto signo político, anunciando un infundado riesgo de pucherazo y caldeando unos ánimos ya de por sí bastante exacerbados.

Claro que todo tiene una explicación, que además justifica uno de mis mayores temores. Donald Trump es un populista, igual que Jair Bolsonaro, Manuel Andrés López Obrador, Vladimir Putin o, a otro nivel inferior, nuestro ínclito Pablo Iglesias.

Ven, todos ellos cojean del mismo pie, todos tienen una verborrea desmedida y descontrolada, todos creen estar siempre en posesión de la verdad, y mientras nos prometen el oro y el moro, lo que nos dan es el chocolate del loro.

Eso sí, nuestro vicepresidente segundo no tiene ramalazo de dictador, pero sí que se le nota el dominio de la labia manipuladora en el asamblearismo. Les explico.

¿Recuerdan ustedes aquellas asambleas de instituto en las que el guapete que llevaba la voz cantante, el ideólogo, el popular, el embrión de político y revolucionario acababa siempre llevando la razón y lo que se votaba y aprobaba era ni más ni menos que lo que él proponía?

¡Qué listo, qué vivo!

Pues lo de Iglesias es lo mismo, sólo que en lugar de en el Bachillerato, los cónclaves fueron en la Puerta del Sol y el fruto de llegar a vicepresidente creo que jamás se le llegó a pasar por la imaginación.

Pero si tiene a Pedro Sánchez embobadito, diciéndole sí a todo con tal de mantenerse en el machito del poder.

Tras este incido patrio, ya puedo declararles mi admiración momentánea por Biden, el anciano candidato demócrata. No es que sea el tipo de novia que uno quiere ideológicamente cuando sale al ruedo político. Pero no había otra, o mejor dicho, no supieron buscarla.

Disculpen que vuelva a corregirme. Sí había otro candidato, Bernie Sanders, pero con ironía y sin acritud no estaba garantizado que por edad y salud pudiera llegar a terminar su mandato.

Aún así, cualquier cosa mejor que el populista, el bocazas, el malhablado e ineducado Donald Trump.

Me alegro de la victoria de Biden -que tardará en materializarse con los recursos que van a presentarse-, porque el mundo será un lugar un poco más seguro. Tampoco demasiado, ningún paraíso de paz eterna, pero por el momento podremos dormir tranquilos y sin peligrosos enfrentamientos en ciernes.

Cualquier cosa mejor que el matonismo, la pérdida de valores, de libertades; todo mejor que la xenofobia y el racismo, todo mejor que la homofobia enfermiza que han mostrado los republicanos estos últimos cuatro años.

Desde luego espero, deseo y anhelo que en nuestro país jamás tengamos que lidiar con un populista al frente del Gobierno y vivir con una espada de Damocles sobre la cabeza de nuestras libertades y nuestros derechos.

Bastante tenemos ya con lo que tenemos; y ustedes ya me entienden, como para torcer aún más las cosas.

Bravo por Biden.

¡Hasta nunca, Trump!