LORENZO SILVA Escritor

“La identidad no puede ser algo excluyente ni empobrecedor”

“En este libro he querido trasladar al lector que muchos de los conflictos que planteaban los Comuneros son increíblemente actuales”
Entrevista
J. MIGUEL GIRÁLDEZ
El escritor Lorenzo Silva. Foto: Europa Press

A Coruña. El padre literario de Bevilacqua y Chamorro se adentra en Castellano (Destino) en el debate de las identidades, reconstruyendo la revuelta de los Comuneros y reflexionando sobre su propia identidad mestiza, que defiende, dice, “porque no me gusta que me digan lo que tengo que ser”.

Una de las cosas que me sorprende de tu larga trayectoria, Lorenzo, es esa capacidad para hacer cosas muy diferentes. Y también para escribir cosas muy diferentes. Porque ‘Castellano’ (Ediciones Destino) no tiene nada que ver, por ejemplo, con toda tu producción de novela policiaca, por la que eres tan conocido.

Bueno, estoy acostumbrado a estar en trescientas guerras a la vez (risas).

A fuerza de escucharte y de leerte he llegado a la conclusión de que eres bastante metódico. O quizás es la imagen que proyecta esa serenidad tuya.

Uff, no creas, no creas (risas otra vez). Soy metódico dentro del caos, como suele decirse. Si tuviera que ajustarme a un horario, estaría muerto.

Con este libro, ‘Castellano’, nos has sorprendido a todos. No es que toda tu producción tenga que ver con la literatura policiaca, desde luego, pero evidentemente es en lo que uno piensa cuando habla de Lorenzo Silva. Si embargo, este texto (porque no es realmente una novela) parece ser el resultado de una reflexión profunda sobre la identidad, sobre la pertenencia, pero también tiene muchos elementos autobiográficos y de novela histórica. Aunque, como alguien dijo, este libro es más que nada una novela de viajes. De viajes en el tiempo.

Sí, yo creo que está bien visto. Me fascinan las novelas de viajes, esto es lo primero que quiero decir. Y he publicado libros de ese tipo. Pero es que la literatura es viaje. El Gilgamesh lo es, la Odisea lo es... A veces, cuando uno quiere ensartar materiales heterogéneos, como aquí, necesita un formato que se preste a ello. Y encontré que así podía mezclar el asunto histórico que servía de base al texto, la revuelta de las Comunidades (o de los Comuneros) y mi propia peripecia personal en busca de mi identidad, de mi pertenencia.

Es decir, que ‘Castellano’ es algo así como dos viajes paralelos, separados en el tiempo, sobre el mismo territorio.

Simplemente quería que el lector supiera por qué estaba yo contando esta historia. Hay muchos elementos de la revuelta de las Comunidades que no se conocen bien. También me interesaban mucho los personajes que intervinieron. Por supuesto Juan de Padilla es muy conocido y María Pacheco. Y Juana de Castilla, claro. Pero hay otros, como el licenciado Bernaldino de los Ríos, de Valladolid, que es el que monta las leyes de los comuneros, o el almirante Fadrique Enríquez, que es el que salva el reinado a Carlos V. De estos se habla poco. Quería hacer ese viaje en el tiempo para trasladar a los lectores a esa época y para así lograr entenderla, incluyendo mi perspectiva desde el presente y mi propia experiencia [identitaria]. También tuvo su parte de viaje convencional, de viaje físico a varios lugares. Pero la mayoría de los documentos que tienen que ver con la época están digitalizados y son de acceso libre en internet para quien los quiera leer.

Aunque, como decíamos, tu obra es múltiple y toca muchos géneros, los que estamos acostumbrados a leerte en clave de novela negra o policiaca imaginamos que construir ‘Castellano’, más allá de esa estructura del doble viaje en el tiempo, te habrá planteado retos un poco diferentes a los habituales.

He sentido que estaba abriéndome un nuevo narrativo. Que estaba experimentando. No me estimularía tanto repetirme, volver sobre una fórmula magistral de hace 25 años, y, de hecho, lo más parecido que tengo a eso, las historias de Bevilacqua [y Chamorro], que evidentemente forman una serie, también están llenas de experimentación. Y la próxima, por cierto, va a suponer un paso más en ese camino experimental de novela policiaca.

Pero es que Bevilacqua es una fórmula magistral...

No sé si lo es... (risas). Pero, aunque lo sea, nunca estoy contento. Siempre quiero cambiar. En esa novela quería abrir una nueva frontera, pero ya hice investigación histórica sobre personajes reales. Pero en este caso había un plus, que consistía en trasladar al lector que muchos de los conflictos que planteaban los Comuneros son increíblemente actuales. Y tenía también otro reto, y otro plus: el lenguaje. Quería recoger algo de esa belleza del idioma, que es la única herramienta de un escritor, porque cuando lees documentos de esta época ya se atisba un lenguaje maduro y evolucionado, muy hermoso, y quería recuperar parte de ese tesoro idiomático, porque creo que con el tiempo hemos perdido muchos de los pliegues del lenguaje. Por ejemplo, no sé... cuando Juana de Castilla protesta, porque ha sido engañada por los Comuneros, dice “me han traído en dobladuras...”. En fin, maravillas así. O cuando el Almirante de Castilla le dice a Carlos V, ¡al señor del mundo!, que no todo es venganza, “que encontráis leyes para degollar, pero no para gratificar”. Como para compararlo con el nivel del lenguaje de los políticos de hoy en día...

Vayamos al comienzo del libro. Así que un buen día ibas en coche y pusiste un disco de Nuevo Mester de Juglaría... Y ese disco fue de pronto una revelación. No sé si es un recurso literario, o si fue así en realidad...

No, no, es absolutamente cierto. Así sucedió. Creo que esto sirve para darnos cuenta del inmenso poder de la música. Ahí ellos ponen música al poema épico de Luis López Álvarez, algo que yo conocía, porque uno ya tiene una edad, pero que no había escuchado antes. Sirvió un poco como respuesta a aquellos que decían que la revuelta de los Comuneros no habría sido tan importante, ya que no había generado una épica, como, por ejemplo, el Cid. Pero aquella música de Nuevo Mester me removió algo muy profundo. Quizás me devolvió de pronto la figura de mi abuelo, que era de la provincia de Salamanca.

Siempre has manejado la idea de la identidad, el debate sobre la identidad clara e insoslayable. No sólo porque has vivido tanto en Barcelona como en Madrid (ahora cerca de Madrid, en concreto), sino porque, con tu ascendencia andaluza y castellana a partes iguales, te resultaba difícil apostar por una identidad inquebrantable.

Más bien he sido refractario a esa idea. Prevenido frente a las identidades. Lo reconozco tal cual.

Entiendo que el libro está pensado para ser leído también en el contexto contemporáneo. Este es un tiempo difícil, aunque de otra manera. Y tú hablas de tu propia experiencia, de tu propio viaje identitario, al tiempo que nos cuentas la guerra comunera contra el poder inmenso, y la derrota final en Villalar que, podemos decir, hundió a la región para siempre.

He querido explicar que la identidad no puede ser algo excluyente ni empobrecedor. Ni reduccionista, ni agresivo. Lo he visto, porque lo vi en la realidad a la que yo abrí los ojos, que era la identidad propia del franquismo. Tenía todas esas notas. Y lo viví en Madrid, donde percibí la amenaza del terrorismo. Y luego en Cataluña, donde estuve desde 2008 hasta 2015. Yo planteo la identidad mestiza, que por otra parte es la que me corresponde. Nada parecido a un nacionalismo castellano, por Dios. La identidad es algo complejo. Ahora, este libro es también una aventura personal. Sucede que me parece que ya basta que nos digan continuamente cómo hay que ser español, cómo hay que ser vasco, catalán y ahora, ya, para rematar, que también nos digan cómo hay que ser madrileño. ¡Yo no soy menos madrileño porque apenas voy a los bares! Como si hubiera que ser de un sitio de una determinada manera, como si no hubiera varias posibilidades [de pertenencia]. Pero yo lo propongo más en términos poéticos que políticos. Creo que lo poético es más enriquecedor, porque las últimas décadas nos demuestran que la visión política [en este asunto] puede traer resultados funestos.

El V Centenario de Villalar, con todo, no ha tenido excesivas celebraciones, o eso me parece. Además, está el debate contemporáneo sobre la construcción de la comunidad de Castilla y León, que muchos leoneses han puesto siempre en cuestión.

Sí, el V Centenario, quizás también por el momento [en que estamos], no se celebró demasiado. Y con respecto a lo de León, lo puedo entender, desde luego: porque creo que la construcción autonómica castellana es manifiestamente mejorable.