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Lo único que pido es que me vacunen

Ángel Orgaz
Uno de los ramales fluviales que se unen al río Tines en los espectaculares alrededores de Serra de Outes . Foto: Ángel Orgaz

¡Uy! Vaya golpe de efecto dio esta semana nuestro amado Pedro Sánchez con el bombazo de las vacunas. La verdad, no tan bombazo, porque no es ni más ni menos que lo que nos viene anunciando desde el pasado enero y nos repitió hasta la saciedad.

Así que si a final de agosto hay 33 millones de españoles vacunados, lo que se hace es cumplir con lo prometido, lo mínimo que se espera de un político y más aún si este ostenta el título de presidente.

Este que suscribe, si me lo permiten, va a seguir dudando de que el objetivo marcado por el jefe del Ejecutivo vaya a lograrse, y como un servidor, una buena parte de los ciudadanos de este país no cree que puedan pincharse las más de 210.000 vacunas que serían necesarias todos los días de aquí a la semana del 19 de julio para cumplir con los 22 millones de españoles libres de riesgo en esas fechas como dijo nuestro preboste en la rueda de prensa del pasado martes.

Ya no digamos si nos situamos en finales de agosto, para cuando el presidente quiere tener con la doble dosis a 33.000.000 de compatriotas, para lo que habría que administrar todos y cada uno de los días de aquí a esa fecha 235.000 dosis.

Ahí es nada. Pero ahora voy a cruzar los dedos para que el rector de nuestros destinos acierte, por lo menos, uno de sus vaticinios y convierta en realidad la inmunidad de rebaño con el 70 % de la población vacunada antes de que empecemos el otoño.

Ojo, que visto lo visto y la evolución del COVID-19, cuando pase el efecto de la primera doble dosis (unos seis meses más o menos dicen los expertos) supongo que habrá que empezar de nuevo, como con la vacuna de la gripe, que hay que ponerla todos los años porque el bicho en cuestión va mutando y el compuesto de un año ya no sirve para el siguiente.

Yo solo quiero ayudar, se lo prometo, quiero ser positivo y deseo que todo salga no como está previsto, si no aún mejor. Así que voy a ponerme en plan abuelo Cebolleta (personaje de los tebeos) y darle una idea a nuestro Gobierno para acelerar aún más si cabe la inoculación del antivirus.

Recuerdo que cuando estaba haciendo el campamento en la localidad gaditana de San Fernando para después cumplir con la patria y el servicio militar en Melilla nos vacunaron a todos los reclutas. Y lo hacían, sin eufemismos, como si fuéramos ganado.

Era un frío día de enero en Cádiz, estábamos ateridos del frío que hacía estando a la intemperie y desnudos de cintura para arriba.

Nos fueron haciendo entrar en un edificio y de pronto te encontrabas con que tenías un soldado a cada lado con una pistola para pinchar de forma industrial , así que te disparaban con la pistolita en los dos brazos a la vez y antes de salir, otro muchachote te ponía otra dosis.

En media hora habían pinchado a toda una compañía y a lo largo de la mañana a todo el reemplazo que iba a jurar bandera en aquel inmenso cuartel. ¡Y no pasaba nada! Bueno, alguno caía redondo, no sé si por el miedo a las agujas o por el inmediato efecto del mejunje inoculado

Ahí tiene una nueva idea Carolina Darias, nuestra ministra de Sanidad, para agilizar la inmunización.

Lo que de verdad espero es que los cálculos no los haya realizado el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) que dirige José Félix Tezanos, porque si sus cuentas son como las de las estimaciones de voto, no creo que estemos vacunados antes de final de año.

Con o sin Tezanos, con o sin Fernando Simón, con o sin Sánchez y Darias, yo quiero que me inmunicen cuanto antes, con AstraZeneca, Pfizer, Moderna, Janssen o la Sputnik, me es indiferente.

Ah, y aquí se le presenta otro enigma a nuestros responsables sanitarios, porque la de AstraZeneca está cada vez más en el aire, hasta el Reino Unido quiere alternativas para inmunizar a los menores de 30 años.

Aún así, yo me apunto a la que sea; total los efectos secundarios que tienen son muy leves y los graves se consideran oficialmente como muy raros.

¿Ustedes son de los que se leen los prospectos de los medicamentos antes de tomarlos? Yo sí, ya ven, soy muy raro, qué le vamos a hacer.

Pues eso, que me parece que no hay ningún medicamento que esté exento de efectos secundarios y para cuanto más grave es la enfermedad, muchos más.

Termino. Lo que quiero es poder caminar sin mascarilla, al menos por el monte para que los corzos no me miren con cara de espanto, o moverme por la playa sin que los cangrejos me levanten las pinzas de modo amenazador.

Eso sí, respetando las distancias de seguridad.

Por cierto, recuerdan cuándo sudábamos como pollos en las discotecas llenas hasta la bandera.

¡Ay, qué tiempos aquellos!