|| nosotros y cía ||

¡Ni perdonamos, ni olvidamos!

Periodismo de autor
Ángel Orgaz
Ahí la ven, una mascarilla FFP2 colgada de la rama de un arbusto. Una auténtica guarrada. Foto: Antonio Hernández

Qué poca vergüenza sigue teniendo este Otegi, su indecencia no conoce límites en el tiempo. Lo único que ha hecho el líder de EH Bildu es poner en marcha el ventilador de mierda para abrir de nuevo el debate sobre los presos de la banda terrorista ETA e intentar enfrentar a la sociedad española sobre la calidad o no de su arrepentimiento.

El independentista vasco y máximo exponente de la izquierda abertzale quiso celebrar el décimo aniversario del anuncio de la dirección de la banda criminal y terrorista con otro ejercicio de equilibrio e hipocresía.

“Queremos trasladarles nuestro pesar y dolor por el sufrimiento padecido. Sentimos su dolor y desde ese sentimiento sincero afirmamos que el mismo nunca debió haberse producido, a nadie puede satisfacer que todo aquello sucediera, ni que se hubiera prolongado tanto en el tiempo”, aseguró el pasado lunes el exdirigente de ETA, según la sentencia de septiembre de 2011 de la Audiencia Nacional con la que le condenaba a él y Díez Usabiaga.

Pues no. No vale, no llega ni de lejos. Eso no es lo que esperan, desean y exigen las víctimas de la banda terrorista, los familiares de éstas y la sociedad española en general.

¡Hay que pedir perdón!

Sin paliativos, sin medias tintas, sin eufemismos.

¡Qué humillado me sentí con la salida en tropel de todos aquellos a los que les faltó tiempo para presentarse ante las cámaras y los micrófonos para alabar el ardid a Arnaldo Otegi!

Menos mal que el Gobierno de la nación, ese que queremos que represente a todos los españoles y que en esta ocasión lo logró al afirmar oficialmente tras el Consejo de Ministros que la declaración del dirigente independentista vasco no era suficiente, colocándose incluso al otro lado de la alegría mostrada por no pocos dirigentes del propio Partido Socialista.

Insisto, hay que dejarse de zarandajas, de estupideces y declaraciones grandilocuentes: hay que condenar la violencia de los asesinos de ETA, hay que mostrar un arrepentimiento verdadero, hay que pasarse al lado de la paz, al de la hermandad, la fraternidad, el Estado de Derecho, el de la libertad, el respeto y la no violencia.

¿Es o no es así?

¿Tan equivocado estoy?

He conocido a personas amenazadas por esta mafia criminal, asesinaron a unos de mis compañeros de El Mundo cuando trabajaba en ese medio, José Luis López Lacalle, y como todos los españoles de bien lloré sin consuelo aquel 13 de julio de 1997, infame fecha en la que asesinaron a sangre fría a Miguel Ángel Blanco en Ermua.

¡Cuánta angustia, cuánto dolor, cuánta sinrazón! Jamás podré entender que se le puede pasar a alguien por la cabeza para poner una bomba como la del Hipercor de Barcelona, un centro comercial donde gente corriente, inocente, ajena al falso conflicto vasco, perdió la vida de una manera horrible.

Nada menos que 21 personas murieron y otras 45 resultaron heridas.

864 muertos, 7.000 víctimas, más de 3.000 atentados. Ese inexplicable e incompresible balance de 43 años de sufrimiento, miedo y terror lo quieren saldar ahora con un “sentimos” y “no debió ocurrir”. ¡Qué poca vergüenza!

Y claro, solo dos días después se desvelaban las cartas de Otegi, cuando se dieron a conocer unas palabras suyas pronunciadas tan solo siete horas después de las que generaron la polémica y con las que afirmó ante un grupo de militantes de su partido que estaba dispuesto a apoyar cualquier presupuesto general del Gobierno a cambio de que los 200 criminales de ETA salgan de la cárcel.

¡Hala! ¡Ya está!

Pero que confundido está, porque los ciudadanos de este país esperamos que antes de que todos esos matones salgan de la cárcel entren en ella todos los que aún no han sido detenidos y condenados por su pertenencia a la banda terrorista y sus atentados.

También tengo que aplaudir las palabras de la ministra de Justicia, Pilar Llop, el miércoles en el Congreso, cuando reprochó a un diputado de Bildu la humillación constante a las víctimas de la barbarie terrorista y aseguró que “los ciudadanos ni vamos a ser iguales ni seremos iguales mientras haya ongi etorris”, ya saben los habituales homenajes a los condenados etarras cuando salen de las prisiones donde cumplen sus condenas.

No alcanzo a imaginar el sufrimiento y el dolor tan insoportable de los familiares de los asesinados, de los supervivientes de los atentados y de aquellos que durante tantos años vivieron con la espada de Damocles de la amenaza y la sentencia de ETA sobre sus cabezas.

¡Que pidan perdón de una puñetera vez!

Que no se olviden: nosotros ni perdonamos ni olvidamos tanta barbarie.