|| nosotros y cía ||

¡No tiren de la cadena, por favor!

Periodismo de autor
Ángel Orgaz
Curiosa estampa captada en el paseo central de la Alameda compostelana, al lado del templete de la música. Foto: Antonio Hernández

Regresé de mi semana de descanso con la clara idea de arremeter contra nuestro amado presidente del Gobierno y el puñetero Plan de Recuperación que remitió a Bruselas, gracias al cual espera recibir los fondos con los que propiciar la salida de la crisis generada por la pandemia de la COVID.

Ya saben: peajes para circular por autovías y carreteras, incrementos de diversos impuestos, eliminar las tributaciones conjuntas de IRPF para las parejas trabajadoras y un largo etcétera de sablazos que van a dejar nuestros bolsillos como unos zorros.

Pero no, por el momento voy a dejar tranquilo a nuestro admirado Pedro Sánchez, al menos por ese asunto.

Porque hay otra cosa que me preocupa más en este momento y es la que se le viene encima a jueces y magistrados con esto de delegar en ellos la decisión de permitir o no medidas de restricciones sanitarias para atajar la pandemia, lo que puede provocar el colapso de la ya de por sí atascada justicia española.

Por cierto, que yo sigo sin ver ni comprender eso de que recorten o eliminen mis derechos fundamentales y constitucionales sin la aplicación de un estado de alarma o de excepción, por mucho que se ponga en jarras Carmen Calvo para intentar hacernos comulgar con rueda de molino.

A nuestra vicepresidenta primera, también enormemente amada y admirada, le vino grande el diseño del plan para salir del estado de alarma; de hecho no hay plan ni hay nada, ¡nada de nada!

Porque ya me dirán, si era difícil para los expertos epidemiólogos decantarse por esto o aquello para luchar contra el COVID, cómo le resultará a un jurista decidir qué hacer frente a la pandemia.

Desde luego, si yo tuviera posibles para sufragar las tasas judiciales, llegaría hasta el Tribunal Constitucional para defender todos mis derechos y libertades reconocidos en la Carta Magna, y estoy convencido que ganaría. Sin duda.

Pero ese asunto, como les dije antes, es solo uno de los runrunes que me atenazan.

El siguiente no es otro que la nueva factura de la luz.

¿Para usted también?

Si ya era difícil entender el recibo de la energía que consumimos, no quiero ni pensar lo que va a suponer para la mayoría de los españoles no ya comprender el porqué del importe eléctrico, si no además dirimir los tramos en los que consumir la energía para que nos salga más barata; mejor dicho, menos cara.

Porque me supongo que ya saben que desde el próximo mes habrá horas de consumo puntas, llanas y valles: el primer tramo será muy caro, el segundo, menos, y el tercero, ese en el que el 90 % de los españoles podrán a funcionar todos sus electrodomésticos para poder hacer frente a la nueva factura de la luz sin más sobresaltos de los que ya conocemos.

Esto tiene más chicha de lo que parece a simple vista. Porque si usted vive en un edificio de viviendas, con otros veinte, treinta o cuarenta vecinos y a todos se les ocurre poner la lavadora, el lavavajillas y la secadora entre las doce de la noche y las seis de la mañana, ya me dirán quién va a poder dormir desde el próximo mes de junio.

Este es el asunto que realmente va a convertir los juzgados civiles y penales de España en un embudo. Y todo porque la mayoría de los inmuebles no están aislados convenientemente para absorber los ruidos que se puedan llegar a producir de madrugada en este inmediato y ruidoso futuro.

A ver, ¿quién no escuchó a los vecinos de al lado, de arriba e incluso de abajo mantener sexo?

¿Quién no discutió en alguna ocasión con otro propietario o inquilino por el ruido que hacía, porque la televisión estaba muy alta, porque el niño le llora demasiado o porque incluso parece que en ocasiones recorren el pasillo con patines de ruedas. Eso cuando no nos preguntamos que qué puñetas están haciendo arrastrando las sillas a esas horas de la madrugada?

¿Quién no se cabreó porque un convecino tiene la próstata como la tiene y va a orinar tres o cuatro veces durante la noche y, además, tira de la cadena?

Pues ahora imaginen lo que va a ocurrir desde el mes que viene: broncas, peleas, discusiones, juntas de vecinos interminables y enormemente tensas, malas caras en el ascensor por las mañanas y algún que otro insulto.

Pero claro, ¿quién está dispuesto a pagar más de luz por mantener la paz y permitir que los vecinos duerman a pierna suelta?

Porque si ya era difícil convivir con los infrasonidos o ruido negro (ese que generan frigoríficos o aires acondicionados), ya verán con las verbenas de platos y centrifugados que vamos a escuchar.

Eso sí, recojan la loza y tiendan la ropa por la mañana, antes o después de desayunar, no se me agobien y cabreen aún más al personal.