|| nosotros y cía ||

Una de romanos y otra de marrones

Periodismo de autor
Ángel Orgaz
Uno de los agradables y recoletos rincones de que dispone el compostelano Hostal dos Reis Católicos. Foto: Antonio Hernández

Cuánto me gusta leer: me entretiene, me forma y, además, me ayuda a comprender y ver con mucha más claridad todo lo que ocurre a mi alrededor.

Ahora lo entenderán.

Estoy enfrascado en la lectura de otro de los maravillosos libros de Santiago Posteguillo, Yo Julia, ya saben, ese que se llevó el pasado año el Premio Planeta, galardones de los que el 90 % de las obras ganadoras me decepcionaron sobremanera; vaya, cómo que a mí me parece que estuvieran hechas por encargo.

Pero en esta ocasión, y aunque así fuera, al menos hasta la mitad de esta novela histórica, Posteguillo vuelve a engancharme a una historia de romanos. Bueno, ya les hablé en otras ocasiones de su trilogía de Trajano, el primer emperador de origen hispano, luego vendrían Adriano y Teodosio.

Pero no les voy a hablar de Julia Domna, la bellísima e inteligente protagonista, ni de su prudente pero valiente esposo, Septimio Severo, que llegaría a ser emperador romano. Este gobernador de la provincia de Panonia Superior, lo que hoy sería parte de Hungría, Serbia, Bosnia, Croacia, Austria y otros países limítrofes, fue el único que se rebeló ante una de las mayores afrentas políticas de la historia de Roma: la subasta del cargo de emperador tras el asesinato del augusto Pértinax, que a su vez sucedió a Cómodo, sí, el psicópata coprotagonista de la famosa película Gladiator.

¿Ven ya por dónde voy?

Les explico: Pértinax fue asesinado por la guardia pretoriana (la que en teoría protegía a los emperadores) por no recibir el donativum (una especie de paga extra) que les había prometido por llegar al poder. También este cuerpo militar de elite hizo otro tanto con Cómodo y por el mismo motivo, pero en este caso fueron aplaudidos por quitar de en medio a semejante sociópata asesino.

Entonces apareció el listo del Didio Juliano, uno de los senadores más ricos de la historia del imperio, que consiguió ser nombrado emperador tras ganar la subasta que subrepticiamente organizó con el apoyo de los frumentarii (el servicio secreto romano) y estos convencer a los pretorianos de que así obtendrían una excelente paga extra.

Y fue augusto del 28 de marzo al 1 de junio del 193 d.C., que fue cuando el antes referido Septimio Severo entró con sus legiones en Roma.

Pues eso, que leyendo y leyendo, entre subasta y subasta, me recuerdan mucho algunos pasajes a lo que ocurre hoy en España, con nuestro Gobierno vendido a unos pocos, interesados y egoístas diputados con los que lograr que el presidente continúe sentado en la gran cathedra (el trono) al precio que sea.

No, no hablo de un nuevo capítulo de las Vidas paralelas de Plutarco comparando a Pedro Sánchez con ninguno de los personajes anteriores, ya que la mayoría, aunque ambiciosos y capaces de todo por el poder, como él, eran bastante más –cómo decirlo para no ofender– listos y con un sentido del Estado en muchos casos enorme.

Pero nosotros aquí estamos, con una guardia pretoriana que conforman Unidas Podemos, los independentistas catalanes, los herederos de ETA de EH Bildu, los nacionalistas vascos y otros arribistas que venden su único voto a un precio que a los españoles nos resulta increíblemente caro, tanto económica, como social y políticamente.

Ahí está el prefecto de los pretorianos hispanos, Pablo Iglesias, blandiendo día tras día su spatha (espada) sobre la cabeza de Sánchez.

Así se entiende la desfachatez de los desplantes y los insultos inadmisibles al rey Felipe VI, que guste o no guste, es constitucionalmente el jefe del Estado. Y si no respetamos nosotros mismos nuestras instituciones, ya me dirán quién lo va a hacer.

No nos olvidemos de Gabriel Rufián, Quim Torra, Oriol Junqueras, Roger Torrent y el indefinible Carles Puigdemont, riéndose a mandíbula batiente de todos y cada uno de los 47 millones de españoles sin que nadie haga absolutamente nada por impedirlo.

Ahora quieren no ya indultos para sus presos del procés, sino amnistías. El caso, por h o por b, es humillarnos.

Qué me dicen de Arnaldo Otegi, investido ahora de demócrata de toda la vida y ofreciendo votos a cambio de libertades y mejoras para los asesinos criminales de la banda terrorista ETA.

¿Y los espabilados dirigentes del Partido Nacionalista Vasco? Bueno, a estos los admiro. Cada vez que se discute, se negocia, se trata o se vota algo, sacan una buena tajada, tanto económica como competencial.

Así estamos, aún con los presupuestos de Cristóbal Montoro en vigor y que es incapaz de diseñar, renovar y actualizar nuestro Gobierno.

Ahí tenemos al populismo, defendiendo la okupación en lugar de aplaudir e incentivar el trabajo, el esfuerzo, la propiedad y el Estado de derecho, todo eso por lo que tanto hemos trabajado y luchado no sin sangre, sudor y lágrimas durante más de 40 años.

Sinceramente, no sé si prefiero el imperio romano o la España de Pedro Sánchez.

¡Qué lástima!