|| nosotros y cía ||

Una extraña y peligrosa sensación

Periodismo de autor
Ángel Orgaz
Bajos del estadio Vero Boquete de San Lázaro, que muchos compostelanos aprovechan para pasear los días de lluvia. Foto: Antonio Hernández

Creía que era una neura, una falsa percepción sin mayor fundamento, una de esas jugadas que nos hace la mente. Por eso no les dije nada.

Hasta hoy, claro, cuando he constatado que no soy el único que ha percibido algo así como una pérdida de libertad. No sé, es difícil de explicar, es como si día a día nos fueran rascando con la uña en la base de nuestros derechos fundamentales.

Supongo que será por eso de la pandemia, de los confinamientos perimetrales, de toques de queda, de medidas absurdas a las que no vemos ningún sentido ni justificación y contra las que no podemos luchar gracias a ese extensísimo estado de alarma con que nos ató de pies y manos nuestro presidente, el ínclito Pedro Sánchez, con el beneplácito de Pablo Iglesias y una buena parte del arco parlamentario. ¡Así nos va!

Y todo en aras de una convivencia mejor, en beneficio de un mecanismo ágil con el que ponernos a salvo de caer en las garras de la COVID-19.

Pero qué quieren que les diga. Yo sigo sin verlo.

Miren, hasta la actitud de los agentes de los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado ha mermado en calidad y deferencia en el trato hacia los ciudadanos.

No hablo de falta de educación, ni de malos modos; muchos percibimos una cierta falta de delicadeza. No son las palabras, es el tono imperativo con el que últimamente siempre se dirigen a uno de nosotros en los controles organizados para luchar contra la pandemia. Que no los critico, son necesarios e imprescindibles para evitar que los descerebrados que no cumplen las normas no nos contagien a todos y puedan llevarnos de cabeza a una UCI.

Pero sí que cuando nos paran y nos interrogan sobre origen, destino y motivo del desplazamiento nos queda esa sensación de que estamos haciendo algo malo.

En ocasiones, incluso no nos desplazamos para asuntos importantes por el temor a ser multados y luego tenernos que enzarzar en una refriega legal para intentar anular la onerosa sanción que puedan imponernos por no llevar los papeles adecuados o no ser capaces de transmitir al policía nuestra inocencia y buena voluntad.

Desgraciadamente, parece que hoy en día no somos inocentes de un viaje inadecuado mientras no demostremos lo contrario. ¡Qué triste!

¡Allá va nuestro Estado de derecho, allá va nuestra libertad, allá van nuestras garantías constitucionales!

No me digan que ustedes no tienen esa sensación de desprotección, de abandono, del “no pintas nada en un estado de alarma”.

Un estado de alarma como este que, por cierto, se pasó por el arco del triunfo el artículo 116 de la Constitución Española y la Ley Orgánica 4/1981, de 1 de junio de ese año, que regula ese estado y los de excepción y sitio.

Como había mayoría en el Congreso, los que lo aprobaron decidieron saltarse eso de que como máximo puede durar 15 días y si hay que extenderlo, pues se hará a base de prórrogas, y, por supuesto, con la consabida comparecencia del Gobierno para dar cuenta ante los españoles de cómo se desarrolla esa excepcional situación, si necesita mejoras, si ya no es necesaria o tantos aspectos que habría que someter al control de las Cortes y, en su caso, recibir la aquiescencia o rechazar la actuación del Ejecutivo.

Pero que si quieres arroz, Catalina.

¿Recuerdan ustedes no hace tanto tiempo cuando Pedro Sánchez y Pablo Iglesias criticaban a Mariano Rajoy porque consideraban que comparecía poco en las cámaras? Y tenían razón.

Pues al ahora presidente es que ni le vemos, ni en el Congreso, ni en el Senado, ni en ningún lado. Cuando aparece lo hace en una grabación o por videoconferencia y, eso sí, sin preguntas, no vaya a ser que a los periodistas se les ocurra insistir en alguna cuestión capciosa.

Y motivos para que hable a los españoles ha habido más que de sobra.

Las decenas de miles de muertos que llevamos sobre nuestras espaldas merecen un respeto mínimo del Gobierno, los graves errores y contradicciones puestas de manifiesto requieren al menos una explicación, que los españoles estemos hartos de todo precisa, por lo menos, un poco de comprensión.

Y no la hay, ni, como decía antes, tampoco respeto.

Porque sales a la calle con el recibo de la luz para justificar que vives aquí o allí, y si no vale, te multan y si encima te quejas o levantas la voz, te acusan de desacato.

Vamos mal. ¡Y lo que nos queda! El estado de alarma estará vigente hasta las 00.00 horas del 9 de mayo, y ya les adelanto que Sánchez no lo va a levantar antes.

Les facilito la hora por si a alguien le apetece en ese momento salir a la ventana y hacer un corte de mangas.

¡Va por ustedes!