Violencia de género entre parejas adolescentes: del control al abuso emocional

El porcentaje de chicos que no creen en este problema subió en dos años un 8%// El 11,1% de chicas sintió presión de tipo sexual
Violencia de género
Juan David
Un 14,9 % de las jóvenes dicen que les controlaron el móvil. Foto: Save the Children/Pablo Blázquez

El control y el abuso emocional definen la violencia de género en las parejas adolescentes, relaciones en las que, a pesar de los avances en la lucha por la igualdad, persisten actitudes tóxicas y machistas, según constatan los últimos estudios sobre este fenómeno.

“La más habitual es la violencia de control: con quién vas, qué te pones, con quién hablas. En parejas jóvenes, que presuponemos más modernas, más igualitarias, sigue funcionando una concepción rancia y estereotipada del amor romántico, que ve los celos como ejemplo de amor”, explica a Efe Anna Sanmartín, subdirectora del Centro Reina Sofía sobre Adolescencia y Juventud.

El asesinato de una chica de 17 años en Totana (Murcia) a manos de su exnovio, de 19, volvió a sacar a la luz la gravedad de un problema sobre el ya alertó la Fiscalía General del Estado en su última memoria. “Se detecta un incremento de la violencia entre los menores que ya desarrollan conductas de dominio y control en sus tempranas relaciones afectivas o experiencias sexuales y que requieren un abordaje educativo”.

Desde 2003, cuando comenzaron los registros de mujeres víctimas de la violencia de género, catorce menores murieron a manos de sus parejas o exparejas, cinco de ellas con menos de 16 años.

El último barómetro sobre juventud y género de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), reveló que el 20 % de los chicos jóvenes (de 15 a 29 años) cree que la violencia de género es un “invento”, un porcentaje que era del 12 % en 2019.

Para conocer la dimensión del problema, la delegación del Gobierno contra la Violencia de Género encargó un estudio a la Unidad de Psicología Preventiva de la Universidad Complutense, que partió de una encuesta a 13.267 adolescentes de 14 a 20 años y que fue presentado el año pasado.

De acuerdo en este trabajo, las situaciones de violencia de género que un mayor porcentaje de chicas adolescentes reconoce haber vivido en su pareja son las de abuso emocional (“insultar o ridiculizar”, el 17,3 %), control abusivo general (“decidir por mí hasta el más mínimo detalle”, 17,1 %) y controlar a través del móvil (14,9 %), informa Efe. El 11,1 % reconoce además que se “ha sentido presionada para situaciones de tipo sexual en las que no quería participar”.

Destaca este estudio que el porcentaje de chicos que reconoce haber ejercido violencia de género es sensiblemente menor al porcentaje de chicas que responde haberla sufrido, en sus diferentes versiones.

Por ejemplo, el 2,3 % de los chicos reconoce haber pegado a una pareja o expareja, frente al 3,6 % de chicas que dice haber sufrido esa situación; el 3,1 % de los chicos admite que la presionó para “conductas de tipo sexual en las que ella no quería participar”, pero el 11 % de ellas responde que se sintió presionada; el 2,8 % de los chicos reconoce que ha enviado mensajes en los que la insultaba o amenazaba, frente al 6,3 % de las chicas que afirman haberlos recibido.

El estudio, que refleja no obstante una evolución positiva en las relaciones adolescentes desde 2010, apuesta por la prevención escolar y por la implicación de las familias, prestando especial atención a la violencia a través de las redes.

“Hemos delegado mucho en la gente joven por ser nativos digitales, y vemos que no, que tienen que aprender a manejar la tecnología. El móvil no es un dispositivo, es un espacio para la socialización”, subraya Sanmartín.

A su juicio, no hay que demonizar las pantallas, pero sí ser conscientes de que han facilitado esa “violencia de control” y cambiaron el concepto de privacidad al permitir estar “constantemente disponible y presente”.

Esta experta hace hincapié en la importancia de la educación afectivo-sexual en la escuela desde edades tempranas y coincide en la necesidad de implicar a las familias, muchas todavía no preparadas para hablar de sexualidad con sus hijos.