Arturo Calvo emigró desde la parroquia amiense a Brasil después del servicio militar para reencontrarse con su padre // Sesenta años después su hijo, nacido en Sao Paulo, abre en Santiago el restaurante A Lareira especializado en carnes TEXTO Víctor Furelos

Una familia con viaje de ida y vuelta de Ortoño a Brasil

Restaurantes
Víctor Furelos
Arturo Salano, en primer término, con su equipo de trabajadores en el interior del restaurante A Lareira en la santiaguesa calle de San Clemente. Foto: A. Hernández

Eran tiempos difíciles cuando Arturo Calvo Salaño regresó a su casa de Ortoño después de haber cumplido el servicio militar en Sidi Ifni, en el suroeste de Marruecos y por aquel entonces de dominio español. Era 1958 y a su vuelta se encontró con que su padre había emigrado a Brasil. Y no dudó en seguir los pasos de su progenitor.

No tardó en comenzar a trabajar en una industria de abrasivos, que compraría cuando el propietario se jubiló. Casado con una brasileña y asentado en Sao Paulo pronto aumentó la familia, pero nunca se olvidó de su Ortoño natal, que visitaba en verano.

Uno de sus hijos, de nombre Arturo Frank Calvo da Silva, que en redes sociales se presenta como Arturo Salano, no quiso seguir su estela laboral y se vio atraído por el mundo de la hostelería. Con sólo 23 años compró una pizzería en la que llegó a tener diez empleados. Siempre le gustó cocinar con su madre Irene y quizá de esa relación entre fogones le vino su afición.

Después de ocho años sintió la necesidad de ampliar sus conocimientos y se matriculó en un curso superior de gastronomía. Pero eso no era todo; todavía daría un paso más vendiendo la pizzería para inaugurar una parrillada en la que permaneció diez años.

Después apostó ya en solitario por un restaurante que comenzó siendo mediterráneo con comida española e italiana y alguna pincelada portuguesa para acabar dedicándose a la comida típica brasileña.

El destino tenía guardado para él una sorpresa importante que daría un vuelco a su vida. Fue en el año 2007. Participó en un concurso de comida de buteco (lo que aquí serían las tapas) a nivel nacional. Y lo ganó. Recibió entonces la llamada de una televisión para participar en un programa. Fue tal su éxito que pronto contó con un espacio propio en una de las principales cadenas del país. Arturo Salano estaba al frente del programa Cozinhando papo en día, una especie de concurso en el que dos personas se desafiaban en la cocina mientras que él ejercía al tiempo de ayudante y de juez. Su fama se fue agrandando a medida que salía en periódicos y revistas y participaba en programas televisivos.

Pero Brasil no le daba todo lo que quería. Buscaba seguridad y una oportunidad de hacer las cosas con garantías de futuro. Quería una calidad de vida que no podía encontrar en su país natal pero que sí podía estar en la tierra de su padre. Y cruzó el charco.

Siempre estuvo arropado. No en vano acude a menudo a visitar a su primo Ramón Veiga, propietario del estanco de Ortoño, y mantiene una excelente relación con otro primo, Miguel Salaño, y con sus tíos. Si hay algo de lo que se arrepiente Arturo es de haber vendido la casa de su padre de Ortoño en el año 1998, porque es una zona que le encanta para vivir, pero no sabía que el futuro le iba a deparar este viaje de regreso a sus orígenes.

A su llegada apostó por Santiago para instalarse. Encontró un local en la calle San Clemente con una capacidad para 44 comensales en el interior y 47 en una amplia terraza. Y no lo dudó.

Abrió el restaurante A Lareira con la carne como especialidad. Nada más entrar en el local un letrero luminoso que dice “Asados y amigos siempre bienvenidos” recibe a los clientes con una clara declaración de intenciones.

Los cortes de la carne son propios de Brasil como el tomahawk, poco conocido en Galicia, y que es aproximadamente de 1,2 kilos. Una brasa de piedra volcánica aporta un sabor muy especial, pero la verdadera razón del éxito está en la calidad de las piezas que llegan a la parrilla. A la sabrosa picaña o su cordero se suman alternativas para los que no quieren carne, como sus croquetas caseras con trufa, queso de cabrales o espinacas, que están teniendo una enorme aceptación, al igual que el bacalao frito y empanado que Arturo Salano ya hacía en Brasil, o una parrillada de verduras que está para chuparse los dedos.

Además, los sábados ofrece la feijoada brasileña, un guiso de alubias negras o frijoles acompañadas de un generoso compango de carnes de cerdo y embutidos. Y no se quedan atrás los postres caseros de elaboración propia, como el brigadeiro, un dulce típico del país carioca, elaborado con chocolate, o su tarta de lima, sin olvidarse de los chupitos con sabor a Brasil, como por ejemplo los de coco o maracuyá.

Arturo Salano, que por las noches cuenta con la ayuda de su hijo Víctor, que estudia en el Centro Superior de Hostelería de Galicia, muestra su satisfacción después de tres meses con el local abierto. Reconoce estar muy contento porque está detectando que algunos clientes llegan por recomendación de otros y su mayor preocupación era la de contar con clientela de Santiago.

El secreto de su éxito cree que está en la calidad de la carne, el modo de preparación y la abundancia de las raciones. Su única preocupación, y la de su equipo de trabajadores, es que el cliente se marche satisfecho y con la intención de repetir la visita.

Precisamente ahora va a comenzar a ofrecer cada mes un festival de cortes de carne, empezando por el argentino, con unos platos a base de asado de tira, bife y picaña. Será en total kilo y medio de carne, ideal para compartir, que con el vino supondrá 77,90 euros.

Y los que se queden satisfechos deben saber que el restaurante A Lareira cierra los martes, pero el resto de la semana abre de doce de la mañana a once de la noche con servicio de cocina a todas horas. Sin descanso. Todo un lujo para los que quieran tomar antes unos vinos o vermús sin prisas.