|| La otra jugada ||

Aquellos años sesenta

Víctor Tobío
Lewis Hamilton. Foto: ECG

HACE UNOS cuantos años un joven me preguntó que cuándo me había aficionado al fútbol y por qué era seguidor del Barcelona. Y, la verdad, no supe que responderle porque ni yo mismo lo sabía. Supongo que toda una serie de circunstancias llevan a un niño a decantarse por un deporte y hacerse fan de determinado club. En mi caso, como en el de otros muchos jóvenes de la época, estoy hablando de los años sesenta y habiendo nacido en un pueblo pequeño, no nos quedaba otra que, en los ratos que nuestras ocupaciones escolares nos lo permitían, jugar el fútbol porque no había posibilidad de practicar otro deporte.

Por aquella en TVE, que era la única televisión que había, además de la misa del domingo, no se cansaban de retransmitir partidos de fútbol y toros. Estaba claro que lo de los toros, viviendo en Galicia, no tenía futuro, así que o jugabas al fútbol con los amigos del barrio o a pocas cosas más. Lo de hacerse del Barça ya tiene una explicación más sencilla pues la otra alernativa que tenías era la de hacerte del Real Madrid y puede que por llevarle la contraria a la mayoría y muy especialmente a uno de mis hermanos, José María, que era más merengue que Santiago Bernabéu, pues me decanté por los azulgranas y eso que en la época nos tocaba sufrir porque no ganabas una liga ni por asomo. Encima, el pueblo, Caldas de Reis, contaba con una única peña que, por supuesto, era del Real Madrid, a la que mi hermano se afilió siendo un crio, asì que a los culés solo nos quedaba la satisfacción de interntar ganarles en los partidos que montábamos en la zona del antiguo mercado de cerdos, con aquellos balones ‘Yes’ de color rojo con los que tenías que intentar sortear a los contrarios y a los árboles allí plantados.

Todos estos recuerdos acuden supongo que a medida que uno se va haciendo mayor y alguien ayuda a recuperarlos como es el caso, al leer un comentario de Alfredo Relaño en el ‘As’ en el que hacía referencia al Pontevedra de los años sesenta, aquel del ‘Hai que roelo’ y que nos retrotrae a cuando siendo uno apenas un crío aprovechaba algún domingo en el que había partido en ‘Pasarón’ para ir con un grupo de mayores a ver aquellos partidos de Primera División, tan lejanos ya en el tiempo y tan próximos en las imágenes que nos acompañarán siempre.

Me viene a la mente un partido al que me llevó mi padre junto con un grupo de amigos, Marcelino el taxista, Fariña,... Jugaba el Pontevedra contra el Barcelona. Ni recuerdo el resultado ni a la gran mayoría de jugadores. Solo me quedé con tres nombres: Sadurní, por lo que me pareció una humanidad imponente; Cayetano Red, un delantero paticorto y el extremo Vicente, porque le tocaba atacar por el lateral donde me encontraba. El resto del campo apenas podía verlo porque los aficionados, todos apretujados en aquel corner, no me lo permitían.

Luego, ya en otro momento, recuerdo un partido, también en el viejo Pasarón, ante el Valencia, y en el que un jovencísimo Juan Cruz Sol resultó lesionado de gravedad en un choque con Martín Esperanza. Al defensa che lo habían convocado días antes para debutar con la selección pero aquella fractura de tibia, creo recordar, le impidió hacerlo. Luego tendría una exitosa trayectoria defendiendo los colores de La Roja.

Aquellas tardes de domingo en la que había pocas cosas que hacer, salvo escuchar el carrusel en la radio o pasarse las horas en el bar jugando a las cartas o al dominó, podrían resultar especiales si se podía hacer una escapada hasta la capital de la provincia para ver fútbol de Primera. Y ya no digamos si el pueblo tenía la fortuna, como la tuvo, de que en alguna ocasión la plantilla del equipo granate venía a descansar y recuperar fuerzas en el Hotel-Balneario Acuña.

La presencia de jugadores y técnicos ´-alli estaba Marcel Domingo con su porte elegante- era un acontecimiento que la chiquillería celebrábamos como si de la visita del Cardenal de Santiago -por aquel entonces el Cardenal Quiroga Palacios- se tratase. La expedición del Pontevedra no podía dar un paso sin notar la presencia de decenas de crios con algún susto incluido. Como cuando en Segade otro de mis hermanos se fue al agua y fue rescatado por uno de los jugadores.

Lástima que aquel Pontevedra de los sesenta no tuviese continuidad en el tiempo. Pero marcó tanto nuestros años mozos que a día de hoy con un indisimulado orgullo puedo decir que recuerdo, de carrerilla, solo dos equipos, el Brasil campeón del 70 en México y el Pontevedra de aquella época, sin necesidad de recurrir al Google. A saber: Cobos; Irulegui, Batalla, Cholo; Calleja, Vallejo; Fuertes, Martín Esperanza, José Jorge, Neme y Odriozola. Por cierto, mis ídolos, por supuesto, Cholo por aquello se haber nacido y Lérez y compaginar el fútbol con su profesión de chófer de tranvía y Martín Esperanza, un centrocampista con una clase superlativa.