aquellos maravillosos aros (104) >1988. Base espectacular cuando no los había, logra 10 ligas en el Real Madrid, más dos Copas de Europa // Se retira a los 38 años en su tierra, en el CB Canarias de ACB

Cambió el baloncesto rústico de los años 70

Baloncesto
Xabier Sanmartín

En ocasiones, la vida mueve el calendario del raíl acostumbrado. Sucedió con el Día de Reyes el 14 de agosto de 1959, cuando nació Magic Johnson, pero la lógica imperó el 6 de enero de 1950. En Reyes llegó Carmelo Cabrera Domínguez.

Nadie en Las Palmas de Gran Canaria intuía qué clase de persona sería ese niño de posguerra pero todas las pelotas y balones del vecindario le miraban de modo sospechoso. El mundo acaba de sumar un jugón.

Ese crío crece y hace de todo por y para el baloncesto, juega, entrena, arbitra. El chaval del sol por sonrisa más que botar la bola... la baila, y hace de ello un arte. A los 17 años es parte del Metropole grancanario campeón de España juvenil porque aparte de divertir(se), Carmelo entiende que ganar cuenta mucho aunque algunos entrenadores le recriminasen a veces usar más la chistera que la daga competitiva.

Cuando conjugaba una y otra, de sus alas... iba volando el equipo.

Un ejemplo tardío. En su última temporada, la ACB de 1987-1988, frente al Barcelona, le cae un rebote sin dueño en la banda. Queda atrapado en la esquina del campo entre Jiménez y Sibilio. Puede botar pero no hay espacio. Entre la ele defensiva culé y las rayas, no hay salida. Da igual. Carmelo inventa.

Echa el balón por el medio de los defensores y, veloz, da media vuelta, lo recupera tras el primer bote, da el segundo rumbo hacia el tiro libre, ensancha su margen de maniobra, amaga con penetrar y da la asistencia perfecta a un Winslow en carrera por la línea de fondo...y así, la jugada iniciada con un autopase de artista acaba con un mate de escándalo. Y todo con 38 años.

Antes, fichado por el Real Madrid, logra 10 ligas entre 1968 y 1979, más dos Copas de Europa (1974 y 1978) siendo habitual de la selección española pero adelantado en ambos equipos por otro grande, Corbalán, más joven (4 años) y constante. Y tras irse al Valladolid ficha por el CB Canarias donde coincide con varios exblancos (Prada, Szczerbiak...)

En sus dos años finales del Cajanarias, 1986-1988, este capricornio salía diez minutos y duele decir que entre mi clan de amigos nos fijamos poco en él aunque aún nos regalase detalles de clase que otros jamás lograron. Tiene un algo de Curro Romero, de adalid del arte sin cita previa, del que exige paciencia del público y la premia.

El juego de Cabrera tenía mucho de ilusión, de expectación por no saber qué juguete te van a traer los Reyes pero con la seguridad de que tras ese secreto encontrarás una alegría. Un balón ve a Carmelo y se alegra, ve al Chacho Rodríguez y también. Encarnan la luz única que alumbra en la infancia incluso en días de pan duro. Carmelo, base, mago y pionero.

DESDE CANARIAS José Luis Hernández, periodista conductor de la revista Super Basket Canarias y autor del libro Carmelo Cabrera, el globetrotter blanco (Círculo Rojo, 2015), resume para EL CORREO su visión del mago canario: “Después de seguirle cuando era un niño y él estaba en el Real Madrid, le perdí un poco la pista cuando estuvo en el Miñón Valladolid de 1979 a 1981 porque la televisión de la época, de un solo canal en Canarias, solo daba partidos del Madrid; pero tuve la suerte de que luego fichara siete años por el Club Baloncesto Canarias, actual Iberostar Tenerife, y pude deleitarme cada semana con su juego. Carmelo Cabrera es un ídolo, una auténtica leyenda del baloncesto, y además es un símbolo del pueblo canario... Ha sido el jugador que elevó el baloncesto primitivo, arcaico, rústico que se jugaba en España a la categoría de arte y espectáculo, a la condición de fantasía, de belleza plástica poco común, con un juego lleno de imaginación... Él solo fue capaz de transformar el baloncesto de los años 70 en un juego bonito de ver. Hay aficionados del Madrid de la época que me contaban al hacer el libro que les gustaba más su rueda de calentamiento que el partido. Lo suyo era un baloncesto preciosista, espectacular, de asociación, siempre pensaba en el equipo, en hacer bloque y siempre acababa con un par de pases o cambios de balón, muchas fintas, algunas de ensueño o su clásico pase de espaldas, todo adornado con asistencias generosas e increíbles”.