|| La otra jugada ||

Correr es de cobardes

Firmas
Víctor Tobío
Emilio Butragueño.

ESTAMOS EN el tiempo de las estadísticas. El problema es que hay algunos que, de forma interesada, se limitan a reflejar en números lo que ocurre a lo largo de un partido de fútbol, como si en ello no interviniesen otros factores. Así, si nos dejásemos llevar solo por los datos que se pueden extraer de un partido de fútbol, seguramente jugadores como Carlos Rexach, Vicente del Bosque, Velázquez o Marcial jamás tendrían cabida en equipos como FC Barcelona o Real Madrid, en los que, en su época, fueron referentes.

Cierto que del famoso A mí, Sabino, que los los arrollo que popularizó el excelente centrocampista del Athletic de los años diez y veinte del siglo pasado, Belauste, en el partido que enfrentó a la selección española ante la de Suecia en los Juegos Olímpicos de Amberes, a la no menos famosa frase del delantero del Barcelona de los años setenta, Rexach cuando, cansado de que le echasen en cara su poca entrega, aseguró que Correr es de cobardes, hay un término medio .

El fútbol español durante muchos años tuvo que echar mano de la llamada Furia española para intentar contrarrestar la exuberancia física de los países centroeuropeos, especialmente de los alemanes a los que nos enfrentábamos con un evidente complejo de inferioridad. Medirse con aquellos teutones que sobrepasaban con creces el 1,80, cuando los nuestros apenas llegaban, si lo hacían, al 1,70, era ya demostrativo de que físicamente nada podíamos hacer y había que recurrir a la entrega, el pundonor y el esfuerzo sin límites para intentar contrarrestarles, lo que ocurría muy de tarde en tarde.

Sin embargo, tuvo que venir una hornada de jugadores bajitos pero que se desenvolvían sobre el terreno de juego como los ángeles para demostrar que en el fútbol está bien tener un buen físico, pero aún es más importante el disponer de una buena técnica y, sobre todo, hacerlo de forma inteligente para aprovechar tus virtudes minimizando los defectos. Y en eso la selección española primero de Luis Aragonés y luego de Vicente del Bosque, y el Barcelona de Pep Guardiola, les enseñaron al mundo que al fútbol se juega con los pies pero, sobre todo, con la cabeza.

Nuevo debate. Ahora mismo se ha establecido un debate sobre los kilómetros que corre o deja de correr Leo Messi a lo largo de un partido cuando el jugador argentino lleva toda su vida haciendo lo mismo, entre otras cosas porque su fútbol no es para estar corriendo los 90 minutos. Si de correr se tratase, mejor que fichen a Martín Fiz.

Ante el Betis, en el último partido de Liga disputado por el Barcelona, Messi no jugó la primera parte. Disputó los últimos 45 minutos en los que corrió 4,3 km. En la media de lo que viene corriendo desde que debutó y suficientes para marcar dos goles, dar una asistencia sin tocar el balón y, sobre todo, volviendo loco él solo a toda la defensa el equipo sevillano.

Pero como quiera que sus detractores llevan años esperando con la escopeta cargada, ahora la sacan del armero y disparan sin ton ni son, acusándolo de poco solidario y de no entregarse como debe hacerlo un profesional. Sin embargo, los números los contradicen.

En un informe hecho público a finales de 2017 por la UEFA, en los cuatro partidos que se llevaban disputados de Champions, el delantero azulgrana apenas superó los ocho kilómetros por partido cuando, por ejemplo, Cristiano Ronaldo había hecho una media de 1,7 kilómetros más por encuentro y ambos a mucha distancia del belga Kevin de Bruyne, el excelente centrocampista del City que se había dejado el alma recorriendo en esos cuatro choques 18 kilómetros más que el portugués del Real Madrid y casi 20 más que Messi.

Evidentemente, el crack del Barça, a sus 33 años ya no está para meterse diez carreras seguidas durante un partido porque el tiempo de recuperación no es el mismo que cuando tenía diez años menos pero, además, su fútbol de seda le pide otra cosa, algo que sus entrenadores han entendido, liberándolo de romperse los dientes presionando.

Bastante tiene con ir regateando contrarios y atrayendo rivales para liberar a sus compañeros a los que hace mejores jugadores. Que se lo pregunten a Luis Suárez, David Villa, Andrés Iniesta y compañía.

Habrá quien, a pesar de todo lo que ha conseguido, le siga pidiendo que, además, baje a defender o siga al central de turno para que no se aventure en campo rival, olvidándose que su sola presencia obliga al equipo contrario a jugar de forma muy diferente a como lo hace cuando, por las circunstancias que sean, el de Rosario no es de la partida.

Y no deja de ser curioso que fuese precisamente Rexach el que le fichase para el FC Barcelona, como si de una premonición se tratase, aunque entre ambos jugadores la única comparación posible es el tratamiento exquisito que ambos dan a la pelota. Por lo demás, el argentino le saca varios cuerpos de ventaja al otrora ídolo culé.