|| Lo que debería ser y no es ||

De España 2010 a Brasil 1970

Fútbol
Víctor Tobío
Novak Djokovic. Foto: ECG

EL PRÓXIMO 11 de julio se cumplen diez años del mayor éxito alcanzado por la selección española de fútbol a nivel internacional. Ese día de hace dos quinquenios los aficionados españoles, que dos años antes ya habían saboreado las mieles del triunfo en la Eurocopa, dejaron atrás años de frustraciones para comprobar que una generación de jugadores bajitos pero con un gran talento, consiguieron imponerse, no sin apuros, a la selección de Holanda en la final de la Copa del Mundo disputada en la ciudad de Johannesburgo.

Una competición que, recordémoslo, comenzó marcada por la derrota del equipo entrenado por Vicente del Bosque ante una Suiza que se mostró superior y que hizo temernos lo peor.

El gran protagonista de aquella final fue el azulgrana Andrés Iniesta, autor del gol que nos daría el título, a pocos minutos de concluir una prórroga que parecía destinada a llegar a los penaltis. Con anterioridad el madridista Iker Casillas había sacado un balón de gol al tulipán Robben. En esa jugada puede que estuviese la clave de una victoria que catapultó a la Roja a lo más alto del escalafón del fútbol mundial.

Entre las curiosidades a tener en cuenta de aquel memorable partido fue que las selecciones que se enfrentaron no habían ganado nunca una Copa del Mundo, lo que lo hacía distinto a casi todas las finales disputadas hasta la fecha. De hecho la selección orange sigue sin lograr el entorchado habiendo jugado ya tres finales -Alemania, Argentina y esta de Sudáfrica-.

Pero quizá lo más importante de aquella victoria fuese el reconocimiento que se logró a nivel mundial con un sistema de fútbol basado, esencialmente, en la técnica, el toque y el desmarque, algo a lo que España antaño siempre había renunciando, basándolo todo en la mal llamada furia española.

la base del Barça. Aquel equipo, cuyos orígenes hay que buscarlos en la selección de Luis Aragonés, estaba conformado, esencialmente, sobre la base del Barcelona de Pep Guardiola que en aquellos años mandaba en España y en Europa con un futbol preciosista, denominado tiki-taka, lo que desde las terminales mediáticas del madridismo despreciaban en un intento por restarle méritos al cuadro azulgrana pero olvidando que cuando mejor jugó y mayores entorchados consiguió España fue cuando lo fió todo a ese fútbol interpretado por los Xavi, Iniesta, Busquets y compañía. De hecho, en el once ideal del Mundial de Sudáfrica estuvieron Puyol, Iniesta, Xavi y Villa, este recién fichado por el equipo culé, además de Casillas y Sergio Ramos.

Dos años después, este equipo, con algunas incorporaciones, pero teniendo como base el que se proclamó campeón del mundo, volvió a ganar la Eurocopa imponiéndose en partido disputado en Kiev ante Italia por 4-0, es uno de los partidos más brillantes que uno le recuerdo al combinado español, ante la impotencia de una escuadra italiana que nada pudo hacer ante lo que les vino encima.

Cita inolvidable. Y si de efemérides se trata, este verano se cumple medio siglo del título mundial logrado por la selección brasileña en México, un acontecimiento que uno recuerda de sus años jóvenes pero que, reconozco, me marcó muy de cerca porque era el primero que pude seguir por televisión y por el fútbol desplegado durante el mismo. Tanto es así que está considerado el Mundial en el que mejor fútbol se vio y, sobre todo, un partido en especial, la semifinal disputada entre Italia y Alemania, en la que se impuso en la prórroga la escuadra azzurra por 4-3 tras haber llegado con empate (1-1) al final de los 90 minutos.

Calificado en su momento como el Partido del Siglo, se me quedó grabada para siempre la imagen del alemán Franz Beckembauer jugando los últimos minutos con el hombre derecho dislocado y el brazo en cabestrillo intentando llevar a la Mannschaft a la final, algo que no lograría.

Fue aquel el primer Mundial de fútbol retransmitido en color -para los que tuviesen aparato en color, claro-, y con una final en la que se plantó el Brasil de Pelé como gran favorito ante una Italia agotada del esfuerzo ante los teutones.

La superioridad de los brasileño fue absoluta y el resultado (4-1) lo dice todo. Pero lo que realmente maravilló a lo largo de todo el torneo fue el fútbol desplegado por los de Mario Zagallo que había reemplazado poco tiempo antes a Joao Saldanha al frente de la canarinha, pues éste había dejado fuera de la lista a Pelé, algo que por aquel entonces estaba considerado un anatema en el país Sudamericano.

Tan bien jugaron aquellos hombres vestidos de amarillo que, tengo que reconocerlo, es el único once, junto con el español que se proclamó campeón en Sudáfrica, que me sé de carrerilla: Félix; Carlos Alberto, Brito, Everaldo; Piazza, Clodoaldo; Jairzinho, Gerson, Tostao, Pelé y Rivelino.

Un conjunto que defendía atacando y en el que destacaron, especialmente, las cabalgadas por la derecha del lateral Carlos Alberto; la inteligencia en la medular de Gerson; el cañón que tenía en la zurda Rivelino y los movimientos en ataque del falso nueve Tostao para dejar espacios por donde entrasen sus compañeros. Lo dicho, un equipazo para la historia.

SEDE EN EL AIRE Cuando todo apuntaba a que las desescaladas llevadas a cabo en varios de los países europeos más afectados por la covid-19, entre ellos España, presagiaban la vuelta a la normalidad, incluso con la reanudación de los torneos domésticos y con la decisión tomada por la UEFA de que la final a ocho de la Champions League se disputaría en Lisboa en agosto, nos encontramos ahora mismo en que la capital portuguesa peligra porque 19 de sus 24 distritos han sido confinados ante los brotes de coronavirus de los últimos días.

Recordemos que las fronteras de Portugal con España no se abrirán hasta el 1 de julio, pero con la actual situación que se vive en el país vecino, todo puede cambiar, a peor, en cuestión de días lo que va a provocar que los responsables del fútbol europeo estén muy encima para comprobar cómo evoluciona la situación pues en un principio se había decidido que esa fase final tendría lugar en Estambul, lo que acabó cambiándose sobre la marcha, decidiéndose por Lisboa al primar no solo el que la ciudad contase con buenas instalaciones, sino también con poco impacto del coronavirus, lo que no se garantizaba en Turquía.

Como quiera que lo que debe primar por encima de todo es la salud de los jugadores, árbitros y asistentes, ahora mismo no se descarta nada y a pesar de que las autoridades lusas afirman que todo está bajo control, la UEFA puede verse obligada a decidir jugar esa final de la Champions en otra localidad, recordemos que en su momento se barajó Madrid como sede, e incluso a cancelarla si no hay tiempo material para cambiar de sede. En la actualidad, la capacidad de las UCIs en Lisboa están a un 90 % y se teme que la cosa empeore, aunque por parte de la secretaria de Estado de Salud, Jamila Madeira se apunta que los hospitales están en situación de hacer frente a este incremento de infectados sin que colapsen.

Pero, en todo caso, hay preocupación entre los rectores del fútbol europeo y, sobre todo, entre los dirigentes de los equipos directamente afectados.