|| La otra jugada ||

De momento mandan los de siempre

Firmas
Víctor Tobío
Novak Djokovic durante la ceremonia de trofeos del US Open. Foto: Lane

EN EL DEPORTE, como en cualquier otra actividad, no basta con ser bueno. Para ser el mejor tienes que saber aguantar la presión en los momentos claves de tu vida. Los deportistas de élite están sometidos a un alto nivel de rendimiento y presión y nadie mejor que ellos para saber actuar frente a un desafío que les lleve al éxito. De hecho, hoy en día es fácil ver como tanto en los deportes individuales como de equipo, especialmente en los primeros, suelen acompañarles equipos de psicólogos que les aportan esa ayuda extra que precisan cuando vienen mal dadas.

La gran tenista Billie Jean King solía explicarlo con una frase que quedó para la historia. “Los campeones -decía- siguen jugando hasta que lo hacen bien”. Esta presión añadida fue la que Novak Djokovic no supo gestionar en la final del US Open ante Daniil Medvedev, que acabó perdiendo en tres sets rompiendo a llorar desconsoladamente viendo que se le había escapado la oportunidad de superar a Roger Federer y Rafa Nadal en Grand Slam ganados. Los tres suman 20 títulos cada uno y el serbio lleva tiempo luchando por romper el empate para coronarse como el mejor tenista de todos los tiempos. Que le pregunten sobre la presión que se siente a la propia Serena Williams que lleva tiempo intentando superar los 24 títulos de Margaret Court.

No es Nole un hombre que caiga especialmente simpático a buena parte de los aficionados al tenis. Lejos del saber estar y la deportividad mostrada por sus otros dos grandes rivales, el tenista nacido en Belgrado hace 34 años ha demostrado en ocasiones un carácter impropio de un gran campeón, especialmente cuando está alejado de las canchas. Sonada ha sido la fiesta que montó en plena pandemia provocando numerosos infectados por la covid-19, además de salir al paso con declaraciones fuera de lugar.

Tampoco le ha ayudado su irascible padre al que en más de una ocasión han tenido que llamar al orden. Recientemente se descolgó con unas acusaciones en las que ponía de vuelta y media a Federer, afirmando que “hace unos 15 años atacó a mi hijo cuando aún era joven, cuanto tenía 18 o 19 años. Sabía que venía alguien que sería mejor que él. Dije entonces que era un gran campeón, el mejor en ese momento, pero por mucho que sea un gran campeón, Federer no es tan buen hombre”. Y, por supuesto, también tuvo para Nadal del que dijo que “era su mejor amigo mientras le ganaba. Cuando las cosas cambiaron ya no eran amigos. Eso no es deportivo”, afirmó.

Odiado. Personas que conocen bien a Djokovic destacan su inteligencia, incluso su afabilidad con todo el que le rodea y no entienen esa animadversión que despierta en buena parte de la afición. Es más, en el US Open de hace dos años una parte del público llegó a abuchearle.

Le acusan de ser demasiado previsible, incluso de ser arrogante, de mostrar poca empatía o simplemente de ser una amenaza para dos hombres como Rafa y Roger, que si por algo se han distinguido a lo largo de sus dilatadísimas carreras ha sido por tener un comportamiento ejemplar tanto fuera como dentro de las pistas ganándose el favor de un público que los idolatra; y eso que al balear le costó lo suyo hacerse querer en su torneo fetiche, Roland Garros, donde ha demostrado que ha sido y sigue siendo el mejor del mundo en tierra batida.

El mejor de la historia. Previsiblemente a pesar de fallar el domingo en la pista Arthur Ashe ante un Medvedev nueve años más joven y que supo aprovecharse de los nervios de su rival, Nole acabará sumando algún Grand Slam más que le permitirá lucir como el mejor tenista de la historia, al menos en lo que a títulos se refiere -también es el que más Master 1000 acumula, junto con Nadal, 36 en total-.

Además, cuenta con la ventaja añadida de que en los últimos tiempos le están respetando las lesiones, algo de lo que no pueden presumir Nadal y Federer, lo que le otorga un plus añadido para superar esos 20 grandes que ahora mismo acapara este triunvirato que lleva tres quinquenios mandando con mano de hierro en el circuito mundial, dejando apenas migajas para el resto d elos tenistas.

Herederos. De lo que no cabe la menor duda es que al trío, por razones de edad, -Nadal tiene 35 años y Federer cumplió en agosto los 40- no le queda mucho tiempo para seguir añadiendo entorchados a su impresionante palmarés. De ahí las lágrimas de Novak en la pista central del US Open, sabedor de que había dejado escapar una oportunidad de oro y conocedor de que hombres como su verdugo Medvedev (25 años), Zverev (24) o el propio Tsitispas (23) vienen pisando fuerte y apuntan como su relevo natural en poco tiempo.

En todo caso y mientras el serbio, el español y el suizo sigan siendo de la partida, siempre que las lesiones les respeten, habrá que continuar teniéndolos en cuenta porque su historial así lo demanda.